El respeto al p¨²blico
Pe?ajara / C¨¢mara, Rodr¨ªguez, Gonz¨¢lezToros de Pe?ajara, dos primeros terciados, 3o sin trap¨ªo e inv¨¢lido, resto bien presentados y senos; en general dieron juego, 6o poderoso y manso, tom¨® seis varas.
Fernando C¨¢mara: pinchazo y estocada ca¨ªda (palmas y tambi¨¦n protestas cuando saluda); estocada delantera ca¨ªda (silencio). Miguel Rodr¨ªguez: pinchazo, estocada, rueda de peones y descabello (palmas y tambi¨¦n protestas cuando sale al tercio); dos pinchazos y bajonazo (silencio). Cristo Gonz¨¢lez: pinchazo, otro hondo ca¨ªdo, rueda de peones y tres descabellos (silencio); pinchazo, otro hondo, rueda de peones y descabello (silencio).
Plaza de Las Ventas, 13 de mayo. la corrida de feria. Cerca del lleno.
En cuesti¨®n de respetos, est¨¢ la fiesta como el pa¨ªs. El respeto parece ser un valor en baja. Los toreros le han perdido el respeto al p¨²blico, lo cual no impide que reclamen para s¨ª mismos todo el respeto del mundo. Dicen: "Cuando un torero est¨¢ toreando merece el m¨¢ximo respeto y nadie debe protestar". Algunos de entre quienes no torean -por ejemplo, los apoderados; por ejemplo, los empresarios; por ejemplo, la corte ¨¢ulica de la torer¨ªa- tambi¨¦n reivindican el respeto a los toreros y hasta tienen hecha teor¨ªa: "Mientras est¨¢ toreando el torero, al que no le guste, que, se calle; y cuando arrastren al toro, entonces que protesten cu¨¢nto quieran". Es decir, en tanto el torero pega el petardo, como en misa, salvo que a unos cuantos isidros les de por aplaudir. Muy gracioso los Ioreros, los apoderados, los empresarios y la corte celestial.
A los tres diestros que inauguraron la feria, ninguno con cartel, el p¨²blico en general y la afici¨®n en particular parec¨ªan importarles una higa y se manifestaban en contra de sus opiniones. Protestaba la faena de Fernando C¨¢mara gran parte de la plaza y el torero sal¨ªa a saludar; protestaba la de Miguel Rodr¨ªguez y ¨¦ste se iba a saludar a los puros medios, con la grave expresi¨®n del que ha sentido su dignidad ofendida; protestaba la invalidez del tercer toro y Cristo Gonz¨¢lez se plantaba en el platillo para brind¨¢rsela al p¨²blico.
Merecer¨ªan todos los respetos, s¨ª -nadie lo pone en duda- pero en tocante a torer¨ªa se apuntaron un cero; suspenso sin posible remisi¨®n. Igualmente en lo que al arte, al valor y a lo que hay que tener se refiere, porque ninguno de los tres respetables espadas supo sacar partido a sus toros, ni dominarlos, ni darles la adecuada lidia, ni allegar los recursos precisos para aquellos que ten¨ªan perdida la boyant¨ªa.
Fernando C¨¢mara, al que abri¨® plaza, le adelantaba la muleta tal cual mandan los c¨¢nones, mas a la de embarcar se aliviaba y perd¨ªa terreno en los remates, a pesar de lo cual luego sali¨® a saludar. Miguel Rodr¨ªguez banderille¨® con torpeza al segundo: pasaba en falso las recrecidas arrancadas; en una de esas tropez¨®, cay¨® y se le arranc¨® el toro, que le brinc¨® por encima, reboz¨¢ndolo. Despu¨¦s, con la muleta, destempl¨® la encastada embestida, se embarull¨® muchas veces, en algunos pasajes dio la sensaci¨®n de que se encontraba a merced del toro y conclu¨ªdo el inconexo trasteo se fue, a los medios a recibir las cuatro palmas y las mil protestas. Cristo Gonz¨¢lez, tras ofrecer al c¨®nclave la muerte del torucho inv¨¢lido, le aplic¨® una faena premiosa y aburrida.
Cuanto apuntado queda sucedi¨® en la primera parte de la corrida y pues en la segunda compareci¨® el toro de trap¨ªo y con reda?os, el panorama empeor¨®. Con un torazo colorao cornal¨®n de media casta, C¨¢mara estuvo simplemente voluntarioso. A Miguel Rodr¨ªguez, que banderille¨® con acierto al quinto, se le fue sin torear ese toro noble porque metiendo el pico, olvidando el temple y perdiendo terreno, el toreo resulta imposible.
A Cristo Gonz¨¢lez le correspond¨ªo en ¨²ltimo lugar un manso declarado que entusiasm¨® al p¨²blico. Vivir para ver. Result¨® que era de la modalidad bravuc¨®n; o sea, de aquello! que se arrancan desde lejos y huyen al sentir. el hierro. Que el toro embistiera tan de largo, a muchos les pareci¨® s¨ªntoma de bravura y cuando el animal pegaba par de coces antes de salir pitando o reculaba cobard¨®n, echaban la culpa al picador y los lidiadores. La fiesta no atraviesa sus mejores d¨ªas, ni en la arena ni en el cemento; est¨¢ claro. Acab¨® complicado el toro, prob¨®n principalmente y no se le habr¨ªan podido pedir filigranas a Cristo Gonz¨¢lez, aunque s¨ª recursos muleteros para dominarlo. Pero esa lecci¨®n, por lo que se pudo apreciar, a¨²n no la tiene aprendida.Y no hubo m¨¢s. En otras palabras: que se acab¨®. La' terna abandon¨® entonces dignamente el redondel y la afici¨®n la despidi¨® con todos los respetos. "Vayan ustedes con Dios", dijo, y se march¨® por el lado contrario.
Babelia
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