Ya est¨¢ claro
Nada que hacer. Se llegaron a Madrid, desde Argentina, desde Italia, con mil esperanzas. Hoy son almas que en pena van errando por los congresos. Psiquiatras en Madrid: ?oh especie extinguida, oh cruel melancol¨ªa de ornitorrincos! En el ¨²ltimo rinc¨®n de la fila, despreciados por sus colegas, compadecidos por sus profesores, en posesi¨®n tan s¨®lo de unas pocas fichas cl¨ªnicas en las que ya ni siquiera se distingue bien el nombre del paciente, as¨ª intentan explic¨¢rselo, as¨ª meditan: "Almod¨®var, quiz¨¢: ¨¦l, como Freud, ya lo dijo todo. O las tertulias, ese inmenso div¨¢n imp¨²dico... Tal vez el cielo de Madrid... Qui¨¦n lo sabr¨¢, qui¨¦n lo sabe...". Los m¨¢s listos, sin embargo, ya han abandonado las ¨²ltimas filas. Afanosamente, intentan eliminar de su curr¨ªculo los a?os que pasaron en la ciudad desabrochada. Los m¨¢s listos se han trasladado. A Barcelona, por supuesto. Barcelona, que despu¨¦s de la isla de Manhattan y de Buenos Aires, claro, ya presenta la mayor proporci¨®n de psiquiatras del mundo. Un nuevo signo de civilizaci¨®n que a?adir a tantos... ?C¨®mo sin esos bienhechores iban los barceloneses a soportar los atolladeros del tr¨¢fico privado mientras mantienen inmaculados metros y metros de tentador carril bus al lado? ?C¨®mo sin el influjo de esos gram¨¢ticos del alma iban los arquitectos a desarrollar sus indescriptibles y hegem¨®nicas construcciones ling¨¹¨ªsticas, c¨®mo sin Lacan? ?C¨®mo sin su apoyo constante y car¨ªsimo -que sea caro es fundamental-, sin su elegante chapoteo salivar ¨ªbamos a creemos autosatisfecho oasis de la raz¨®n y de la gl¨¢ndula??C¨®mo, c¨®mo, ?y no lo hab¨ªamos descubierto antes!, se puede ser Pujol o Serra, c¨®mo, sin tics; c¨®mo podr¨ªamos, ellos dos los primeros y todos juntos detr¨¢s, ser pura pasi¨®n prieta, copos, copitos de nieve que queman en el palmeral?
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