No son m¨¦todos
SER?A INGENUO desechar el arma de la presi¨®n en unas negociaciones, como las de la pesca en Marruecos, en las que Espa?a se juega una parte importante del ya de por s¨ª negro futuro de su industria pesquera. Pero ese arma debe circunscribirse al uso inteligente de las bazas que se tienen entre manos y siempre desde la raz¨®n y desde la legalidad. Nunca desde la calle y con medidas de fuerza.A los pescadores andaluces les interesa, m¨¢s que a nadie, que las negociaciones de Bruselas concluyan de la manera m¨¢s favorable a sus intereses. Est¨¢ en juego nada menos que su trabajo. Es l¨®gico, pues, que les preocupe la actual paralizaci¨®n del proceso negociador y que les inquiete la incertidumbre de sus resultados. Y que intenten tambi¨¦n influir en los negociadores europeos y en el Gobierno espa?ol para que se tengan en cuenta lo m¨¢s posible sus puntos de vista.
Pero el camino que han elegido algunos es equivocado, adem¨¢s de ilegal. Tambi¨¦n puede ser el m¨¢s contraproducente para que sus leg¨ªtimos intereses sean atendidos como deben en la mesa de negociaciones. Lo es dedicarse a arrojar al asfalto el pescado de los camiones que llegan al puerto de Algeciras con pesca e impedir su tr¨¢nsito hacia los mercados europeos. Pero todav¨ªa es m¨¢s lamentable que los responsables de las cofrad¨ªas de pescadores no s¨®lo no corten esos brotes de violencia, sino que los alienten. Quienes les animan, desde posiciones de un nacionalismo de campanario, a seguir en esa actitud no son precisamente los que pagar¨ªan los platos rotos en el supuesto de una ruptura de negociaciones o de un mayor endurecimiento de las posiciones de Marruecos.
Las autoridades no pueden quedarse con los brazos cruzados ni mirar hacia otro lado cuando se arroja el pescado al asfalto o se impide la circulaci¨®n de los camiones marroqu¨ªes. Es su responsabilidad garantizar la seguridad p¨²blica, el libre tr¨¢nsito de mercanc¨ªas y el respeto de los bienes ajenos. Y tambi¨¦n lo es impedir situaciones que pueden causar m¨¢s da?o que beneficio al desarrollo de las negociaciones en curso. De ah¨ª que resulten incomprensibles la pasividad o la impotencia con que est¨¢n actuando la Guardia Civil y la polic¨ªa ante lo que sucede en el puerto de Algeciras. Esa actitud es al menos tan incomprensible como la de las autoridades francesas cuando permanecen impasibles ante los actos vand¨¢licos cometidos por los agricultores de su pa¨ªs contra los camiones cargados de frutas y verduras procedentes de Espa?a.
La Junta de Andaluc¨ªa ha elegido, por el contrario, un camino que, sin salirse de la legalidad en absoluto, puede hacer entender a Marruecos que el trasiego de su pescado por los puertos y por el territorio espa?oles est¨¢ sujeto a condiciones que no pueden dejar de cumplir: las exigidas por las directivas europeas sobre el control fitosanitario de las mercanc¨ªas procedentes de terceros pa¨ªses. Aplicar a rajatabla esas condiciones de control es obligado en cualquier circunstancia, pero todav¨ªa m¨¢s cuando el pa¨ªs que se beneficia de ese mercado libre pretende imponer contrapartidas excesivamente onerosas al uso de sus bancos de pesca. Ese control deber¨ªa ser suficiente para que los pescadores andaluces abandonaran el arriesgado e inaceptable m¨¦todo de tomarse la justicia por su mano.
Espa?a, y m¨¢s en concreto, los pescadores andaluces, necesitan como el comer un acuerdo equilibrado y realista de pesca con Marruecos. Pero tambi¨¦n marruecos lo necesita. El mercado espa?ol y el europeo son esenciales para sus productos de pesca. Necesita, por lo dem¨¢s, las inversiones y las t¨¦cnicas pesqueras espa?olas y europeas. Son bazas que pueden y deben jugarse con inteligencia y tes¨®n en la mesa de negociaciones. Pero nunca en la calle. Salvo que se quiera enredar todav¨ªa m¨¢s una partida ya de por s¨ª harto complicada.
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