La Euroc¨¢mara pide un refer¨¦ndum sobre Maastricht
La reforma del Tratado de Maastricht deber¨ªa someterse a "un refer¨¦ndum en toda la Uni¨®n, dado que est¨¢ en juego una decisi¨®n colectiva que afecta al conjunto de Europa". Esta propuesta fue una de las aprobadas ayer en Estrasbrugo por el Parlamento Europeo (PE). Forma parte del documento propuesto por la Euroc¨¢mara a la Conferencia Intergubernamental (CIG) que debe reformar en 1996 el Tratado de la Uni¨®n. "Alternativamente", reza el texto, aprobado por 289 votos contra 103 negativos y 74 abstenciones, "los Estados miembros podr¨ªan acordar la celebraci¨®n de referendos nacionales" o votaciones parlamentarias "simult¨¢neamente o con pocos d¨ªas de intervalo".
Cuando al final de la campa?a presidencial francesa Jacques Chirac reverdeci¨® su propuesta de pasar la reforma de Maastricht por el cedazo de un refer¨¦ndum nacional, las buenas conciencias europe¨ªstas clamaron al cielo, interpretando la idea como un gui?o hacia el m¨¢s rancio y euroesc¨¦ptico nacionalismo franc¨¦s.Paradojas de la vida, es ahora la reserva espiritual del m¨¢s ind¨®mito europe¨ªsmo, el PE, quien se suma a la propuesta aument¨¢ndola: deber¨ªa celebrarse "en toda la Uni¨®n". La idea, aunque formulada como "posibilidad", responde a dos c¨¢lculos. Uno, puesto que algunos pa¨ªses convocar¨¢n refer¨¦ndum de todas todas m¨¢s vale que sea en los Quince, a ver si se reactiva una conciencia clara de europe¨ªsmo. Dos, con ello se pretende forzar a los Gobiernos -responsables de la CIG-, a reformar el tratado de forma clara, coherente y satisfactoria.
Brindis al sol, realismo calculado o apertura de una caja de Pandora, la propuesta queda ah¨ª. Es tangible. Contra la tradici¨®n testimonial de la Euroc¨¢mara, no es ut¨®pica sino realista, como lo es todo el documento del PE, muy en l¨ªnea con el elaborado la semana pasada por la Comisi¨®n presidida por Jacques Santer. Rezuma tanto pragmatismo que hasta uno de sus redactores, el democristiano Jean Louis Bourlanges dijo en el debate haber vivido "como un v¨ªa crucis" la necesidad de responder al com¨²n denominador de la C¨¢mara, alejado de sus "expectativas", mucho m¨¢s federalistas. El otro redactor, David Martin, laborista pero brit¨¢nico, se mostr¨® en cambio satisfecho por no proponer "un punto de vista maximalista". La CIG no debe concentrarse "en la transferencia de nuevos poderes" a la UE sino en "aclarar sus funciones", ambiciona, modesto, el texto.
Los eurodiputados proponen comunitarizar al m¨¢ximo tanto la pol¨ªtica exterior y de seguridad com¨²n (y absorber a la Uni¨®n Europea Occidental dentro de la UE, as¨ª como abrir paso a las acciones comunes exteriores por mayor¨ªa) como los asuntos de Justicia e Interior, en los que desde Maastricht prima lo intergubernamental. Desean colocar el empleo como frontispicio del Tratado y crear un Comit¨¦ de Empleo del mismo rango que el Comit¨¦ Monetario. Y asentar la noci¨®n de "servicio p¨²blico universal" para garantizar a los ciudadanos "un acceso igual a los servicios de inter¨¦s econ¨®mico general".
En el cap¨ªtulo institucional admiten una Europa de velocidades flexibles, pero "no a la carta " (y contemplan por vez primera el "abandono" de un Estado si bloquea la reforma); el reforzamiento de la Comisi¨®n; un statu quo de los Estados en el Consejo, aunque ampliando las decisiones por mayor¨ªa y limitando la unanimidad a las modificaciones del Tratado de Maastricht, la ampliaci¨®n de la Uni¨®n Europea, la reforma de los recursos propios y muy pocas m¨¢s.
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