La "tercera vuelta", en la calle
Quienquiera que sea el vencedor, se enfrentar¨¢ a una crisis de partido y a la exigencia de cumplir sus promesas
ENVIADO ESPECIALEstas elecciones, que hab¨ªan de ser las del cambio, que deber¨ªan aliviar el hartazgo de la opini¨®n francesa de ¨¦lites, grandes escuelas p¨²blicas para alumnos muy privados, barones de aqu¨ª y de all¨¢ y banqueros de todas partes, amagan con decidir s¨®lo qui¨¦n va a instalarse en el El¨ªseo. Por ello, a esta definitiva vuelta de hoy va a seguirle una tercera en la calle, donde al conservador Chirac se le exigir¨¢ que cumpla una fracci¨®n de sus contradictorias promesas: Europa, fiscalidad, inmigraci¨®n; o al izquierdista Jospin que busque una mayor¨ªa, hoy inencontrable, para aplicar sus recetas de socialdemocracia s¨²bitamente recobrada.
Durante esta ¨²ltima semana, los candidatos han echado su ¨²ltimo lazo al electorado. Jacques Chirac, obsesionado por el temor a quedar para siempre como el Poulidor de la pol¨ªtica francesa, deb¨ªa dibujar un retrato robot casi imposible de su votante en la extrema derecha. Ten¨ªa que atraerse al Frente Nacional (FN) sin dar un paso de m¨¢s hacia el abismo. As¨ª, en su ¨²ltimo mitin habl¨® de la necesidad de combatir la delincuencia, sin aclarar qu¨¦ delincuentes; de grupos ¨¦tnicos y religiosos que niegan al orden el control de ciertos barrios perif¨¦ricos, diciendo el pecado pero no el pecador, cuando todo su p¨²blico ve¨ªa el velo isl¨¢mico, las calles vericuetas de Marsella, el Clichy que ya no recuerda a Henry Miller.
Y Europa. Ah¨ª el virtuosismo sint¨¦tico y sint¨¢ctico del l¨ªder gaullista aspiraba a la cuadratura del c¨ªrculo. Europa de las patrias, como quer¨ªa D¨¦ Gaulle, con toda su blindada identidad francesa compatible con la construcci¨®n de una Europa fuerte en seguridad, defensa y pol¨ªtica exterior comunes. Moneda ¨²nica, tambi¨¦n, pero amparada en la alusi¨®n a un refer¨¦ndum que ya encontrar¨¢ motivo para no celebrar si llega a presidente. Su objetivo era agregar hasta el ¨²ltimo voto Contentar al Frente Nacional prometiendo ley y orden, ajustar las cuentas a la inmigraci¨®n pero sin desbordar los l¨ªmites del buen gusto para un p¨²blico que es como el de Le Pen, pero con el bachillerato terminado atraerse, igualmente, el voto que recela de Europa, FN y los posmon¨¢rquicos de Philippe de Villiers, sin perder a todos aquellos, del centro y la derecha, que saben que no hay salvaci¨®n fuera de la Comunidad.
Este Chirac de hoga?o, con su vocalizaci¨®n man¨ªaca de letras que no hay en el alfabeto, es un nuevo Chirac, no s¨®lo porque ha sintetizado toda su carrera, queriendo ser a la vez de izquierda y de derecha, sino porque su patente agotamiento f¨ªsico, la sensaci¨®n devoradora de que su estrella renace o se hunde para siempre, lo ha sosegado como al atleta al final de una esperada sauna. Chirac ya sabe sonreir en la corta distancia; no para seducir, sino pidiendo la ¨ªntima comprensi¨®n de sus pacientes.
Los gui?oles, con Jospin
Lionel Jospin lo ha tenido todo mucho m¨¢s f¨¢cil. Le ha bastado con dejarse ir, con salir a escena con todas sus evidentes insuficiencias medi¨¢ticas, lo que testimonia de su sinceridad; con su mensaje s¨®lido, honrado, coherente, antiguo y ya rebotado de tantas experiencias anteriores, lo que prueba su incapacidad como aprendiz de brujo, para que cualquier elector se viera obligado a respetarle.
Dos emisiones de gran ¨¦xito en la televisi¨®n francesa, el Bebett-show y Les guignols de l'Info, que presentan en caricatura a los l¨ªderes pol¨ªticos, han jugado en su favor. Es tal la depauperaci¨®n popular de la clase p¨²blica francesa que sus personajes de carne y hueso parecen la caricatura de sus propios mu?ecos. Algo as¨ª como Franz Joham en Espa?a, que no necesitaba criatura de cart¨®n porque ya era ¨¦l una de ellas. Jospin, en cambio, ha sido el ¨²nico que asume, veros¨ªmil, su propio esperpento porque no se interpreta a s¨ª mismo, sino que aparece, tal cual, m¨¢s adormecedor que hipn¨®tico, pero refrescante en este caliginoso mayo parisiense.
La elecci¨®n se juega sobre un doble registro: los temores d¨¦ un p¨²blico clase-mediano que querr¨ªa declarar fuera de la ley el futuro y una necesidad de introducir elementos de pol¨ªtica social en cualquier discurso ganador. Es lo que el profesor Sami Na?r llama "el golpe de tim¨®n a la izquierda". El vencedor ser¨¢, por ello, el, que haya conquistado a un p¨²blico fundamentalmente de derechas apelando a sus pulsiones etno-sociales m¨¢s abyectas a la vez que garantizando que las privatizaciones no han dicho a¨²n el ¨²ltimo responso al se?or Keynes.
Jospin, con estar en la final, no digamos ya si se lleva la pi?ata, ha ganado. Desafiando todas las predicciones, el elegido candidato del pasado 5 de febrero en la Mutualit¨¦ ha crecido sin parar barriendo todos los pron¨®sticos y desmintiendo a casi todos los comentaristas, como el que esto firma, que hace unas semanas calificaba al socialista de "ejemplo de inoportunidad pol¨ªtica". Inoportunidad, la m¨ªa, de no observar la regla cartujana del silencio.
Las dos victorias posibles se llamar¨¢n a enga?o. Como dice el soci¨®logo Edgar Morin, "quienquiera que sea el vencedor, tendr¨¢ que afrontar una crisis en su partido". Si el socialista se impusiera, la derecha gaullista-giscardiana estallar¨ªa. Ante la evidencia de que Chirac es incapaz de alcanzar la presidencia, que no ocupa ning¨²n gaullista desde la muerte de Georges Pompidou en 1974, el dique que representa contra el Frente Nacional saltar¨ªa por los aires. Y esa tercera vuelta podr¨ªa convertirse, entonces, en una radicalizaci¨®n del movimiento conservador franc¨¦s. ?A qui¨¦n no le asusta un FN con un 20% o m¨¢s de votos?
Si vence Chirac hay que esperar que la situaci¨®n por la extrema derecha no empeore, pero la reconstrucci¨®n del socialismo no habr¨¢ hecho m¨¢s que comenzar. Los barones que dieron paso a Jospin para verle estrellarse contra el 60% del voto de derechas, le conceder¨¢n el periodo de gracia m¨ªnimo posible. Ah¨ª est¨¢ Laurent Fabius, que s¨®lo espera sanar de su absceso de sangre contaminada para reclamar la herencia de Mitterrand, el ex primer ministro Michel Rocard, el poli¨¦drico Jack Lang, incluso la estrella ascendente de Martine Aubry, y varios m¨¢s. Si Jospin ha conquistado el respeto de todo el electorado, c¨®mo perdedor puede salir mejor parado ante su propio partido que como vencedor. Porque si gana todos querr¨¢n estar en la pomada.
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