El genio, en trance
Jos¨¦ Menese se arranca con una saeta en la oficial del Dos de Mayo
El cante de Jos¨¦ Menese rebot¨® ayer por sorpresa en las piedras del palacio de, Maudes. La magia y el milagro se juntaron ante apenas quince personas en un rinc¨®n del claustro acristalado, el que va a dar al patio donde algunas decenas de invitados a¨²n segu¨ªan cambi¨¢ndose la copa de mano para estrechar la palma de alguna autoridad. Jos¨¦ Menese, uno de los m¨¢s grandes cantaores vivos, hab¨ªa depositado los cinco dedos de su mano izquierda sobre la cerviz del actor Sancho Gracia mientras sujetaba con cuatro de la derecha un vaso que ya s¨®lo conten¨ªa hielo. Y se hab¨ªa arrancado con una saeta que estaba dejando el ¨¢nima helada a los quince convidados que hallaron la suerte de encontrar' se all¨ª. La queja de Menese los invadi¨® a todos, que hicieron un silencio capaz de, tapar incluso el bullicio que llegaba de fuera, donde el resto de los invitados tomaba. de las bandejas las ¨²ltimas hojuelas. Eran las tres y cinco cuando aquel¨ªa mujer empez¨® a llorar, casi a la vez que el propio Menese, que segu¨ªa cantando y sollozando envuelto en su propio arte. El maestro estaba en trance, y aquellas quince personas lo notaron enseguida. Sancho Gracia le escuchaba con la cabeza gacha. El cantaor tomaba aire en sus pausas y era entonces cuando las gargantas m¨¢s se encog¨ªan, en la demostraci¨®n pr¨¢ctica de que la m¨²sica es la sabia combinaci¨®n de sonidos y silencios. -. PASA A LA P?GINA 5
"Est¨¢ emocionado por su propio cante"
VIENE DE LA P?GINA 1
En el patio, a¨²n saludaban a amigos y a desconocidos el ministro Alfredo P¨¦rez Rubalcaba, el ministro Javier Solana, el sindicalista triunfante C¨¢ndido M¨¦ndez, a¨²n rumiaba la ¨²ltima estrategia el portavoz socialista Joaqu¨ªn Almunia, a¨²n escuchaba a una embajadora el secretario de Estado Francisco Pe?a, todav¨ªa sonaban los cubitos al caer en los vasos. Incluso conversaban all¨ª algunos consejeros de Joaqu¨ªn Leguina -que ya no estaba- y concejales de Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano -que se hab¨ªa ido a jugar al tenis con un amigo, despu¨¦s de saludar cort¨¦smente a un ?ngel Matanzo constituido en Grupo Mixto- A¨²n saludaba la presentadora Coral- Bistuer al candidato del PP Alberto Ruiz Gallard¨®n, despu¨¦s de que ¨¦ste se fotografiase -un a?o m¨¢s- con el ex ministro Jos¨¦ Barrionuevo, todav¨ªa se dejaba ver la actriz Charo L¨®pez, y conversaban algunas decenas de alcaldes madrile?os, diputados regionales, altos cargos en general y ya pocos periodistas.
Jos¨¦ Menese estaba entre los invitados, y dej¨® el saludo al su manera: en un rinc¨®n, ante un corrillo de privilegiados, como si el palacio de Maudes, donde Leguina recibe cada a?o en el D¨ªa de la Comunidad de Madrid, pudiera ser tambi¨¦n un peque?o tablao, adem¨¢s de suntuoso edificio y viejo hospital. El cante del genio hizo sonido b¨®veda en aquellas piedras, en una inesperada fusi¨®n del quej¨ªo andaluz con la ancestral t¨¦cnica de amplificaci¨®n del gregoriano. Menese sollozaba y eso hizo m¨¢s impresionante el momento.Sancho Gracia le dio el inmenso abrazo, cuando la saeta expir¨®, con el que los del corrillo habr¨ªan deseado estrecharle tambi¨¦n. El maestro se secaba las l¨¢grimas con un pa?uelo. Sancho Gracia le volv¨ªa a abrazar y le preguntaba: "?Por qu¨¦ lloras?".Y el maestro: "Por nada". Y una mujer: "Est¨¢ emocionado por su propio cante". Y el cantaor: "Cuando los pol¨ªticos entiendan esto, ser¨¢n pol¨ªticos". Y un hombrecillo: "Qu¨¦ frase ha dicho: cuando los pol¨ªticos entiendan esto ser¨¢n pol¨ªticos".Quiz¨¢s alguno lo habr¨ªa entendido, pero Menese no les dio opci¨®n. Se arranc¨® sin anunciarse y sin comitiva, cogiendo del brazo a un amigo para separarlo unos metros y cantarle despu¨¦s bien fuerte y al o¨ªdo. Una se?ora le dijo arrebatada: "Muchas gracias por deleitarnos". El maestro ya se marchaba, acompa?ado por el periodista de Telemadrid Alfonso Garc¨ªa, pero volvi¨® la cabeza ofendido para responder: "La palabra deleitar no me gusta nada". Es verdad, deleitan los canap¨¦s o el saludo del subsecretario, o la ca?a de cerveza bien tirada, La mujer, azarada, repuso: "Puede poner la palabra que quiera".
Nadie m¨¢s quiso decir nada, porque Menese ya sab¨ªa lo que hab¨ªa pasado y para qu¨¦ ponerle letras a eso. Volvi¨® a abrazar a Sancho Gracia, se limpi¨® las l¨¢grimas, camin¨® por el pasillo acristalado y baj¨® en silencio las escaleras que llevan a la calle, acompa?ado s¨®lo por Alfonso Garc¨ªa; salud¨® con la mano alzada a todos los polic¨ªas y guardianes que encontr¨® a su paso, sali¨® a Maudes y, todav¨ªa con los mofletes colorados, le pregunt¨® al periodista que le acompa?aba: "?Y d¨®nde tienes el coche?".
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