El desconcierto franc¨¦s
La principal lecci¨®n de la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Francia no es la sorprendente victoria del Socialista Lionel Jospin, sino la victoria poco sorprendente del neofascista Jean-Marie Le Pen. Poco sorprendente: ?acaso no ha habido una progresi¨®n continuada y` profunda del Frente Nacional desde las elecciones europeas de.1983, dram¨¢ticamente confirmada en la primera vuelta de las presidenciales de 1988 con el 14% de los votos?Habr¨¢ especialistas, claro, que descubran que el 15,3% de los votos de ahora no es, en definitiva, m¨¢s que una subida de un punto, y que el contenido de esos votos de protesta no puede definirse como una adhesi¨®n al programa del Frente ' Nacional. Tal vez. Pero si se a?aden al 41/ode De Villiers y al voto ¨²til a los dos candidatos de la derecha tradicional, todo parece indicar que el arco de influencia de la extrema derecha sobrepasa ya el 25%. Bonito resultado del4 a?os de poder presidencial socialista mezclados con cuatro a?os de Gobierno conservador. Bonito resultado de la izquierda y de la derecha en su conjunto.
Si por lo menos este resultado hubiera sido obtenido por la extrema derecha por razones ideol¨®gicas (por ejemplo, por el hecho de que la izquierda hubiera puesto en pr¨¢ctica una verdadera pol¨ªtica de transformaci¨®n social que hubiera alienado a las clases tradicionalmente conservadoras de la sociedad) se podr¨ªa comprender.
Pero el hecho est¨¢ ah¨ª: esta extrema derecha -o esta derecha extrema, como se quiera- ha crecido abonada por la pol¨ªtica economica comun que derecha e izquierda han practicado sin grandes diferencias desde hace 14 a?os. Una pol¨ªtica econ¨®mica que no solamente ha dejado despose¨ªdos a los extrarradios, sino que ha alcanzado el coraz¨®n mismo del sistema social franc¨¦s desestabilizando los status sociales (los de los obreros, del sector terciario, de las clases medias) y provocando, con la generalizaci¨®n de la precariedad social, p¨¦rdidas de identidad de consecuencias incontrolables. Una pol¨ªtica adoptada en nombre de una ideolog¨ªa dominante -el liberalismo- que choca frontalmente no s¨®lo con los valores tradicionales de la izquierda, sino tambi¨¦n y sobre todo con la ¨¦tica del modelo republicano franc¨¦s: individualismo, culto a la empresa en detrimento de la solidaridad de los colectivos sociales, ego¨ªsmo, religi¨®n del dinero.
En pocas palabras, es la ideolog¨ªa de la izquierda y la derecha de los a?os ochenta y noventa. ?Hay que asombrarse si, ante esta brutal y r¨¢pida inversi¨®n de los valores, las luchas sociales -declaradas obsoletas a principios de los a?os ochenta por una izquierda que entonces buscaba una respetabilidad conformista- vuelven edulcoradas con un integrismo nacionalista y ¨¦tnico, subidas al carro del neofascismo.
En realidad, se trata de un verdadero odio popular, captado demag¨®gicamente por la extrema derecha, contra las pol¨ªticas antisociales de las tecnoburocracias de izquierdas y de derechas. Con raz¨®n se subraya que el electorado del Frente Nacional est¨¢ compuesto por buena parte del antiguo electorado comunista. ?Pero es que toda esta gente se ha convertido
en reaccionaria por mediaci¨®n del Esp¨ªritu Santo? ?No ser¨¢ una reacci¨®n ante el hist¨®rico atolladero en que izquierda y derecha se encuentran inmersas? ?Una reacci¨®n desesperada y desesperante, aterrada y aterradora? La experiencia francesa est¨¢, en este sentido, llena de lecciones.
