Unos relevos de larga digesti¨®n
M¨¢s de dos semanas, desde que estall¨® el esc¨¢ndalo de las escuchas, le ha costado a Felipe Gonz¨¢lez decidirse a aceptar las dimisiones del vicepresidente, Narc¨ªs Serra, y el ministro de Defensa, Juli¨¢n Garc¨ªa Vargas. La cuesti¨®n no era balad¨ª para el jefe del Ejecutivo. Serra, pese a sus limitaciones parlamentarias y de comunicaci¨®n, ha sido el hombre de confianza de Gonz¨¢lez en el Gobierno, desde que en marzo de 1991 asumi¨® la vicepresidencia, cambiando totalmente el estilo de su antecesor, Alfonso Guerra.En medios de La Moncloa se asegura que Serra ha gozado de la m¨¢xima confianza pol¨ªtica del presidente. En un segundo plano inmediato, de confianza pol¨ªtica se sit¨²an el ministro de Exteriores, Javier Solana, y la secretaria general de la Presidencia, Rosa Conde, que fue portavoz del Gobierno. Solana, junto con Gonz¨¢lez, son los ¨²nicos supervivientes del primer Ejecutivo socialista.
Tareas internas
Serra ha sido un vicepresidente dedicado a las tareas internas del Gobierno, en las que ha llevado el peso de la labor cotidiana del Gabinete, aliviando la tarea del presidente y permiti¨¦ndole dedicarse a la estrategia pol¨ªtica, a la comunicaci¨®n exterior y a la pol¨ªtica europea. Para el presidente era el hombre de los papeles.
Serra tambi¨¦n se dedicaba a despachar con la mayor¨ªa de los ministros, de tal manera que algunos de ellos jam¨¢s se han entrevistado en solitario con Gonz¨¢lez.
Adem¨¢s, Serra es depositario de los principales secretos del Gobierno, primero como ministro de Defensa, en los primeros ejecutivos socialistas, y en los cuatro ¨²ltimos a?os, como vicepresidente. Con ¨¦l se va una buena Parte de la memoria interna de los gobiernos socialistas.
En fuentes gubernamentales se aseguraba ayer que las cosas van a ser muy distintas a partir de ahora en La Moncloa, en la medida en que es pr¨¢cticamente imposible que Gonz¨¢lez encuentre un hombre del perfil de Serra para sustituirle en la vicepresidencia. Por eso, en medios gubernamentales se aseguraba ayer que el jefe del Ejecutivo meditaba seriamente sobre la posibilidad de no nombrarle un sustituto y dejar vacante la vicepresidencia.
En esas condiciones, a Gonz¨¢lez le ha costado enormemente dar este paso. Parec¨ªa durante estos 16 d¨ªas que s¨®lo necesitaba una excusa para no aceptar las dimisiones que le hab¨ªan presentado Serra y Garc¨ªa Vargas. El cerco a que ha sido sometido Gonz¨¢lez, incluidas las fuertes presiones de su partido y, sobre todo, de sus aliados nacionalistas, han influido de manera decisiva en que el presidente haya terminado por resignarse a aceptar las dimisiones.
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