Las reformas hacen temer un estallido social
J. J. A. La complejidad de los problemas de Brasil, que sufre una huelga general de imprevisibles consecuencias, guarda relaci¨®n con sus proporciones. Todo es a¨²n gigantesco: los habitantes en la miseria -31 millones-, las lacerantes desigualdades, el patrimonio nacional -incalculable-, las posibilidades de desarrollo, los avances tecnol¨®gicos. Y es tambi¨¦n serio el peligro de rebeliones entre quienes se sienten directamente afectados por las re formas que Fernando Henrique Cardoso lleva adelante para tratar de equilibrar las rentas y las oportunidades de bienestar.
El presidente de la Central ¨²nica de Trabajadores de Brasil (CUT), Vicente Paulo da Silva, no lo ve as¨ª, y ha advertido que una intervenci¨®n militar contra la huelga de 45.000 trabajadores del sector petrolero, que desde hace 17 d¨ªas paraliza las principales refiner¨ªas nacionales y amenaza el suministro de gasolina y gas, podr¨ªa terminar como en 1988, a?o en que tropas del Ej¨¦rcito irrumpieron en la Compa?¨ªa Sider¨²rgica Nacional causando la muerte de tres huelguistas. El paro, ampliado a otros 300.000 empleados de diferentes gremios seg¨²n la CUT, no es simplemente una medida de fuerza por reivindicaciones, salariales, sino un alzamiento sindical en apoyo del monopolio estatal y contra las reformas constitucionales promovidas por el presidente Fernando Henrique Cardoso para poder abrir esos monopolios al capital extranjero.
Huelgas y proteccionismo
"Ni los empresarios de la d¨¦cada de los ochenta, en plena dictadura militar, actuaron as¨ª", acus¨® Da Silva al Ejecutivo, que rechaza la negociaci¨®n con los portavoces de la huelga al haber sido declarada ?legal por el Tribunal Superior del Trabajo. Exponente de las dificultades encontradas por el Gobierno en el cumplimiento de sus planes, la huelga es apoyada por cientos de miles de trabajadores que temen por cambios desfavorables en el sistema de seguridad social y por su puesto con las privatizaciones. Tambi¨¦n es vista con buenos ojos, veladamente, por los empresarios interesados en que Brasil contin¨²e siendo uno de los pa¨ªses m¨¢s proteccionistas de Am¨¦rica Latina, para as¨ª conser var sus ventajas econ¨®micas. Los sindicalistas petroleros dijeron contar con la adhesi¨®n de ferroviarios, profesores y servidores de la red estatal de salud y seguridad social.
Cardoso, declaraba a este enviado que "esas huelgas son pol¨ªticas. Y no lo digo para criticar. Es normal. Lo que est¨¢ en juego es si el sindicato se impone, y ahora no solamente frente el Ejecutivo, sino frente a la justicia, ya que no est¨¢n acatando decisiones de la justicia".
Una vez que se ha conseguido controlar la inflaci¨®n, la reforma de la Carta Magna de 1988, que elev¨® a constitucionales disposiciones que normalmente debieron haber quedado en el ¨¢mbito de las leyes, ha sido la principal tarea del Gobierno establecido hace cuatro meses y medio. Para poder aplicar su pol¨ªtica, Cardoso deber¨¢ liberarse de las equ¨ªvocas trabas nacionalistas incorporadas al texto fundamental. El documento reserva para el Esta do la explotaci¨®n, entre otros, del sector del petr¨®leo y las comunicaciones, y limita dr¨¢sticamente la entrada del capital exterior, reservando para las empresas nacionales la libertad de de operar en esos cotos.
Las expectativas despertadas entre las clase m¨¢s humildes por el triunfo del soci¨®logo Cardoso en las elecciones generales del pasado a?o son muchas, y no siempre posibles, a juzgar por los datos, prespuestarios esgrimidos por el jefe de Estado. Piden un salario m¨ªnimo digno legiones que sobreviven indignamente, piden tierras y aperos quienes no los tienen, y, a lo largo del inmenso territorio nacional se suceden reclamaciones en educaci¨®n y salud, que fueron desatendidas durante, generaciones.
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