Escritores negros forjan la imagen de EE UU intelectuales como Morrison, Patterson y Steel son cada vez m¨¢s influyentes
Una creciente oleada de intelectuales negros ha cobrado una ins¨®lita influencia en el p¨²blico norteamericano. ?Se trata de una revitalizaci¨®n de la vida intelectual tras el vac¨ªo que dejaron los pensadores jud¨ªos en tomo a los sesenta? ?Se trata de un fen¨®meno al modo de United Colors of Benetton? La realidad es que los escritores negros est¨¢n acaparando reconocimientos sin precedentes. La lista de galardones de prestigio, incluido el Nobel de Toni Morrison, es extensible a una docena de autores m¨¢s, y se corresponde f¨¢cilmente con la lista de libros m¨¢s vendidos.
Toni Morrison gan¨® el premio Pulitzer y el Nobel; Orlando Patterson obtuvo el National Book Award con un ensayo sobre la libertad; Shleby Steel ha recibido el premio a la cr¨ªtica por un best seller sobre racismo; David Levering logr¨® el Pulitzer por una biograf¨ªa de Du Bois, otro intelectual de su raza. Tanto West, Gates o Morrison no contratan ahora sus manuscritos por menos de un mill¨®n de d¨®lares.La sociedad norteamericana no ha sentido nunca simpat¨ªa por la intelectualidad. El antiintelectualismo hist¨®rico de Estados Unidos se refleja antes de McCarthy y despu¨¦s de McCarthy. En los a?os veinte y en los a?os noventa. Para la generalidad de la sociedad, un intelectual ha sido o sospechoso de aliarse con ideas pol¨ªticas peligrosas o un sujeto especulador que no se atiene al mandato primordial de hacer cosas pr¨¢cticas.
En Estados Unidos corre la definici¨®n del intelectual como aquel individuo que emplea m¨¢s palabras de las que son necesar¨ªas para decir m¨¢s all¨¢ de lo que sabe". El respeto y la influencia que los intelectuales han disfrutado en Europa dista de reproducirse en Estados Unidos. Por si faltaba poco, a la altura de 1987, un c¨¦lebre libro de Russel Jacoby titulado Los ¨²ltimos intelectuales sentenciaba de muerte esta actividad que hab¨ªa contado con sus mejores cultivadores entre los a?os treinta y sesenta. El esp¨ªritu del grupo m¨ªtico en torno a la Partisan review, desde Edmund Wilson hasta Lionel Trilling, Alfred Kazin, Irving Howe y Daniel Bell, se daba por extinguido. El diagn¨®stico fue m¨¢s o menos pol¨¦mico entonces, pero lo cierto es que trabajos' de la categor¨ªa de La imaginaci¨®n liberal, de Trilling; Hacia la estaci¨®n de Finlandia, de Wilson, o El fin de la ideolog¨ªa, de Bella, hace tiempo que son ignorados y no se reeditan. Una estirpe diferente
Los nuevos intelectuales negros son una estirpe diferente. No s¨®lo por el color de la piel. Los que Jacoby daba por acabados eran escritores freelance, radicados en un Nueva York internacional. El nuevo grupo se alimenta de sueldos universitarios y est¨¢ diseminado por las provincias del pa¨ªs. Aqu¨¦llos eran hombres, blancos y predominantemente jud¨ªos. Estos son negros, tambi¨¦n mujeres, y ninguno es jud¨ªo. Finalmente, los intelectuales de antes se hab¨ªan formado en contacto con el socialismo y se relacionaban con la cultura europea. Los, actuales no mencionan el socialismo y se concentran absolutamente en problemas dom¨¦sticos. La cuesti¨®n racial y la identidad americana son sus temas predilectos, pero a partir de ah¨ª peroran sobre cualquier cosa.
No son los primeros intelectuales afroamericanos en sentido estricto. En sus ra¨ªces hay un Du Bois, St. Clair Drake, Alain Locke o G. Franklin Frazier, pero ¨¦stos de ahora se han transformado en celebridades cuando cuentan entre 35 y 55 a?os. Tres factores podr¨ªan explicar su ascenso. Uno es la popularidad que han obtenido en los medios de comunicaci¨®n, especialmente en la televisi¨®n, a trav¨¦s de apariciones en programas de debate como Nightlinc, Today y The Oprah Winfrey show (la mujer negra mejor pagada en los canales norteamericanos) seguidos por millones de espectadores. El segundo factor es que han utilizado su influencia acad¨¦mica para extenderla a otros ¨¢mbitos. El tercer factor es que han aprovechado el acentuado inter¨¦s por las cuestiones raciales desde las revueltas de Los ?ngeles hasta el juicio contra O. J. Simpson.
La cuesti¨®n central del comunismo que caracteriza la discusi¨®n en los a?os de la guerra fr¨ªa ha sido reemplazada por el racismo y todos ellos se han destacado por sus an¨¢lisis de las minor¨ªas raciales o han investigado en las ra¨ªces culturales africanas.
Si se observa el fen¨®meno m¨¢s de cerca, estos intelectuales pueden considerarse tan nuevos como la nueva situaci¨®n cultural. Se mecen al comp¨¢s de ella. Sus antecesores hablaban para un peque?o p¨²blico cultivado que ha ido extingui¨¦ndose. Por contraste, los "nuevos intelectuales" se dirigen a un p¨²blico extenso y menos letrado, empleando un lenguaje llano y abordando asuntos del peri¨®dico. Son acad¨¦micos de formaci¨®n, pero les separa de sus colegas haberse transformado en modelos medi¨¢ticos y, tambi¨¦n, seg¨²n sus detractores, en pensadores integrados. Lejos de presentarse como jueces indigestos que azotan al poder, sus ideas son digeribles por el sistema y al cabo contribuyen a la serenidad. Su escritura es tambi¨¦n la de comunicadores de masas. Muchos de ellos redactan novelas adem¨¢s de ensayos, pero, aun en sus ensayos, las aproximaciones est¨¢n muy personalizadas.
Al margen de que sus perspectivas ideol¨®gicas sean distintas, autores como Stephen Carter, Shelby Steel, Patricia Williams o Derrick Bell, entre otros, han dedicado buena parte de su trabajo a explorar el g¨¦nero conocido como Autocritography, mezcla de reflexi¨®n autobiogr¨¢fica y aproximaci¨®n cr¨ªtica. Con ello siguen la imp¨®rtante herencia de James Baldwin y sus ensayos introspectivos, aunque no necesariamente su calidad. No todos los del grupo son buenos escritores. Ni siquiera una mayor¨ªa. Pero en tiempos donde no se esperan grandes cosas de la cultura, la reflexi¨®n se simplifica y lo pol¨ªticamente correcto reclama negritud; ellos son las nuevas estrellas pensadoras.
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