Procurar¨¦ explicarme
A finales de este a?o de zambombazos y resurrecciones, va a caer yo no s¨¦ si el Gobierno -que ya no puede hundirse, salvo en la arena del desierto que viene y que en Barranco tiene su duna-, pero s¨ª el trig¨¦simo aniversario de la muerte de C¨¦sar Gonz¨¢lez-Ruano. Se le adelanta a ello, por casi involuntario egocentrismo (de lectura heredado) el recuerdo impreciso de un adolescente impreciso que siempre recortaba y guardaba sus art¨ªculos period¨ªsticos, que fue directamente a verle nada m¨¢s pisar Madrid, que sucumbi¨® de entrada a su muy maliciosa sugerencia ("Una sus nombres con un gui¨®n; si yo me desgajaba con dos apellidos, usted tan delgaducho: ?c¨®mo va a soportar dos nombres?") y que recibi¨® de la voz ronca del maestro, a la hora en punto del aperitivo, esta suntuosa panor¨¢mica: "Salvo Cela, que colecciona esmeraldas, aqu¨ª los escritores tenemos que resignarnos a que no nos falten, tres veces por semana, huevos fritos con chorizo. As¨ª que d¨¦se usted por enterado, amigo". Era la primera regla suya, de plata, impedir que las parrafadas fuesen tan largas como la que aqu¨ª acaba de surgir. Pero era la primera persona que le hablaba de usted, al tiempo que le golpeaba con la mano en su hombro o con su mano en el hombro, vaya usted a saber. Y era la primera vez, en puridad prelacaniana, que escuchaba esa relaci¨®n estrecha entre comida y escritura. Era, en definitiva, toparse, sin rodeos, con un c¨ªnico virtuoso, at¨ªpico en la ¨¦poca, supercapaz de cogerlas al vuelo y de dejarlas ir por pura indolencia, por profesi¨®n ("de fe", dec¨ªa ¨¦l) y por una curiosa idea de la elegancia.Elegante, lo era; al igual que raro, pues sus art¨ªculos siempre flotaban muy por encima de aquellos otros que los rodeaban. Han pasado por ellos, como por todos, muchos a?os. Por lo menos, 30. Y algunos de esos art¨ªculos vuelven ahora, exentos de contexto y de editor activo (Mapfre Vida pone la voluntad y la marca), bajo forma de libro, prologado por Conte, que se titula La vida ¨ªntima. Queda ah¨ª el perfume de lo que fue. Con toneladas, a peque?as dosis, de nostalgia; m¨¢s unas gotas de costumbrismo, otras tantas de cosmopolitismo, y una idea rom¨¢ntica, adem¨¢s, del escritor maldito (arrinconado en un caf¨¦ para sacar unos duros) que, bajo cuerda, se bendice as¨ª: "Ha viajado mucho. Ha vivido con bastante intensidad. Ha jugado uno m¨¢s que a ganar, a destrozarse, por amor no a las heridas, sino a las cicatrices". Por ellas escrib¨ªa y respiraba.
Ten¨ªa Gonz¨¢lez-Ruano el singular empe?o de. defender, desde las p¨¢ginas del peri¨®dico, la subjetividad de la escritura, la obligaci¨®n de airear los sucesos diminutos y hasta el derecho b¨¢sico a no tener que escribir "sobre algo": "Cu¨¢n equivocados conceptos de estas cosas ten¨ªan los capitostes y directores que aconsejaban a nuestros primeros pasos mucha objetividad. ?l, en efecto, escribe sobre un p¨¢jaro enjaulado, unas gafas que se le han roto, un sill¨®n de mimbre o unas viejas fotograf¨ªas. ?l se aferraba, con disciplina y hasta con chuler¨ªa, a que s¨®lo las menudencias sentidas ser¨¢n, por arte del decir, transcendentes y universales. Aunque luego se duela: "Hemos publicado unos libros de pura circunstancia, a sabiendas de su prisa, de su falta de reposo y cuidado, casi con intenci¨®n de apuntes para en su d¨ªa hacer otra cosa. Esto, evidentemente, es grave pecado de frivolidad. Toda nuestra vida hasta el presente fue fr¨ªvola, devorada por la rigurosa actualidad, por el capricho o la exigencia moment¨¢nea. No nos tomamos en seno a nosotros mismos. Nos dispers¨¢bamos en la vida diaria sin encontrar un momento para una serena y exigente meditaci¨®n".
La parrafada, aunque bien puntuada, es tambi¨¦n larga. Como largo fue el quehacer (?unos 20.000 art¨ªculos?) de su autor, pionero de arrogancia en el g¨¦nero: "La cr¨®nica es hoy d¨ªa el g¨¦nero m¨¢s alto y expresivo de la literatura, contra lo que ven¨ªamos creyendo y repitiendo de que era un g¨¦nero menor". Eso s¨ª, despu¨¦s de esa afirmaci¨®n, a?ad¨ªa: "Procurar¨¦ explicarmie". En eso se ha quedado sin disc¨ªpulos; aqu¨ª ya no tenemos ganas de procurar explicarnos. Y, cuando lo procuramos, la verdad es que casi es peor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.