?Qu¨¦ votamos el domingo?
El pr¨®ximo domingo se renueva la composici¨®n pol¨ªtica de m¨¢s de ocho mil municipios y de 13 de las 17 comunidades aut¨®nomas, por lo que cabr¨ªa pensar que los problemas de ayuntamientos y comunidades ser¨ªan el eje del debate pol¨ªtico. Pero por segunda vez nos encontramos con la incertidumbre no de a qui¨¦n votar, sino de qu¨¦ es lo que votamos. Pues, al igual que ocurri¨® con las pasadas europeas, y por mucho que se diga lo contrario, ¨¦stas se presentan, otra vez, como unas primarias, una especie de macrosondeo de opini¨®n acerca del apoyo respectivo de los partidos pol¨ªticos, relegando al olvido cualquier otro tema, incluso el clave de que en estas elecciones (a diferencia de las europeas) est¨¢ en juego mucho, much¨ªsimo poder que condicionar¨¢ poderosamente el futuro.A ello contribuyen numerosos factores. De no poca importancia es la legislaci¨®n electoral. Pues si el elector no puede sino aceptar o rechazar en bloque la oferta de los partidos, todo comicio puede y debe ser le¨ªdo en clave de apoyo partidista. No obstante, si en alguna elecci¨®n cuentan las personas, ¨¦sas son, sin duda, las municipales, m¨¢s a¨²n que en las generales (donde s¨®lo cuentan los l¨ªderes).
En segundo lugar, es evidente el inter¨¦s del PSOE en calentar el debate pol¨ªtico para reducir la abstenci¨®n, en el supuesto (dudoso a estas horas) de que una mayor participaci¨®n electoral redunda en su beneficio. Y para ello, al parecer, todo es bueno: remover los fantasmas de la guerra civil, amenazar con que viene la derecha, acusar a ¨¦sta de querer robar a los pobres para entreg¨¢rselo a los ricos, y proferir todo tipo de improperios, llegando incluso a la acusaci¨®n m¨¢xima: "peronistas". Y puesto que se trata de elecciones municipales, se centra el debate en las pensiones o la reforma fiscal, temas claramente de competencia local. De modo que se nos pide el voto para el PSOE "porque se trata de...", pero se nos pide que no votemos al PP porque se trata de Espa?a. Coherente. Uno est¨¢ casi curado de espanto, pero ¨¦sta es la campa?a m¨¢s sucia y deleznable que he visto jam¨¢s. In¨²tilmente; pues, aunque se dice lo contrario de lo que se hace, el electorado entiende lo contrario de lo que se dice, y todos sabemos que lo que est¨¢ en juego es qui¨¦n tiene m¨¢s apoyo. ?sa ser¨¢ la lectura la noche del 28: qui¨¦n ha ganado las elecciones. No las de esta o aquella ciudad; no las de esta o aquella comunidad. Sino las lecciones, punto.
Pero, sobre todo, a esta confusi¨®n contribuye el que, como ya ocurri¨® con las europeas hace un a?o, estas elecciones aparecen sobredeterminadas por la creciente polarizaci¨®n pol¨ªtica. Pues es evidente que el ¨²nico modo, de evitar la contaminaci¨®n de la sobrecalentada pol¨ªtica nacional sobre las elecciones locales hubiera sido convocar al tiempo las generales, permitiendo que los electores separaran lo que debe ser separado. Al no hacerlo, muchos electores van a darle la patada al PSOE o a Felipe Gonz¨¢lez en las posaderas de Lerma, Leguina y muchos alcaldes o concejales a quienes, de otro modo, hubieran votado. Y as¨ª se castiga a quien no lo merece (o al menos no del todo). Pero adem¨¢s se premia a quien tampoco lo merece (al menos no del todo), pues el resultado objetivo es que el apoyo real del PP aparecer¨¢ sobredimensionado por ese voto de castigo, por un voto prestado, como ocurri¨® ya en las europeas. El poder, sin embargo, se alimenta de imagen de poder, de modo que aquella "falsa" diferencia de 10 puntos obtenida en 1994 se ha consolidado ya, y es m¨¢s que probable que la diferencia se agrande el pr¨®ximo domingo hasta situarse en niveles pr¨®ximos a la mayor¨ªa absoluta. De modo que, por segunda vez, la estrategia de posponer las generales se revela como un excelente mecanismo de transferencia de votos. ?Era eso lo que se pretend¨ªa? Sin duda no, pero es lo que, por segunda vez y tras ¨ªmprobos esfuerzos, parece que va a conseguirse: dar una imagen del PSOE peor de la real y una imagen del PP mejor de la real, im¨¢genes que acabar¨¢n consolid¨¢ndose.
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