Operaci¨®n palo
Cuadri / Espl¨¢, Ni?o de la Taurina, Higares
Toros de Celestino Cuadri, de irreprochable trap¨ªo, cuajados y serios, varios flojos; con casta; tres ¨²ltimos mansos.
Luis Francisco Espl¨¢: tres pinchazos, estocada honda trasera -aviso- y descabello (aplausos y salida a los medios); tres pinchazos y descabello (silencio). Ni?o de la Taurina: pinchazo, estocada honda, rueda insistente de peones y dos descabellos (silencio); estocada corta y rueda de peones (pitos). ?scar Higares: pinchazo hondo ca¨ªdo perdiendo la muleta, rueda de peones, estocada -aviso- y
dos descabellos (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando sale a los medios); dos pinchazos, media atravesada y dos descabellos (silencio). Plaza de Las Ventas, 7 de junio. 26? corrida de feria. Lleno.
Espl¨¢ y sus muchachos montaron un operativo para quitarle el palo al cuarto toro. Hay que explicarlo: el picador, que era un in¨²til -o ten¨ªa la tarde espesa, vaya usted a saber- estuvo picote¨¢ndole al toro los espacios traseros, y en una de ¨¦sas, le enhebr¨® la vara, que qued¨® basculante y peligrosa, en la ri?onada del animal.No se trataba de un caso extra?o: se han visto muchos toros que sal¨ªan de la suerte con la vara enhebrada, y a las pocas carreras se les desprend¨ªa. En cambio, al torazo Cuadri -una apabullante criatura de 668 kilos-, no s¨®lo no se le ca¨ªa sino que seg¨²n iba avanzando el tiempo parec¨ªa tomar mayor firmeza en su musculado corpach¨®n.
Lo que el tiempo avanz¨® fue un cuarto de hora largo medido en reloj suizo chronograph waterproof, mientras otros observadores hablaban de veinte minutos largos y se?alaban el suyo, aunque sin especificaci¨®n de marca, lo cual hac¨ªa sospechar que se trataba de peluco plomo. Sea como fuere -quince minutos o veinte-, tal vez no haya durado tanto ning¨²n primer tercio en la actual era de la tauromaquia.
Cuatro puyazos llevaba el toro -e iba servido- pero el empe?o de Espl¨¢ y sus muchachos se centraba en quitarle la vara. Mas ?qui¨¦n le pon¨ªa el cascabel al gato? El toro no dejaba acercarse a nadie, y en bregar, amagar, huir de la quema, se pasaron los 15-20 minutos. Ayes y suspiros exhalaba el peonaje cuando irrumpieron en el redondel dos espectadores, uno alto y enjuto, otro bajo y voluminoso, y por el porte que llevaban iban a pedir explicaciones. Los banderilleros corrieron a detenerlos, mas no hubo necesidad de adoptar medidas excepcionales. Ambos espectadores se marcharon por su propia voluntad, con mucha dignidad y decencia. Continu¨® la refriega, el toro pegando varapalos en cuanto se mov¨ªa, hasta que, de s¨²bito, un aura de genialidad ilumin¨® la testa romano-alicantina de Luis Francisco Espl¨¢: se le ocurri¨® llevarse el toro a la jurisdicci¨®n del picador que hac¨ªa puerta. Y, hecho, qued¨® todo solucionado: al acometer el toro al caballo, el picador pudo arrancar la puya enhebrada sin especial esfuerzo. Algo as¨ª debi¨® de ser el huevo de Col¨®n.El toro hab¨ªa aprovechado el tiempo para licenciarse en tauromaquia, y cambiado el tercio sab¨ªa de la esot¨¦rica ciencia m¨¢s que Bomba, Machaco y Vicente Pastor juntos. Luego esper¨® a los banderilleros con las del beri, a Espl¨¢ tambi¨¦n, y este diestro no tuvo otro remedio que recetarle un somero ali?o.
Lidi¨® y banderille¨® Espl¨¢ al pastue?o Cuadri que abri¨® plaza con brillante exhibici¨®n de torer¨ªa y le hizo una faena reposada, muy gustosa en las tandas de naturales, abrochadas con pases de pecho o trincherillas o cambios de, mano, al aire de su inspiraci¨®n.
Sali¨® la corrida, muy seria y cuajada, con un caudal de casta de los que ya no se llevan. El primer toro de Ni?o de la Taurina fue de los que llaman zapatilleros; es decir, que se revolv¨ªa a los pies del se?or. Sin embargo el defecto era en realidad virtud: tremendamente codicioso y humillad¨ªsimo, necesitaba para lucir un diestro bragado que supiera hacerle el toreo de parar, templar y mandar. No fue el caso de Ni?o de la Taurina, que intent¨® torearlo a la moderna y se vio desbordado.
El mismo compromiso se le plante¨® a Ni?o de la Taurina en el quinto, con parejos resultados. Y a ?scar Higares en el sexto. Nada se les reprocha, desde luego: las figuras, que ni en fotograf¨ªa aceptan estos toros y probablemente tampoco conocen las reglas del arte para dominarlos, lo habr¨ªan hecho peor. ?scar Higares se permiti¨® incluso el lujo de fijar al tercer Cuadri mediante unos lances sensacionales arqueando la pierna y echando el capote abajo, veroniquear embraguetado, ce?ir chicuelinas, y en el turno de muleta correr la mano en tres tandas de redondos. Despu¨¦s el toro, que desarroll¨® nobleza, empez¨® a perder el celo, y ?scar Higares no tuvo recursos para someterlo. O s¨ª los ten¨ªa pero se le olvidaron. Sucede en las mejores familias. Sin ir m¨¢s lejos, Espl¨¢, que goza fama de ser el m¨¢s inteligente lidiador de la moderna tauromaquia, tard¨® un cuarto de hora en discurrir c¨®mo se le podr¨ªa quitar al toro una vara enhebrada. Y ah¨ª sigue: tan maestro y tan serrano.
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