Saramago abre las puertas de Portugal
El autor busca la identidad cultural lusa en un libro de viajes
"La portuguesa que tiene un Cadillac no tiene nada que ver con la portuguesa que tiene un burro". Jos¨¦ Saramago escribi¨® en 1980 el relato de tres viajes que hizo a lo largo y ancho de Portugal. Se public¨® primero en un volumen con fotograf¨ªas,y ahora aparece ¨²nicamente el texto de forma simult¨¢nea en Portugal (editorial Caminho) y Espa?a (Alfaguara). Saramago dice haber pasado por encima de los t¨®picos de la saudade y el fado para demostrar que hasta un pa¨ªs tan peque?o como el suyo tiene diversas caras.
Saramago ven¨ªa dispuesto a hablar de su libro de viajes, de las personalisimas rutas que sigui¨® por los caminos y monumentos de Portugal. Pero deriv¨® a la pol¨ªtica, a Europa, a cosas de la vida de hoy sobre las que este infatigable conversador insiste con t¨¦rminos de suave tolerancia. Como, por ejemplo, al sustituir el t¨¦rmino nacionalismo por "sentimiento de pertenencia". Seg¨²n Saramago, "estamos en un momento de contradicci¨®n total: un mundo que se est¨¢ volviendo cada vez m¨¢s igual y, por otro lado, cada vez m¨¢s distinto".El texto de Saramago muestra la imagen de un Portugal cuya identidad est¨¢ modific¨¢ndose. "Es posible que este libro tenga una funci¨®n testamentaria", se?ala. "Porque en el interior se manten¨ªa un algo de la vida antigua. Y las cosas est¨¢n cambiando mucho".
Respecto a la relaci¨®n que mantiene su pa¨ªs con Europa, Saramago critica el creciente burocratismo y la uniformidad. "Se lleg¨® a decir que Portugal era un buen alumno de Europa, que est¨¢bamos aprendiendo. ?A qu¨¦?. A ser d¨®ciles, a no crear problemas, a hacer lo que piensan los se?ores bur¨®cratas, de Bruselas". El escritor opina que en la empresa europea manda quien m¨¢s acciones tiene y que, por lo tanto, el coraz¨®n de Europa est¨¢ en el Bundesbank. "Si alg1en tiene una idea clara de Europa esa persona est¨¢ en Alemania", afirma.
Pero Saramago no quiere que se piense que su intenci¨®n es de nacionalismo antiguo. "Yo estoy por la cooperaci¨®n, por el encuentro", explica, pero desde la cr¨ªtica y desde un debate que le parece imprescindible y permanente: la Europa econ¨®mica no coincide siempre e¨®n las ra¨ªces de los pa¨ªses que la integran. "Se reflexiona poco sobre Europa", dice. "No se habla de ella si no es para decir si llegaron o no las subvenciones".
En el caso de Portugal, esa falta de reflexi¨®n europea se une a otras incertidumbres, seg¨²n Saramago, que mantiene que su pa¨ªs est¨¢ muerto. "Nosotros estamos viviendo al d¨ªa, sin idea de futuro", se lamenta, y echa la culpa a gobiernos incapaces de dibujar la ilusi¨®n de lo que va a ocurrir con su pa¨ªs ma?ana.Pero, en el libro, Portugal est¨¢ vivo, a trav¨¦s de los hombres del campo y las ciudades que se va encontrando por el camino. Como aqu¨¦l que le pregunt¨® si ya ten¨ªa posada. Saramago dijo que s¨ª e indag¨® el motivo de la pregunta. Y el hombre respondi¨® que iba a ofrecerle su casa.La identidad del viajero
Para abrir las puertas de su pa¨ªs, en el que naci¨® hace 73 a?os, Saramago, que vive ahora entre Lanzarote y Lisboa, toma la identidad del viajero. Igual que hizo Cela en su Viaje a la Alcarria. "No se puede escribir un libro de viajes hoy sin tener en cuenta la existencia del de Cela", comenta. "Al igual que Cela, yo estoy hablando del viajero, qu¨¦ hace, qu¨¦ mira, qu¨¦ se encuentra. Es un homenaje a una de las obras maestras de la literatura en castellano del siglo XX".Para el autor de Memorial del convento, la obra de Cela o de cualquiera que haya obtenido el Premio Nobel de Literatura es igual antes o despu¨¦s del galard¨®n. "Tras el Nobel una obra no se vuelve m¨¢s importante", dice Saramago, que ha sonado varios a?os, junto a Jorge Amado, como posible primer destinatario de ese galard¨®n para la literatura portuguesa. "Amado y yo hacemos bromas y nos divertimos mucho con las quinielas. Claro que nos gustar¨ªa recibirlo, no somos santos, pero yo lo veo claro: no creo que el prestigio de una literatura dependa de tener o no el Nobel. Lo que cambia, y mucho, es la cuenta bancaria del autor".
Saramago publicar¨¢ a finales de a?o una nueva novela, Ensayo sobre la ceguera, en la que intentar¨¢ mostrar que el hombre se volvi¨® loco el d¨ªa que descubri¨® que ten¨ªa raz¨®n. "No aguant¨® el hecho de ser racional. Porque en eso estamos de acuerdo, nos comportamos como locos".
Pasos dados
Antes de acometer la aventura de Lisboa, Saramago se detiene en Carcavelos, "para ver lo que s¨®lo muy. pocas personas conocen". Una iglesia. Por fuera, cuatro paredes. Pero, por dentro, "una de las m¨¢s magn¨ªficas decoraciones de azulejos que el viajero haya tenido ante sus privilegiados ojos".En Viaje a Portugal, Saramago va dando pistas, llevando al lector por rutas art¨ªsticas y literarias, maravill¨¢ndose ante los pilares, incre¨ªblemente delgados para la carga que soportan, en el monasterio lisboeta de los Jer¨®nimos.
"Viajar es descubrir, el resto es simplemente encontrar". Al final, el autor se da cuenta de que s¨®lo los viajeros acaban. "Cuando el viajero se sent¨® en la arena de la playa y dijo: 'no hay nada m¨¢s que ver', sab¨ªa que no era as¨ª. El fin de un viaje es s¨®lo el inicio de otro. Hay que volver a los pasos ya dados, para repetirlos y para trazar caminos nuevos a su lado. Hay que comenzar de nuevo el viaje. Siempre. El viajero vuelve al camino".
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