Ministros en son de guerra
Un mitin de Serra es una conferencia le¨ªda con entonaci¨®n de mitin. Belloch convierte sus notas escritas en una conferencia con tono de di¨¢logo y destellos de mitin. Borrell cuaja un mitin con la solidez de una conferencia
San Sebasti¨¢n. S¨¢bado por la ma?ana. Gobierno y Partido Popular coinciden en el mismo hotel, en la misma planta, en el mismo pasillo. Narc¨ªs Serra va a dar una rueda de prensa en una peque?a y elegante sala. En la de al lado, j¨®venes populares preparan una reuni¨®n de Nuevas Generaciones. La cohabitaci¨®n no provoca, al menos aparentemente, la menor tensi¨®n.Un ertzaina de paisano pide a un periodista de radio, antes de que coloque su micr¨®fono en la mesa donde se va a sentar el vicepresidente, que "por favor" ponga en marcha su magnet¨®fono, y comprueba atentamente que funciona sin nada sospechoso. Da las gracias. El periodista, casi de la misma edad que el ertzaina, musita "joder". Tono de molestia, no exactamente de queja. Despu¨¦s, un escolta de Serra, trajeado, severo, echa una mirada por el ventanal. Cierra en¨¦rgicamente las cortinas. Y a continuaci¨®n los visillos. Es una medida de seguridad que produce una sensaci¨®n extra?a. Aunque sea poca la luz que ha desaparecido. Porque el d¨ªa es oscuro y lluvioso. El viento racheado lanza las gotas de lluvia como perdigones. Aunque ni eso ni el fr¨ªo -ocho grados- arredra a tres hombres y una mujer que van en traje de ba?o por la playa de La Concha en direcci¨®n a las olas.
250 oyentes
Doscientas cincuenta personas se han acercado hasta la nueva Escuela de Arquitectura para escuchar al vicepresidente del Gobierno encorbatado, chaqueta azul y pantal¨®n gris. M¨¢s que un mitin, va a ser una charla en familia. M¨¢s que un mitin, Serra lee un discurso con entonaci¨®n mitinera. Pero a ratos eso no basta y a algunos oyentes se les extrav¨ªa la mirada hacia el techo.
Serra arremete contra la locura de ETA. Si los empresarios son secuestrados, qui¨¦n va a querer fundar empresas o invertir en Euskadi. Reprocha al PP, sin citarle, que rompa la cohesi¨®n de las fuerzas democr¨¢ticas en la pol¨ªtica antiterrorista, porque esa fractura da alas a los violentos. "?Tantas veces hemos renunciado al protagonismo partidista para favorecer la unidad frente a los terroristas... !". Y pone a Od¨®n Elorza, alcalde de San Sebasti¨¢n, como ejemplo de coraje. Y como ejemplo de buena gesti¨®n, porque su tarjeta de visita, dice, son los miles de viviendas de protecci¨®n oficial construidas, las facilidades para instalar cinco nuevas facultades...
En cambio, el PP -contrapone Serra- oculta su mala gesti¨®n donde gobierna, y suple la falta de ideas con carteles con la foto de Aznar como si se presentara a las elecciones. Cuando de lo que se trata es de elegir alcaldes y presidentes auton¨®micos. "Estamos asistiendo a un intento de dar gato por liebre". Tras el aplauso, el resumen del mensaje que quiere transmitir: lo que diferencia al PSOE del PP en estas elecciones es que los socialistas quieren los gobiernos municipales para favorecer la instalaci¨®n de parques empresariales, la formaci¨®n profesional y crear empleo.
Suena la m¨²sica de campa?a. Los candidatos a varias alcald¨ªas y a las Juntas Generales suben al escenario y lanzan rosas a los asistentes. Serra las entrega en mano, una a una.
Juan Alberto Belloch las lanza a pu?ados esa misma tarde en Zaragoza. Se ve que disfruta haci¨¦ndolo. Y prest¨¢ndose al beso de las se?oras. Y entablando conversaci¨®n con los militantes, que pueden convertirse en simpatizantes. Y firmando aut¨®grafos, aunque sea en el pasillo del WC de caballeros. Acaba de terminar su quinto mitin electoral. Ha logrado reunir a unas mil cien personas en el auditorio. Pero faltaban casi ochocientas para llenar el aforo.
Al llegar al atril ha colocado unas cuartillas que ten¨ªa dobladas, y que se deslizan. Que coloca de nuevo, y se deslizan. Que vuelve a colocar y se vuelven a deslizar. "No tengo mucha experiencia. He tra¨ªdo unas notas, que se me escurr¨ªan", confiesa en voz alta, con familiaridad. Porque ha empezado a tratar al p¨²blico de usted, pero inmediatamente ha pasado a tratarle de t¨². Deja ver que tiene ganas de torear, y con el mism¨ªsimo Aznar. "?Ojal¨¢ hubiera ideas
[en el PP], incluso de pol¨ªtica general, que se pudieran debatir en esta campa?a!". Pero los populares, seg¨²n ¨¦l, van por la vida con la raz¨®n puesta a la espalda, y, en consecuencia, no pueden compartirla con nadie. De ah¨ª los problemas de los populares para conseguir interlocutores. "Los socialdem¨®cratas pensamos que nuestros valores son mejores, pero tambi¨¦n pensamos que la mejor forma de encontrar la raz¨®n es busc¨¢ndola entre todos".
