Un gran 'victorino'
La corrida habr¨ªa sido absolutamente apestosa de no irrumpir en ella un gran victorino. De donde se deduce que fue bastante apestosa, pero a¨²n pudo ser peor. Todo es empeorable en la vida. Y tal como est¨¢n los toreros y su toreo, se auguran para la fiesta malos tiempos. Han de llegar el p¨¢ramo triste y la sequ¨ªa pertinaz; el llantear y el crujir de dientes.Al gran victorino lo protestaron por su escaso trap¨ªo. Y era verdad: presentaba lo justito en seriedad, carnes y cuernos. Mas cuando vio rebullir por el redondel toreros, percales, caballos, siniestros individuos tocados de castore?o, se puso a embestirlos, con una fijeza y una alegr¨ªa que constitu¨ªan el paradigma de la casta brava.
Seis ganader¨ªas/ Ortega, Joselito, Finito
Toros: 1?, Los Bayones, flojo, noble;2?, Victorino Mart¨ªn, chico, bravo; 3?, Palomo Linares, manso, noble; 4?, Gim¨¦nez Indarte, inv¨¢lido, noble; 5? Alcurruc¨¦n, inv¨¢lido, devuelto; sobrero de La Cardenilla, inv¨¢lido, noble; 6? Torrestrella, aplomado. Ortega Cano: estocada ladeada, rueda insistente de peones -aviso- y dobla el toro (pitos); media, rueda desaforada de peones y tres descabellos (Pitos). Joselito: dos pinchazos -aviso- y estocada (gran ovaci¨®n y salida al tercio); dos pinchazos, estocada ca¨ªda, rueda desaforada de peones -aviso con retraso- y descabello (divisi¨®n y sale al tercio). Finito de C¨®rdoba: pinchazo -aviso-, pinchazo, estocada, rueda insistente de peones y se tumba el toro (silencio); dos pinchazos, estocada corta tendida -aviso con retraso- y tres descabellos (silencio). Los espadas brindaron su primer toro al Rey, que asisti¨® a la corrida. Plaza de Las Ventas, 31 de mayo. Corrida de la Prensa (19? de feria, fuera de abono). Lleno.
Era el victorino un toro que reclamaba maestros lidiadores, toreros de arte excelso, ases de espadas. Y no encontr¨® a ninguno. Toro de excepcional bravura para lucirla en varas, el individuo del castore?o lo encerr¨® en tablas mientras le clavaba el puyazo salvaje, y Joselito, que comandaba la cuadrilla, permanec¨ªa antirreglamentariamente a la derecha del caballo, contemplando insensible e indiferente la brutal carnicer¨ªa.
Desarrollaba el toro una fijeza total, persegu¨ªa encelado y codicioso los enga?os arando literalmente la arena. Una embestida id¨®nea para recrear la tauromaquia entera. Mas no hubo recreaci¨®n alguna: Joselito pegaba un pase y apretaba a correr. Ajeno al temple y a la ligaz¨®n, se pas¨® corriendo la interminable faena, y el p¨²blico deb¨ªa de dar por bueno aquel fatigoso ajetreo pues lo premiaba con estruendosas ovaciones. Pinch¨® Joselito dos veces, dos veces dijo el p¨²blico "?uy!" y se sospecha que si la estocada de terceras la llega a cobrar de primeras, le dan las dos orejas. Y entonces habr¨ªa salido a hombros por la puerta grande un diestro que ni lidi¨®, ni tore¨®, ni mat¨® uno de los mejores toros de la temporada. Ortega Cano tambi¨¦n corr¨ªa, con la diferencia de que le pitaban. Ortega Cano acudi¨® bajo el tendido 7, gesticul¨® como queriendo decir 'Ahora vais a ver' e inici¨® la faena sentado en el estribo. Evidentemente se trataba de un reto. Debe de creer Ortega que el tendido 7 es su enemigo, y est¨¢ equivocado. El propio desarrollo de los acontecimientos se lo demostr¨®. Call¨® el tendido por una vez y sin que sirva de precedente, y la protesta se produjo igual, generalizada por toda la plaza.
Protestaba el p¨²blico pues no se puede estar corriendo y toreando al un¨ªsono. O lo uno o lo otro., El fuerte viento oblig¨® a Ortega Cano a ponerse al pairo en otros terrenos y apuntando pases inconexos los recorri¨® sin dejar palmo., En el cuarto, que tuvo la amabilidad de brindar a la concurrencia, a¨²n corri¨® m¨¢s, traste¨® desbordado y acab¨® bordeando el rid¨ªculo.
No ya el toreo de parar-templar-mandar sino simplemente instrumentar tres muletazos con mediana ligaz¨®n y abrocharlos al de pecho, eso -que fue canon inexcusable, formas habituales hasta hace unos a?os- parece que ya ha pasado a la historia. Finito de C¨®rdoba segu¨ªa las pautas de sus compa?eros: cualquier cosa menos torear; antes anacoreta que quedarse quieto. Al sexto le cort¨® el viaje tras el primer derechazo, le ahog¨® la embestida y le estuvo porfiando casi 10 minutos, en tanto el precioso toro Torrestrella se iba desangrando -y, por tanto, aplomando-, hasta convertirse en un marmolillo.
Man¨® un escandaloso caudal de sangre. Todos los picadores perpetraban la carioca mort¨ªfera, tapaban la salida de los toros, les abr¨ªan en canal. S¨®lo el quinto, que padec¨ªa invalidez, se libr¨® de la matanza, y Joselito le administr¨® la consabida faena en continuo movimiento. Un aficionado se levant¨® de s¨²bito durante su transcurso y grit¨®: "?Curro, vuelve!". Se refer¨ªa al ¨²nico Curro que venera el templo del arte, Curro Romero -ipor supuesto!-, quien acompa?aba al Rey junto a Jes¨²s de la Serna, presidente de la Asociaci¨®n de la Prensa. Una ovaci¨®n ratific¨® la sugerencia y Curro sonri¨® con elegansia.
Dos horas y media largas dur¨® la apestosa corrida que, efectivamente, lo fue en sentido estricto: todo el mundo corri¨®. Si era con el toro manso o con el gran victorino de bravura excepcional, daba lo mismo. A fin de cuentas, correr es el canon de la tauromaquia moderna. Claro que si de correr se trata, es preferible el rejoneo. Los caballos lo bordan.
Babelia
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