Qu¨¦ hubiera dicho Rulfo que dijo
Un d¨ªa sobrevolaba M¨¦xico un avi¨®n Reno de escritores; entre ellos iba Carlos Fuentes, que hasta entonces siempre se hab¨ªa negado a volar. Juan Rulfo, el autor de El llano en llamas y de Pedro P¨¢ramo estaba tambi¨¦n all¨ª, en el aire, que acaso era tambi¨¦n su estado natural en el tiempo. Hablando como hablaba Rulfo -Fuentes lo imita, como imita a muchos otros-, el silencioso escritor no par¨® de proferir malos augurios en todo el viaje, para desgracia y miedo del novelista de La muerte de Artemio Cruz. A Fuentes le hab¨ªan convencido para que emprendiera por primera vez un vuelo - dici¨¦ndole que un avi¨®n con 30 escritores dentro nunca se iba a caer. El profesor y cr¨ªtico Julio Ortega, que el pasado jueves present¨®. en el C¨ªrculo de Lectores de Madrid su retrato de Fuentes y aquella misma novela, lo cont¨® as¨ª:Rulfa miraba por la ventanilla y contaba a los dem¨¢s viajeros, inclemente:
-Ahora estamos sobre Quer¨¦taro. Ahora volamos sobre Guanajuato. All¨¢ est¨¢ Guadalajara.
-?Y c¨®mo demonios sabes que vamos sobre esos pueblos?, le pregunt¨®, al fin, Fuentes, el pasajero miedoso.
-Los reconozco por los cementerios.
La an¨¦cdota ha dado mil vueltas. El propio Fuentes cont¨® otra de las m¨²ltiples versiones:
-Iba yo miedoso, pero ¨¦l no se apiedaba, y entre las cosas que dijo grit¨® en medio del avi¨®n, con esa voz que parec¨ªa hecha s¨®lo para contar los cuentos de Rulfo: ?Qui¨¦n nos iba a decir que ¨ªbamos a matarnos volando precisamente. sobre el pante¨®n de san Pedro de las ?nimaa, donde est¨¢n enterrados el cacique de la Mano Negra y sus nueve hijos malvados?
Rulfo hablaba frunciendo la comisura de los labios. Era extremadamente t¨ªmido, como un ni?o, y le gustaba desaparecer f¨ªsicamente como para ver qu¨¦ pasaba en el mundo si ¨¦l desaparec¨ªa. Cuando le dieron el premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Letras, los organizadores asturianos del galard¨®n se llevaron un susto de. muerte: Rulfo hab¨ªa desaparecido, no estaba para recoger su trofeo. En realidad se hab¨ªa escurrido de a silla, y hab¨ªa desaparecido debajo del asiento.
A veces, se re¨²nen los escritores y cuentan estas cosas: han tenido una larga biograf¨ªa y han conocido a gente verdaderamente fascinante, y ellos mismos son extremadamente atractivos cuando cuentan las cosas vol¨¢tiles que ocurren mientras transcurre, paralela, la literatura es crita. El ejercicio del periodismo da a veces la oportunidad secreta de escuchar an¨¦cdotas as¨ª, que van volando como vuelan los mitos literarios, asidos a la imaginaci¨®n, de quien va variando las historias y las fija seg¨²n su albedr¨ªo. ?Qu¨¦ hubiera dicho Rulfo que dijo, cu¨¢l hubiera sido la versi¨®n de Rulfo?
Eso importa mucho, pero apenas importa. A veces, son mejores las cosas que se dice que dijo Borges que lo que el genial escritor argentino admitir¨ªa que dijo. ?Qui¨¦n va a desmentir que ¨¦l en efecto ve¨ªa y que un d¨ªa Cabrera Infante lo comprob¨® haci¨¦ndole pasar s¨®lo un paso, de peatones en Londres? ?Dijo "estoy conmovido" o dijo "estoy muy jodido" cuando agradeci¨® un premio en Santander? ?Va Borges a desdecimos si decimos que lo ¨²nico. que le preocupaba de las maletas con que viajaba era que tuvieran una rendija para que respiraran las corbatas? ?Alguien creer¨¢ que no es cierto que Hemingway escribiera de pie, si la leyenda lo ha situado all¨ª, ante la_ m¨¢quina de escribir, erguido como un caballo?
La literatura sobre los grandes escritores, a veces, se queda en el aire de lo que dicen. Escuchar a Augusto Monterroso susurrar an¨¦cdotas geniales que jam¨¢s ocurrieron es como leer. un libro suyo. Un d¨ªa iba Juan Goytisolo con Fuentes por la universidad norteamericana de Colorado y una lectora, con fiebre de Espa?a le par¨® y le grit¨® en un pasillo:
-?M¨ªrenlo! ?Es ¨¦l! ?El autor de Bodas de sangre!
?La an¨¦cdota se fue tejiendo con el tiempo o fue as¨ª, no hubo m¨¢s? Eso lo ha contado Fuentes, ?Y cu¨¢l es la versi¨®n de Goytisolo? Se puede dudar si es cierto que Onetti recibi¨® una vez a una periodista francesa, que se qued¨® mirando su diente solitario, con esta pregunta:
-Se?orita, mira usted mi dentadura. ?Cree que no tengo una buena dentadura? La tengo, pero se la he prestado a Mario Vargas Llosa.
?Es cierto? En todo caso, ?cu¨¢l ser¨ªa la versi¨®n de Onetti? Ser¨ªa maravilloso vivir cerca de esos seres que ya no est¨¢n para componer con su visi¨®n propia de lo que han hecho, la verdadera dimensi¨®n de sus leyendas. Pero como no est¨¢n, en tantos casos, es bueno que la imaginaci¨®n de los otros vaya haciendo la literatura que ellos escribieron s¨®lo viviendo.
Babelia
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