"Somos", dice sumergi¨¦ndose e identific¨¢ndose en un pasado del PSOE que ¨¦l no ha protagonizado, "el proyecto pol¨ªtico que ha construido el Estado del bienestar y, por tanto, quienes podemos mantenerlo". A partir de ah¨ª arremete con tono despectivo contra el PP. Porque en algunos aspectos es "una opci¨®n peronista de extra?a comprensi¨®n".
Cuando m¨¢s le aplauden es cuando critica la corrupci¨®n. ?Catarsis? Los socialistas aragoneses quieren sacudirse de encima el bald¨®n de tantos esc¨¢ndalos, y el p¨²blico que asiste al mitin parece necesitar un sacerdote que le redima de la verg¨¹enza de los pecados cometidos por quienes les han deshonrado. Por eso suena la ovaci¨®n cuando reconoce que ha sido un problema muy, muy grave haber tenido a corruptos en casa. Y suena de nuevo cuando arguye que "lo que ocurre" es que Rold¨¢n est¨¢ en la c¨¢rcel. Y vuelve a sonar el, aplauso cuando enfatiza que ser¨¢ juzgado por todos los delitos que la justicia considere necesario. ?l, proclama, va a seguir luchando contra la corrupci¨®n. Mientras que "al electorado del PP", generaliza, "lo de la corrupci¨®n le parece algo normal". Los populares, en cuesti¨®n de corrupci¨®n, son "sepulcros blanqueados".
Antes de acabar, Belloch hace una propuesta que impl¨ªcitamente reconoce una quiebra de la mayor¨ªa que ha sostenido al PSOE: "En torno al PSOE y al sentido com¨²n hay que reconstruir una mayor¨ªa capaz de ilusionar a los espa?oles".
Donde acaba Belloch empieza Borrell. El ministro de Obras P¨²blicas ha sacado del armario el pantal¨®n de pana y se ha puesto un lazo azul en la cazadora de ante. Recorre a la carrera el tramo entre su silla de tijera en la plaza de los Fueros de Barakaldo y el atril donde le ha precedido el combativo Ram¨®n J¨¢uregui. En la soleada ma?ana del domingo, Borrell pone perspectiva en la batalla pol¨ªtica, y se esfuerza en imprimir vigor y vigencia a los valores que deben sobrevivir despu¨¦s de la batalla. Despu¨¦s, muy probablemente, de la derrota. As¨ª que recuerda que hubo otros tiempos tambi¨¦n dif¨ªciles, que fueron superados porque hab¨ªa detr¨¢s un partido, "un pu?o y una rosa que nadie debe esconder y que todos debemos blandir con orgullo".
Borrell traza did¨¢cticamente la diferencia entre la izquierda y la derecha: la izquierda cree que la salud, la vivienda, la educaci¨®n, las pensiones, las carreteras son derechos; la derecha las trata como si fueran mercanc¨ªas. "Yo no quiero dejar en manos del mercado la protecci¨®n de la salud, ni tampoco las pensiones, porque la capitalizaci¨®n individual puede irse al garate por la inflaci¨®n". Se opone al culto del individualismo y a una competencia que deriva en lucha de todos contra todos. "La competencia es una exigencia, pero no nuestra ideolog¨ªa".
Nacionalistas
Es escuchado atentamente, sin apenas ser interrumpido por los aplausos de unas mil personas que no llenan la plaza. La econom¨ªa, les dice ¨¦l, debe estar al servicio de la sociedad y no al rev¨¦s. El trabajo, y no la moneda, deben estar en el coraz¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica. La idea de que los socialistas se deben ir porque ya han cumplido su papel puede tener r¨¦plica, les anima Borrell: a quien diga eso le pod¨¦is responder que el socialismo es m¨¢s que la aplicaci¨®n de una serie de recetas, "es la aplicaci¨®n permanente de los principios de libertad e igualdad". La solidaridad es lo que est¨¢ en la base de la izquierda. Es lo que le separa de los nacionalistas, que consideran primordial la identidad nacional.
Y dicho eso, junto con J¨¢uregui, Nicol¨¢s Redondo Terreros y Ram¨®n Rubial, sube al barrio de Otxarkoaga, a la sede del PSOE a la que llegaron la noche anterior veinte j¨®venes encapuchados, con martillos, con hachas, y despu¨¦s de amenazar con quemar a quienes estaban dentro si no se marchaban lanzaron un bid¨®n con gasolina y prendieron fuego al local.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.