El primer rostro de una novela
Los escritores recurren a las f¨®rmulas m¨¢s variopintas para buscar t¨ªtulos atractivos
Si Benito P¨¦rez Gald¨®s publicara hoy Fortunata y Jacinta o Misericordia no ser¨ªa extra?o que su agente literario o su editor porfiasen por cambiarle el t¨ªtulo, algo que, en su tiempo, apenas ten¨ªa importancia. Hoy, en cambio, muchos escritores tienen una relaci¨®n casi supersticiosa, cuando no fetichista, con el t¨ªtulo, ese primer rostro de la novela, como lo define Juan Jos¨¦ Mill¨¢s. Hay escritores que alardean (y dan pruebas de ello o callan prudentemente) de talento para titular y los hay que se aprovechan, a veces, del talento de los amigos. ?stos son algunos casos.En la historia de la nueva narrativa espa?ola hay un t¨ªtulo, ganado a los na¨ªpes, que ya es legendario, aunque, como ocurre con las buenas leyendas, difieran las versiones. A juicio de Alejandro G¨¢ndara, quien se lo dej¨® arrebatar, la versi¨®n triunfalista de Juan Jos¨¦ Mill¨¢s es un tanto acanallada". Oig¨¢mosle, pues, a G¨¢ndara qu¨¦ pas¨® aquella noche en que se sent¨® enfrente de Mill¨¢s a jugar al p¨®quer: "Aquella noche, la verdad, hab¨ªa perdido bastante". Aunque h¨¢biles con los naipes eran tambi¨¦n escritores, y Mill¨¢s llevaba toda la noche hablando de un libro para el que no encontraba t¨ªtulo.
G¨¢ndara estaba metido en una novela que s¨ª ten¨ªa t¨ªtulo, El desorden de tu nombre. Y Mill¨¢s que lamenta estar sin t¨ªtulo y G¨¢ndara que cree que tiene, esta vez, su oportunidad y se juega, confiado, el t¨ªtulo de su novela. Hoy, una de las novelas m¨¢s conocidas y jaleadas de Mill¨¢s es precisamente El desorden de tu nombre. "A estas alturas", acepta G¨¢ndara, que no acab¨® de escribir aquella novela de t¨ªtulo despojado, considero que es un t¨ªtulo que va m¨¢s con el tipo de novelas que hace Mill¨¢s que con las que hago yo". Mill¨¢s, en cambio, piensa que "era un t¨ªtulo que me pertenec¨ªa, aunque estuviera en su cabeza".
Lo de los naipes es la excepci¨®n, pues si todos los escritores hoy suelen darle mucha importancia al t¨ªtulo ("el primer rostro de la novela", Mill¨¢s; "un libro empieza a ser le¨ªdo desde el t¨ªtulo", Vicente Molina Foix; "es la personalidad del libro", Manuel Longares; "es la clave de la novela", Luis Mateo Diez), nadie llega a jug¨¢rselo a las cartas. Felipe Ben¨ªtez, que publica La propiedad del para¨ªso (Planeta), tiene una relaci¨®n casi supersticiosa con el t¨ªtulo, "si encuentras uno bueno, acabas escribiendo un libro"," no alcanzo las 20 p¨¢ginas sin un t¨ªtulo que me convenza.
"Vicente Molina Foix, que dentro de unos meses publicar¨¢ La misa de Baroja (Anagrama), m¨¢s que de superstici¨®n ("un mal t¨ªtulo no hunde un buen libro") prefiere hablar de fetichismo. Para Andr¨¦s Trapiello, en cambio, los t¨ªtulos no tienen excesiva importancia, pero hallar "t¨ªtulos bonitos, que suenen bien", le gusta. Tiene anotados m¨¢s de 300, y ha prestado algunos. Y es que si se tiene talento para los t¨ªtulos (y muchos de los consultados reconocen, sin ning¨²n rubor, que les sobra talento) se puede ser generoso con los sobrantes.
Manuel Longares, que acaba de publicar No puedo vivir sin ti (Planeta), y el t¨ªtulo es suyo, considera que titular no se le da mal, aunque reconoce que Soldaditos de Pav¨ªa fue una sugerencia del escritor y periodista Miguel Bay¨®n, un amigo (Longares hab¨ªa pensado en H¨¦roes de pasadoble). Luis Mateo D¨ªez se responsabiliza de los suyos y asegura tener cierto talento para ello.
No es el caso, desde luego, de Alejandro G¨¢ndara, Andr¨¦s Trapiello y Felipe Ben¨ªtez, que han prestado t¨ªtulos con tanta generosidad como discreci¨®n muestran ahora para callar. Vicente Molina Foix justifica la fama que tiene de buen titulador, que hizo que Juan Garc¨ªa Hortelano, a partir de su segundo libro Museo provincial de los horrores, empezara a hablar de la "agencia Molina", y de all¨ª provienen t¨ªtulos como Antifaz, de Guelbenzu, Teatro de operaciones, de Mart¨ªnez Sarri¨®n, o Los dominios del lobo, del entonces jovenc¨ªsimo Javier Mar¨ªas. "Hay otros escritores", dice Molina Foix, "mucho m¨¢s vanidosos, "que s¨®lo aceptan sugerencias; es lo que yo llamo Consulting Molina".
Trapiello reconoce no haber tenido suerte con sus novelas, La caja de colores, la primera, Ayer no m¨¢s, la segunda. S¨ª al lector fiel de Trapiello estos t¨ªtulos no le suenan, es que los editores (Seix-Barral y Plaza) se los cambiaron por La tinta simp¨¢tica y El buque fantasma. Mill¨¢s, en cambio, le ha cogido cari?o a los suyos, y no los cambiar¨ªa ya por nada, a no ser Cerbero, son las sombras: "excesivo, confuso y ambiguo". El autor de Tonto, muerto, bastardo e invisible (Alfaguara) acepta con humor que sus lectores pidan "el tonto de Mill¨¢s" o "el bastardo de Mill¨¢s."
T¨ªtulos como Visi¨®n del ahogado, que Garc¨ªa Hortelano quiso que se llamara Los jardines de la Academia, o La soledad era esto, que gan¨® el Nadal con el t¨ªtulo, para muchos m¨¢s acertado, de Un infierno propio, han ganado peso. Y es que, aunque uno malo no arruine. una buena novela, un t¨ªtulo acertado es la mejor tarjeta de presentaci¨®n de un libro.
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