La izquierda ha practicado con fanfarroner¨ªa una pol¨ªtica econ¨®mico-social que la ha llevado a la perdici¨®n. Pero el programa de su candidato actual, aunque con algunas revisiones a causa de la fractura social, no modifica b¨¢sicamente esta misma pol¨ªtica: la izquierda ha cre¨ªdo utilizar a la extrema derecha para debilitar pol¨ªticamente a la derecha. Pero, al fin y al cabo, es la victoria de la derecha y la consolidaci¨®n de la extrema derecha. ?Qu¨¦ es lo que se escuch¨® el 23 de abril, despu¨¦s del anuncio de los primeros resultados? Doctores en mitterrandismo que proclamaban que una parte de los electores del Frente Nacional votar¨¢n " naturalmente" por el candidato de la izquierda. Eso es lo que no funciona en Francia. Ese cinismo pol¨ªtico. Ese desprecio por la desesperaci¨®n de los d¨¦biles. De los electores marioneta. De los corderos, en suma. Por ellos no se hace nada. Y no se har¨¢ nada. Porque son cautivos de su falta de resoluci¨®n. Y se supone que nunca se convertir¨¢n en una verdadera amenaza
En la derecha, las cosas no son mejores, los aprendices de brujo remueven una vez m¨¢s las "heridas" de la identidad nacional y "personal", se hacen eco de las, "preocupaciones leg¨ªtimas de los, franceses con respecto a los inmigrantes", intentando as¨ª una aproximaci¨®n a las ideas del Frente Nacional. ?Y si esa certeza fuera falsa? ?Y si los franceses, que votan al Frente Nacional lo hicieran no porque tienen miedo de los inmigrantes, sino porque no quieren convertirse en inmigrantes del interior, en marginados, en un cero a la izquierda?
?Se resuelve el problema porque se designe como objeto de la venganza popular a aquellos que sufren la misma situaci¨®n? Aunque se expulsara a todos los inmigrantes, si la pol¨ªtica continuara siendo la misma, ?qu¨¦ otra parte de la sociedad francesa habr¨ªa que arrojar a las fauces de la vox p¨®puli rabiosa de desesperaci¨®n? ?Las mujeres, los j¨®venes, los viejos, los rojos, los sindicatos? Es la l¨®gica de lo peor. Es la l¨®gica del odio llevada a gran escala. La sociedad que se devora a s¨ª misma,
Se mire como se mire el problema siempre reaparece: ?c¨®mo reconstruir la sociedad, reestablecer los v¨ªnculos sociales, abrir la ventana del futuro? No hay duda, los dos candidatos que quedan van a ir a la pesca de votos en la segunda vuelta. Pero ser¨ªa un tr¨¢gico error sucumbir una vez m¨¢s a la demagogia del voto f¨¢cil. La verdadera victoria en la primera vuelta ha sido la del neofascismo en auge. La euforia que inundar¨¢ al vencedor de la segunda vuelta le har¨¢ olvidar, sin duda, esta en¨¦sima advertencia. Entonces se correr¨¢ el riesgo de que llegue el tiempo de los desastres irreparables. Para evitarlo s¨®lo est¨¢ la verdad, la simple verdad. Decir que no se pacta con el racismo, la xenofobia, el Odio, porque es pactar con el instinto de muerte de la sociedad. Decir que la soluci¨®n es ante todo social y proponer medios. Decir que las ¨¦lites pol¨ªticas tienen en gran parte la responsabilidad de proponer su reribvaci¨®n. Decir que las promesas f¨¢ciles son perjudiciales y que, siempre acaban -si no se cumplen- por volverse contra los que las hicieron. Decir que la enfermedad de Francia no est¨¢ en el rostro del otro, sino en la falta de voluntad y de opciones pol¨ªticas fundamentales. Ciudadanos, ciudadanos a todos los efectos, es lo que los individuos desorientados quieren volver a ser. Ojal¨¢ gane aquel que sepa darles esa perspectiva.
es profesor de Ciencias Pol¨ªticas en la Universidad de Par¨ªs VIII.
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