Tripita
El otro d¨ªa vi en televisi¨®n El pirincipe y la corista, una instructiva pel¨ªcula de Marilyn Monroe. Ahora que comienza el verano y que de nuevo se dispara el consabido tormento de los cuerpos; ahora que nos abruman con im¨¢genes de mujeres perfectas y neum¨¢ticas; ahora que nos mienten, en fin, como a pardillas, prometi¨¦ndonos unas carnes duras y ligeras si nos frotamos la rolliza cadera con ung¨¹entos, o si nos cortamos unos cuantos filetes de barriga con un cirujano muy simp¨¢tico; ahora, digo, en medio de toda esta indignidad corporal y esta tristura, hete aqu¨ª que aparece Marilyn Monroe en televisi¨®n hecha un torrezno. Y tan campante.Embutida en un apretado traje blanco, luc¨ªa con orgullo de mito er¨®tico una tripita oronda que, en realidad, superaba sobradamente los l¨ªmites del diminutivo cari?oso: era m¨¢s bien una tripona que hac¨ªa juego con unas caderas descomunales y con unas inmensas nalgas de ceporra. No cabe duda que, para el criterio est¨¦tico actual, estaba muy gorda. En sus tiempos, sin embargo, encarnaba el ideal de la belleza. Es una pel¨ªcula de 1957, esto es, pre-p¨ªldora y pre-feminismo sesentayochista. Es interesante observar c¨®mo el canon est¨¦tico de las mujeres ha ido derivando hacia cierta androginia a medida que ¨ªbamos ganando libertad; y c¨®mo ese f¨ªsico de hembra poco hembra ha terminado convirti¨¦ndose en una nueva esclavitud. Pero ah¨ª est¨¢ Marilyn, jamona y satisfecha. Los hombres la adoraban y a¨²n la adoran: sospecho que la obsesi¨®n por la delgadez femenina es m¨¢s una man¨ªa de las mujeres (de la mirada con la que nos reconocemos) que de los hombres. 0 sea: a ellos les gustan carnositas. Porque el erotismo no se basa en la perfecci¨®n, sino en el calor del deseo y de la vida. Pensad en Marilyn, amigas m¨ªas, y asumid con donaire la tripita.
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