El sur acaba su romer¨ªa
M¨®stoles, la segunda ciudad madrile?a, deja atr¨¢s un convulso periodo pol¨ªtico
La romer¨ªa mostole?a se acaba. Ya se van aquellos que consiguieron hacer llegar el nombre del municipio m¨¢s all¨¢ de sus fronteras, a cuenta de las peleas internas, la expulsi¨®n de concejales, las falsas dimisiones e incluso las collejas.De los 28 ediles que han integrado la corporaci¨®n en M¨®stoles (199.000 habitantes), 17 salen definitivamente del espectro pol¨ªtico local y el resto ocupa lugares poco lucidos en las candidaturas o bien ha preferido formar peque?os partidos. Los que se quedan pretenden borrar de la memoria local las escenas violentas que ¨¦stos han tenido que presenciar durante los cuatro a?os de mandato municipal.
El periodo se mostr¨® como una caja de sorpresas desde la misma sesi¨®n de investidura del alcalde socialista, Jos¨¦ Baigorri, en 1991, que s¨®lo obtuvo el apoyo del ¨²nico concejal del CDS, mientras que Izquierda Unida se abstuvo argumentando que cumpl¨ªa con lo dictado por el consejo pol¨ªtico de Madrid. Una obediencia que dur¨® poco, ya que a mitad de legislatura la coalici¨®n rompi¨® con los mandatos de sus jefes.
Desde aquel momento, los acontecimientos se sucedieron cuesta abajo y sin frenos. Las grandes citas del a?o 92 que distrajeron a media Espa?a tambi¨¦n aplacaron la virulencia del carnaval pol¨ªtico de M¨®stoles. Aquel a?o el PP rob¨® el protagonismo al PSOE, y m¨¢s concretamente su portavoz, ?ngela Garc¨ªa, y otros dos concejales que se marcharon al grupo mixto porque, seg¨²n dec¨ªan, no les dejaban trabajar dentro del partido.
La carrera hacia el caos se aceler¨® a primeros del 93 con la dimisi¨®n del alcalde socialista "por razones personales". Los mismos motivos que le llevaron a arrojarse tres d¨ªas despu¨¦s al sill¨®n presidencial, tan s¨®lo unas horas antes de que el pleno ratificase su dimisi¨®n. Desde entonces, Jos¨¦ Baigorri se gan¨® el remoquete de "alcalde bumer¨¢n". Esa ma?ana de febrero result¨® hist¨®rica para M¨®stoles, ya que, como ocurri¨® en 1808, el municipio tuvo dos alcaldes: uno que entraba en su despacho para retomar el mando y otro (el hasta entonces primer teniente de alcalde, Jos¨¦ Luis Gallego) que sal¨ªa por la puerta de atr¨¢s jur¨¢ndosela a su antecesor, que d¨ªas despu¨¦s le destituy¨® para alejarle de la alcald¨ªa y, sin embargo, le mantuvo como concejal de Urbanismo.
Las huestes de Ferraz prometieron protecci¨®n pol¨ªtica a Baigorri, pero pronto se olvidaron de la empanadilla que se hab¨ªa montado en M¨®stoles cuando Felipe Gonz¨¢lez les moviliz¨® para adelantar las elecciones generales. Esta circunstancia desanim¨® al regidor, que opt¨® por emigrar definitivamente hacia sus originarias tierras navarras.
El camino qued¨® libre para Gallego, que comenz¨® por garantizarse la mayor¨ªa en los plenos cortejando a Izquierda Unida para firmar un pacto de gobernabilidad. La madre de la novia no estaba de acuerdo, pero la novia se uni¨® a los socialistas hasta que la desheredaron: tanto la asamblea de militantes de Izquierda Unida como su direcci¨®n en Madrid abandonaron a su suerte a los cinco concejales de M¨®stoles aclarando que ¨¦stos podr¨ªan trabajar, pero no bajo las siglas de IU.
Las concejal¨ªas de Cultura y Deportes y la de Participaci¨®n Econ¨®mica y Empleo formaron parte de la dote que recibieron los ediles expulsados de la coalici¨®n por su enlace con los socialistas.
Esa tranquilidad que el PSOE logr¨® con su matrimonio se resquebraj¨®, sin embargo, en el propio seno socialista. Y es que Gallego, tan temperamental, lleg¨® a collejear a uno de los cinco concejales que desde su llegada a la alcald¨ªa se mostraron cr¨ªticos con ¨¦l. El pescoz¨®n al edil constituy¨® el momento culminante de la tensi¨®n pol¨ªtica. Desde entonces, una calma tensa ha presidido la vida municipal hasta el ¨²ltimo pleno de la legislatura.
En la ¨²ltima cita municipal, el fabulador portavoz de la coalici¨®n, Salvador Torrecilla, aplic¨® uno de sus cuentos a s¨ª mismo y anunci¨® que a ¨¦l le hab¨ªa tocado ser la rana que ayud¨® al escorpi¨®n a cruzar el r¨ªo para luego ser envenenada por ¨¦l.
Ahora todos los partidos se juegan mucho; un municipio de casi 200.000 habitantes y un plan general pendiente constituyen la tarta m¨¢s suculenta para cualquier pol¨ªtico. Frases como "a ¨¦se no se le arruga el pantal¨®n, siempre lleva la raya muy marcada", en referencia al candidato del PP, o "Arteta no sabe lo que pasa en M¨®stoles porque no vive aqu¨ª", referida al n¨²mero uno del PSOE, se escuchan de unos partidos hacia sus contrarios.
Los l¨ªderes nacionales sonr¨ªen al pasar por un municipio anta?o olvidado mientras que las bases de los partidos se insultan mutuamente, se pinchan las ruedas de los coches y se hacen llamadas an¨®nimas en mitad de la noche. Es la guerra.
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