Agon¨ªas de luz
La luminosa carcasa del palacio de Vel¨¢zquez, del Retiro, madrile?o, cuyas glorias art¨ªsticas pasadas, dicho sea de paso, ahora nos ponen melanc¨®licos, constituye un marco ideal para exhibir la obra de la pintor¨¢ Soledad Sevilla, galardonada no en balde con el Premio Nacional de Artes Pl¨¢sticas.Si el lugar es bueno, el tiempo primaveral tambi¨¦n acompa?a, no s¨®lo multiplicando las luces radiantes, sino hasta poniendo la mejor m¨²sica de fondo con el espont¨¢neo trino de los p¨¢jaros, que parecen acompa?ar premeditadamente una de las instalaciones que ha dise?ado la artista para la ocasi¨®n.
En cualquier caso, la l¨ªrica ambientaci¨®n no quita el aire tr¨¢gico de la mencionada instalaci¨®n, donde numerosos p¨¢jaros disecados se arremolinan, atrapados en vuelo, en una malla met¨¢lica. En las otras tres esquinas del palacio de Vel¨¢zquez se pueden ver -y en una casi hasta aspirar el aroma- otras tantas instalaciones que evocan sucesivamente la lluvia, la llama y la luz. Son po¨¦ticos ambientes, todos ellos entramados, donde el repiqueteo de fulgores genera una sensaci¨®n de ritmo, m¨¢s o menos apremiante, pero en la que se logra hasta sugerir el sonido.
De unos a?os a esta parte, Soledad Sevilla ha frecuentado este tipo de instalaciones, que son una prolongaci¨®n natural de su obra pintada, construida a trav¨¦s de tramas de luz, definidoras de espacios.
L¨®gica constructiva
En este sentido, esta exposici¨®n cobra un valor representativo singular, no s¨®lo por que la selecci¨®n permite seguir la evoluci¨®n de Soledad Sevilla desde finales de los a?os setenta hasta la actualidad, sino porque recrea la l¨®gica constructiva en ella impl¨ªcita hasta que naturalmente da el paso decisivo de ampliar su radio de acci¨®n -o, quiz¨¢, habr¨ªa que decir mejor al respecto-, de "respiraci¨®n", transform¨¢ndose el cuadro en "ambiente". Los cuadros de Sevilla son, adem¨¢s, una suerte de "tragaluces", con lo que esa irradiaci¨®n blanca del palacio madrile?o de Vel¨¢zquez potencia al m¨¢ximo la enjundia y la animaci¨®n de los colores: los rosados iniciales suben as¨ª a la superficie y casi se diluyen en una placa reflectante, mientras que los m¨¢s densos y c¨¢lidos de su ¨²ltima etapa se hacen m¨¢s profundos, a la vez que manifiestan con claridad los matices m¨¢s atrevidos.
En ambos casos, y, por supuesto, en el de las instalaciones, campa con soltura la sensibilidad de Soledad Sevilla, una sensibilidad entre el tormento y el ¨¦xtasis, hecha de agon¨ªas de luz, que pugna por revelar o hacer visibles impresiones lacerantes y festivas, dos caras de la misma moneda de la realidad.
Babelia
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