El diluvio
Mart¨ªn / Mendes, Higares, V¨¢zquezToros de Victorino Mart¨ªn, mal presentados (varios protestados de salida), anovillados los tres primeros, 1? y 2? impresentables; 1? y 5?, sospechosos de afeitado, se lidiaron bajo responsabilidad del ganadero. 3? con casta; tres ¨²ltimos mansos; 5? de escaso trap¨ªo, pastue?o.
Cay¨® el diluvio y dej¨® sin una oreja a Javier V¨¢zquez, que no ten¨ªa culpa de nada.No fue que el rayo desorejara al torero: sali¨® ileso. Fue que la desbandada general producida por la tormenta, impidi¨® al gent¨ªo sacar el pa?uelo. Unos cuantos lo agitaron, no obstante, en medio del tumulto, y parec¨ªan n¨¢ufragos pidiendo auxilio.
Todo empez¨® con cuatro gotas. Cayeron las cuatro gotas y tres cuartos de plaza salt¨® de sus asientos, brinc¨® por encima de los vecinos de localidad menos presurosos, alguno perdi¨® el tel¨¦fono, las se?oras se arremangaban la minifalda sin ning¨²n pudor, corrieron todos despavoridos hacia los vomitorios, donde se abrieron paso a codazos, sin orden ni miramiento alguno.
V¨ªctor Mendes: estocada corta ladeada, rueda insistente de peones y dos descabellos (silencio); media atravesada y cuatro descabellos (silencio)
?scar Higares: estocada ca¨ªda tirando la muleta, rueda insistente de peones y tres descabellos (silencio); pinchazo, estocada ca¨ªda y rueda insistente de peones (oreja protestad¨ªsima). Javier V¨¢zquez: estocada -aviso- y descabello (escasa petici¨®n y vuelta con algunas protestas); bajonazo, rueda de peones -aviso- y dobla el toro (aplausos y saludos).Plaza de Las Ventas, 9 de junio. 28? y ¨²ltima corrida de feria. Lleno
Cuatro gotas una tarde de toros en Las Ventas, equivalen al bombardeo de Guernica. La empresa deber¨ªa tenerlo previsto y en cuanto el parte meteorol¨®gico anunciara que agua va, deber¨ªa tocar la sirena.
Luego arreci¨®. Jarreaba si Dios quiere qu¨¦, y Javier V¨¢zquez hubo de dar la vuelta al ruedo desprovisto de paraguas. No la dio en solitario, sin embargo: a¨²n quedaba en el grader¨ªo afici¨®n heroica con gabardina, que le aplaudi¨® o le pit¨®, seg¨²n su gusto y su particular concepto de la cuesti¨®n t¨¢urica.
Es el caso que Javier V¨¢zquez estuvo muy decidido con ese tercer victorino de casta agresiva. Tase a pase pod¨ªa el toro, pues su indomable embestida desbordaba al torero; ahora bien, el torero nunca dio la pelea por perdida, y se cruzaba, y se fajaba, y aguantaba las oleadas de bravura que se le ven¨ªan encima.
Se ha dicho tantas veces... Al toro de casta hay que cargarle la suerte, ganarle terreno. No es una regla de juego inventada -a la manera del parch¨ªs: con el cinco se saca ficha- sino el fruto de la experiencia contrastada durante siglos en el arte de dominar los toros. Ciertamente no ganaba terreno -de ah¨ª sus cuitas- pero tampoco lo perd¨ªa, y su valerosa firmeza marcaba un hito en estos tiempos de pegapasistas correcaminos.
El toro-no-desorejado a causa del diluvio fue el ¨²nico victorino aut¨¦ntico en la tarde; el resto constituy¨® una total decepci¨®n. Desde la mala presencia de las reses, hasta su mansedumbre. As¨ª no se viene a Madrid. Con un g¨¦nero as¨ª no se va a parte alguna, salvo que se trate de tomar el pelo a la afici¨®n. Absolutamente impresentables los dos primeros -parec¨ªan cabras-, de vergonzante mansedumbre los tres ¨²ltimos, sin trap¨ªo el quinto, sospechosos de pitones varios... Si en vez de anunciarse victorinos aparece la corrida con otro nombre, se arma una escandalera; si en lugar de torearla tres espadas de segunda fila son figuras, se amotina la plaza.
De todos modos, el ganadero se llev¨® lo suyo: "No vuelvas m¨¢s, Victorino", le dec¨ªan. Los aficionados empezaban a rechazar un hierro emblem¨¢tico que lleg¨® a ser baluarte de la fiesta. Que salga un torito docil¨®n a la manera del quinto, est¨¢ al alcance de cualquier negociante dedicado criar mansos para el consumo.
A ese toro le hizo ?scar Higares una faenita tan animosa como desigual, con unos pases buenos, otros lo contrario. Una faena peleona, carente de unidad y sabor, mal rematada con el acero. Y hubo petici¨®n minoritaria de oreja. Y el presidente la concedi¨®. Y se levantaron grandes protestas por aquel improcedente regalo.
Entre el remoj¨®n, la incompetencia del palco y el petardo ganadero, ca¨ªa agria la atardecida. V¨ªctor Mendes casi hab¨ªa pasado desapercibido, incluso con las banderillas. A la faena de Higares con la cabra que hizo segunda, nadie le dio importancia.
Javier V¨¢zquez era la ¨²ltima esperanza y se esforz¨® en satisfacerla desarrollando una faena muy reposada y torera, en la que consent¨ªa la incierta embestida del sexto toro por ver de encelarla. Y lo lleg¨® a conseguir en dos. naturales excelentes, m¨¢s dos redondos de igual factura. Se hab¨ªa agotado el victorino, para entonces, a pesar de lo cual sigui¨® pegando pases. Se puso pesad¨ªsimo. Dobl¨®, al fin, el toro, y con ¨¦l acab¨® ese insoportable serial, ese aburrimiento de muerte que ha sido la Feria de San Isidro.
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