El ejemplo Jospin
De entrada conviene desenmascarar los intentos de aprovechamiento por parte de guerristas o renovadores: la recuperaci¨®n del electorado de izquierda en Francia, tras el desastre de las europeas y la aparici¨®n fugaz del cometa Tapie, surge precisamente por oposici¨®n a su socialismo. Frente a los liderazgos carism¨¢ticos, del tipo Craxi, Mitterrand o Gonz¨¢lez. Frente al enlace demasiado visible entre los autodenominados socialistas y los poderes econ¨®micos, con la consiguiente cascada de casos mayores y menores de corrupci¨®n. Frente a la marginaci¨®n del objetivo tradicional en la socialdemocracia de corregir la desigualdad. Y, en fin, frente a la confianza sin l¨ªmites en la pol¨ªtica entendida como operaci¨®n permanente de marketing, haciendo de la imagen el protagonista privilegiado de la actuaci¨®n del hombre p¨²blico. Jospin ni siquiera sab¨ªa fijar la mirada en la c¨¢mara, no exhib¨ªa un solo eslogan y tampoco insultaba al adversario. En esto era, pues, el antigonz¨¢lez. O el antitapie, por situamos en Francia. Pero dominaba los temas y los an¨¢lisis, las metas eran cre¨ªbles y con ello devolv¨ªa a la socialdemocracia su dimensi¨®n reformadora, en cuanto socialismo de lo posible. Abri¨® as¨ª un camino hacia el futuro, hasta hace unas semanas inexistente. Como por otra v¨ªa lo ha hecho el Partido Democr¨¢tico de la Izquierda, el ex PCI, en Italia, con una trabajosa reconversi¨®n que ahora comienza a dar frutos.Son lecciones que debieran ser aprovechadas por la izquierda espa?ola, y no s¨®lo por el PSOE, si de veras busca una reconstrucci¨®n en vez de la prolongaci¨®n de una ya inacabable agon¨ªa. En el caso de Izquierda Unida (IU), porque el espejismo del ascenso electoral sirve ¨²nicamente para encubrir unas limitaciones insalvables que la bloquean como eventual alternativa al PSOE. Resulta de dif¨ªcil justificaci¨®n en este final del siglo XX mantener las siglas comunistas, implantadas por Lenin en 1918 para marcar el fin de la democracia y la entrada en el supuesto reino de la igualdad. Tampoco cabe ir m¨¢s all¨¢ de la consolidaci¨®n de un gueto con un liderazgo como el de Julio Anguita, encastillado en propuestas tales como hacer de la Constituci¨®n de 1978 la base de la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola, olvidando la exigencia formulada por Carlos Marx de analizar con rigor el capitalismo como precondici¨®n para cualquier tipo de pol¨ªtica a ¨¦l enfrentada. Sin olvidar el contraste entre un electorado en ascenso y el anquilosamiento del modelo org¨¢nico, con un n¨²cleo en declive, el PCE, que controla a la organizaci¨®n exterior, Izquierda Unida.
Pero es l¨®gicamente en el PSOE donde el ejemplo Jospin debiera hacer mella. Porque toca a su fin la era de los modernizadores de la patria, obsesionados por la manipulaci¨®n desde la imagen. Y con este fin no debiera llegar el del partido, donde en esta d¨¦cada ampliada no faltaron los buenos gestores, tanto a nivel nacional (pensemos en hombres como Mor¨¢n o Borrell) como de comunidad (a mi juicio, cuando olvida el GAL, Leguina) o de municipio. De momento se encuentran envueltos en la mara?a de un partido regido al modo de Guerra. Pero de alg¨²n modo, como Jospin en Francia, deber¨¢n soltarse las ataduras tras una eventual derrota y recuperar el antes mencionado socialismo de lo posible. Por el PSOE y por el conjunto de la izquierda, que sin duda pasar¨ªa malos tragos bajo un Gobiemo del Partido Popular. Y no porque el PP represente la vuelta al 36 o el ya hemos pasao. No es cuesti¨®n de neofascismo, sino, por mis impresiones, de la llegada al poder, en proporciones que hoy a¨²n no es dado predecir, de exponentes de un liberalismo econ¨®mico orientado al desmantelamiento de nuestro precario Estado de bienestar, del predominio de los intereses privados en la ense?anza, de la cultura vista seg¨²n el criterio "que la pague quien la quiera", sobre el fondo del Tenorio (escribo desde Madrid), del resentimiento contra todo lo que fue obrero y democr¨¢tico en nuestra historia (id¨¦ntica atalaya) y de la reanudaci¨®n del camino ascendente para el Opus Dei. Un panorama poco atractivo, contra el cual un liderazgo marcado por la corrupci¨®n no es la mejor de las defensas posibles.
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