El Ajax destrona al Milan
Un gol de Kluivert a seis minutos del final decide una final muy competida
Alax: Van der Saar; Reiziger, Blind, Frank de Boer; Rijkaard; Seedort (Kanu, m. 53), Litmanen (Kluivert, m. 68), Davids; Finidi; Ronald de Boer y Overmars.Milan: Rossi; Panucci, Baresi, Costacurta, Maldini; Desailly; Donadoni, Albertini; Boban (Lentini, m. 85), Massaro (Eranio, m. 90) y Simone.
Gol: 1 -0. M.84 Overmars toca para Rijkaard, el centrocampista le propone la pared a Kluivert, pero ¨¦ste, perpendicular al poste izquierdo de Rossi, se deshace de su marcador y con la zurda marca ajustado al palo.
?rbitro: Ion Craciunescu (Rumania). Mostr¨® la tarjeta amarilla a Overmans y Blind.
Lleno en el Prater de Viena: unos 49.700 espectadores. Terreno de juego impecable.
El Ajax recogi¨® en el Prater el trofeo que le acredita como el nuevo rey continental. Le faltaba a ese grupo de veintea?eros una prueba inequ¨ªvoca de que su f¨²tbol no era solo palabrer¨ªa. Y en esta d¨¦cada no hay todav¨ªa nada m¨¢s prestigioso que ganarle la Copa de Europa al Milan. Para presumir de ser alguien en el mundo hay que derrotar al Milan. Y el Ajax lo hizo con todas las de la ley en las dos confrontaciones previas y en la final. La suya era una candidatura sin trampa ni cart¨®n. Todo lo que tiene lo lleva puesto y lo exhibe. Es el f¨²tbol en estado puro frente al juego del Milan, tan calculado, tan fr¨ªo, tan perfecto que parece despersonalizado y se hace aborrecible.
La final fue un traspaso de poderes en toda regla con Frank Rijkaard como notario. El medio centro holand¨¦s aup¨® al Milan a la c¨²spide con el mismo poder¨ªo que ayer dej¨® el Ajax como nuevo due?o europeo. Result¨® un choque tremendo, por su competividad; propio de una final, con pocas opciones de gol y un marcador muy corto; y agradecido para ambos bandos.
El Milan proporcion¨® a sus hinchas suficientes argumentos durante la primera parte como para seguir creyendo en su leyenda. El segundo tiempo fue para amar al Ajax y a su insolencia. Result¨® el holand¨¦s un equipo indomable que, a diferencia del Marsella -que gan¨® al Milan en el 93-, re¨²ne todos los atributos como para pensar que le ha puesto, de verdad, la fecha de caducidad a un Milan que, tras tres finales consecutivas, el a?o que viene tendr¨¢ que ganarse el pan en la UEFA como cualquier fracasado. No pudo con el pasado (el Madrid sigue teniendo un t¨ªtulo m¨¢s: cinco contra seis) ni con el futuro (el Ajax amenza con retomar el esp¨ªritu de aquel equipo de Johan Cruyff que rein¨® en los setenta con tres Copas de Europa, la ¨²ltima en 1973).
Hay mucha literatura sobre el Ajax de ayer y tambi¨¦n alrededor del de hoy. Lleg¨® el equipo de Van Gaal a Viena muy acaramelado. Era aquel un conjunto angelical: el gusto por el f¨²tbol de ataque (una media de 2,5 goles por partido), el desprecio por la falta (cuatro tarjetas en toda la competici¨®n) y la sensaci¨®n de que, por fin, hab¨ªa en la cancha una generaci¨®n de jugadores capaces de ganar el mejor de los t¨ªtulos sin ninguna treta (s¨®lo una derrota, y en la muerte s¨²bita, en 46 partidos oficiales). Un colectivo dispuesto a jubilar de una vez al Milan, ese equipo que se hac¨ªa cada vez m¨¢s despreciable por la perfecci¨®n con la que ejecutaba su trabajo independientemente del nombre del adversario.
La excitaci¨®n de Ajax, aumentada con la lectura de las alineaciones (Savicevic estaba lesionado), dur¨® muy poco. Llegado el descanso nadie hab¨ªa dado fe de vida en el grupo holand¨¦s. El Milan desnuda a los rivales. Es capaz de convertir al mejor de los equipos en el peor. Funciona como una aspiradora: se traga al contrario. El Ajax qued¨® reducido a un grupo de an¨®nimos: no encontr¨® el bal¨®n ni el hilo conductor del juego, no dispar¨® una sola vez y no forz¨® un s¨®lo uno contra uno con ventaja. Parapetado en la medular con un muro presidido por el f¨ªsico de Desailly, el Milan llev¨® la iniciativa.
Presion¨®, toc¨® y domin¨® el campe¨®n. Dio siempre la sensaci¨®n de estar mejor armado que nadie. Pero no supo puntualizar la hegemon¨ªa que ejerc¨ªa en la cancha. Privado de Savicevic, el artista que el a?o pasado retrat¨® las verg¨¹enzas defensivas del Barcelona en el Olimpo de Atenas, el colectivo de Capello le falt¨® creatividad en terreno ajeno y pegada. Es cierto que el Ajax, v¨ªctima de la vasectom¨ªa que le practic¨® el Milan, no engendraba su f¨²tbol, pero tampoco se dej¨® meter mano. Estirado sobre el potro de torturas, aguant¨®, porque si bien comparte el mismo dibujo que el Barca, tiene un grupo m¨¢s joven, m¨¢s f¨ªsico y que no desprecia la estrategia.
El campe¨®n holand¨¦s aguard¨® hasta el descanso y luego se fue desbocando. Sali¨® Kanu y recuper¨® Su rostro de colectivo jovial, fresco y arrogante. El Ajax tom¨® el cuero, lo puso en r¨¢pida circulaci¨®n y el Milan fue perdiendo homogeneidad, terreno e indumentaria, hasta convertirse en un equipo cualquiera del calcio, desfondado y atrincherado.
El grupo de Van Gaal marc¨® el campo en territorio italiano: lleg¨® y, por contra, no dej¨® salir. No pudo el Milan armar su temible transici¨®n, porque nunca se encontr¨® con una p¨¦rdida de bal¨®n, y comenz¨® a sufrir el acoso rival. El Ajax se iba soltando, y a cada minuto que pasaba intentaba aquello que se le supon¨ªa y que antes no se atrev¨ªa. Abri¨® mucho el campo y oblig¨® a los laterales italianos a correrse a las bandas; toc¨® en la medular con Rijkaard de pivote; y desbord¨® tanto en carrera como en las afrentas personales. Y el gol lleg¨® en una jugada de su manual: una combinaci¨®n a tres toques, con un amago de pared, culminada por Kluivert.
El gui¨®n del encuentro sigui¨® entonces por los derroteros de cualquier final: gana el que primero marca. Impotente cuando tuvo el bal¨®n, no estaba el Milan como para remontar ahora el choque. V¨ªctima de su taca?ar¨ªa, el campe¨®n dobl¨® la rodilla y entreg¨® el testigo al Ajax. La m¨¢quina no pudo con el sentimiento, y el Ajax destron¨® al Milan.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.