La ciencia risuena
Un bioqu¨ªmico que se convirti¨® en palad¨ªn de la dieta mediterr¨¢nea
Oviedo Francisco Grande Covi¨¢n era de vocaci¨®n risue?o. Su talante sencillo, bonach¨®n y afable le granje¨® una popularidad impropia en un pa¨ªs que ha vivido casi siempre de espadas a la ciencia. Su libro divulgativo Nutrici¨®n y salud fue un ¨¦xito de ventas. Se hac¨ªa querer. Ayer uno de sus amigos m¨¢s cercanos, el ex rector de la Universidad de Oviedo, Teodoro L¨®pez-Cuesta, sintetizaba la p¨¦rdida de Grande Covi¨¢n con palabras concluyentes: "Ten¨ªa que morirse para darnos por una vez un disgusto".Junto a la defensa de la dieta mediterr¨¢nea, dos fueron las ense?anzas nutricionales en las que concentr¨® todas sus energ¨ªas de profesor: "Ning¨²n alimento es completo, salvo la leche materna, y s¨®lo durante los primeros meses de vida", y "no hay mejor dicta que comer de todo, pero de forma moderada".Fue su lema y su pr¨¢ctica. No perd¨ªa ocasi¨®n en su tierra natal, Asturias, para degustar la fabada, que recomendaba comer con alguna mesura, y el arroz con leche, para el que era incapaz de proponer ninguna limitaci¨®n. Sus mejores elogios culinarios eran para s u esposa y para su madre, de la que recordaba las mil y un maneras con las que preparaba el bonito.
Faltar¨¢ este verano por vez primera a su cita anual con el pueblo recoleto en el que transcurri¨® su infancia y primera juventud. Esta primavera, y a causa de su estado de salud, ya falt¨®, tambi¨¦n por vez primera, al jurado del Premio Pr¨ªncipe de Asturias de Investigaci¨®n Cient¨ªfica y T¨¦cnica, del que form¨® parte desde la creaci¨®n del galard¨®n.
Su dedicaci¨®n a la ciencia fue producto del determinismo familiar. Nieto, hijo y sobrino de m¨¦dicos, Grande Covi¨¢n opt¨® por ese camino porque con tales precedentes, afirmaba, "no era posible que a uno se le ocurriera otra cosa". "Luego result¨¦ ser un m¨¦dico un poco peculiar", agregaba segundos antes de sucumbir a una de sus recurrentes carcajadas. En 1926 se traslad¨® a Madrid, a la Residencia de Estudiantes. Estudi¨® Medicina y conoci¨® a Severo Ochoa -premio Nobel de Medicina, fallecido el a?o pasado-, quien le anim¨® a estudiar Fisiolog¨ªa y con quien mantuvo una relaci¨®n personal por el parentesco de sus respectivas esposas.
El cierre de la universidad espa?ola por Primo de Rivera en 1929 le oblig¨® a continuar sus estudios en Alemania, lo que no fue sino presagio de su dilatada estancia posterior en diversas universidades de Dinamarca, Suecia, Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Se licenci¨® en Madrid en 1931, con premio extra ordinario. Disc¨ªpulo de Juan Negr¨ªn y m¨¢s tarde ayudante suyo, termin¨® el doctorado en 1932. En la guerra civil trabaj¨® como m¨¦dico en un hospital hasta la primavera de 1937. Interesado por las cuestiones alimentarlas, comenz¨® a estudiar los problemas creados en la poblaci¨®n de Madrid por las deficiencias nutritivas. Fruto de esta ¨¦poca fue su libro sobre las vitaminas.Tras la guerra, volvi¨® al lado del doctor Jim¨¦nez D¨ªaz. En 1950 obtuvo la c¨¢tedra de Fisiolog¨ªa y Bioqu¨ªmica de la facultad de Medicina de Zaragoza. En 1.953 se fue a EE UU para trabajar durante dos a?os en la Universidad de Minnesota, pero se qued¨® hasta su jubilaci¨®n, en 1975. Entonces regres¨® a Espa?a y se incorpor¨® a la Universidad de Zaragoza como profesor extraordinario, cargo que ha desempe?ado hasta el ¨²ltimo momento. El nombramiento de hijo predilecto de su villa natal no pudo recibirlo hasta 1980. La oposici¨®n del general Vig¨®n, tambi¨¦n natural de Colunga, demor¨® su concesi¨®n 32 a?os. "Se opon¨ªa a que una calle con mi nombre confluyera en una plaza que lleva el suyo". Grande Covi¨¢n vivi¨® con la sonrisa y la pipa en los labios y no perd¨ªa ocasi¨®n para sentenciar que "nada mere ce ser tomado en serio. Ni siquiera la nutrici¨®n".
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