Joselito corta una oreja
, Joselito cort¨® una, oreja. Es noticia. La ¨²ltima que cort¨® en Sevilla la obtuvo cuando la Expo. Tres ferias (o dos y media, seg¨²n se mire) sin tocar pelo, y lo atribu¨ªan a la mala suerte. Podr¨ªa ser, aunque otros autores lo discuten. Una estocada le vali¨® la oreja del a?o de la Expo y la siguiente, poco m¨¢s o menos. La historia se repite.
No se repite en cuanto a los animales desorejados, pues aparte de que ambos ya est¨¢n muertos y pelados -posiblemente tambi¨¦n comidos, a estas alturas del mes- el de la oreja segunda era un novillo. Tampoco se crea que un novillo con estampa y reda?os: un novillo sin estampa, ni fortaleza, ni bravura, ni nada de lo que hay que tener.
La corrida entera fue una novillada y de las malas. Oh, s¨ª, probablemente alguien de la cuerda aducir¨¢ que contaban con la edad exigida por el reglamento: lo dice la gu¨ªa, lo certifica el amo, lo testimonian las vacas, figura en los libros de la ganader¨ªa, hay actas; incluso un anacoreta podr¨ªa jurar por la gloria de su padre que nacieron cuando Matusal¨¦n hizo la mili. Todo muy santo, muy bueno y muy cierto. Pero eran novillos.
Zalduendo / Mu?oz, Joselito, Barrera
Toros de Zalduendo, impresentables, anovillados y sin trap¨ªo, excepto el 1? ?ste y casi todos, inv¨¢lidos; descastados.Emilio Mu?oz: pinchazo escandalosamente bajo y bajonazo (aplausos y sale al tercio); pinchazo bajo, media descaradamente baja, rueda de peones y descabello (silencio). Joselito: tres pinchazos y bajonazo (silencio), estocada y rueda de peones; el presidente le perdon¨® un aviso (oreja), Vicente Barrera: estocada (silencio); estocada honda ca¨ªda y cuatro descabellos (silencio). Plaza de la Maestranza, 27 de abril. l2? corrida de feria. Lleno.
Novillos m¨¢s propios de charlotada que de corrida de feria. Novillos sin trap¨ªo y sin resuello. Unos novillos que salen metidos de matute-por toros en cualquier plaza de mediana seriedad, y se solivianta la afici¨®n. No quiere esto decir que. en la Maestranza la afici¨®n dejara de soliviantarse. A lo mejor hasta hubo alguno al que no le faltaron ganas de quemarse a lo bonzo al ver la ruina que soltaban en el hist¨®rico redondel. Pero no se not¨®. La fiesta ha cambiado tanto, que los aficionados verdaderos -los de toda la vida- son extra?os, gente incomprendida y molesta en las plazas de toros.
El p¨²blico de aluvi¨®n, el aplaudidor, el que pide orejas, p¨²blico alborotador y triunfalista, tiene secuestrados los cosos. La Real Maestranza sigue donde estaba, que no la han cambiado. Contin¨²a siendo "el marco incomparable" -seg¨²n gustan decir sus panegiristas-, est¨¢ guapa como siempre, posee un encanto y una torer¨ªa inigualables e irrepetibles, la avalan su historia y su solera, constituidas y consolidadas durante m¨¢s de dos siglos por una afici¨®n fiel, sensible y competente. Distinto es, sin embargo, lo que se mete dentro. A la mayor¨ªa del p¨²blico que hoy llena la plaza, solera e historia, la seriedad de la plaza y su cr¨¦dito, le traen absolutamente sin cuidado.
?Vengan orejas y ol¨¦! Eso es lo ¨²nico que importa, y si aparece por los chiqueros una novillada digna de Llapisera y el Empastre, all¨¢ penas. El primer toro de Emilio Mu?oz dobl¨® como para morirse en el tercio de varas y moribundo lleg¨® a la muleta, lo que aprovech¨® Emilio Mufloz para torearlo despacio. El toro ?iba despacio, naturalmente, pues estaba en las ¨²ltimas, y si espera un poco m¨¢s, se le muere all¨ª mismo. Le sucedi¨® a Vicente Barrera tras su faena vertical e imposible al cadav¨¦rico tercero. Entr¨® en fase ag¨®nica el novillo, se perfil¨® Barrera y el p¨²blico le apremiaba: "?M¨¢talo que se muere!". Matar un muerto. El surrealismo tambi¨¦n ha tomado carta de naturaleza en la fiesta.
Barrera estaba empe?ado en torear vertical al sexto y cumpli¨® su prop¨®sito al cincuenta por ciento: se pon¨ªa vertical, s¨ª, mas no toreaba. Tampoco ser¨ªa justo reproch¨¢rselo. Torear, lo que se dice torear en sentido estricto, apenas tore¨® nadie. Emilio Mu?oz estuvo hecho un destemplado pegapases en el cuarto, que exhib¨ªa tipo sardina. Joselito porfi¨® valiente al reserv¨®n segundo, incluso le sac¨® algunos estimables muletazos a base de consentir Y obligar. Luego el novillo volvi¨® grupas proclamando su mansedumbre, y no quiso colaborar en ning¨²n tipo de tauromaquias.
El acontecimiento de la oreja hubo de producirse en el quinto. M¨¢s novillo que ninguno, pequenajo, inv¨¢lido y de pura casta borrega, Joselito le hizo una faena que dur¨® 10 minutos. Primero por derechazos, luego por naturales, todo ello muy desigual y sin demasiado temple, con algunos detalles de su excelente escuela, principalmente al instrumentar cambios de manos y trincherillas.
Moribundo ya el novillo lo hizo pasar en sendos circulares que causaron sensaci¨®n y finalmente acompa?¨® su agon¨ªa coloc¨¢ndose cerquita de los pitones y moviendo en p¨¦ndulo la muleta para empalmar pases de pech¨® al estilo Jesul¨ªn, lo que provoc¨® clamores. Cobr¨® finalmente el estoconazo y la oreja fue a parar a su diestra mano, con todos los pronunciamientos favorables y la bendici¨®n papal. Hay indulgencias.
Babelia
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