La chica ye-ye
Sep¨²lveda / Manzanares, Jesul¨ªn, PedritoToros de Sep¨²lveda de Yeltes, correctos de presencia, varios sospechosos de pitones -1? y 4? descaradamente mutilados-, flojos, mansos, aborregados. 5? devuelto al romperse un cuerno por la cepa n burladero. Sobrero de F¨¦lix Hern¨¢ndez Barrera, bien presentado, manso, manejable.
Jos¨¦ Mari Manzanares: pinchazo, estocada corta atravesada, rueda de peones y descabello (silencio); pinchazo y estocada corta (silencio). Jesul¨ªn de Ubrique: estocada ca¨ªda, rueda de peones y dos descabellos (silencio); dos pinchazos bajos, media trasera y rueda de peones (pitos). Pedrito de Portugal: dos pinchazos, estocada -aviso- y dobla el toro (silencio); primer aviso antes de matar, pinchazo -segundo aviso-, cinco pinchazos -tercer aviso- y el toro es devuelto al corral (aplausos).
Manzanares y Jesul¨ªn despedidos con furibunda lluvia de almohadillas y Pedrito con gran ovaci¨®n.
Plaza de Pamplona, 11 de julio. 6? corrIda de feria. Lleno.
JOAQU?N VIDAL
Si no llega a ser por La ni?a ye-ye nos quedamos all¨ª dormidos. No es muy seguro que fuera Jesul¨ªn de Ubrique quien estaba adormeciendo al personal pero habida cuenta de la hora, la inclinaci¨®n del sol y otras se?ales c¨®smicas, el color de sus derechazos y la expresi¨®n crepuscular que se le estaba poniendo a la gente al verlos, se le atribuye la responsabilidad. Los toros de Sep¨²lveda, varios mochos, todos sin fuerza, no a?ad¨ªan aliciente alguno a la funci¨®n y aquello, m¨¢s que la llamada fiesta brava, fiesta del arte y del valor, parec¨ªa un funeral de tercera.
Antes de Jesul¨ªn, Manzanares dio unos derechazos y unos izquierdazos sin quedarse quieto, y los mozos de las pe?as empezaron a desentenderse de lo que suced¨ªa en el ruedo. Cuando compareci¨® Jesul¨ªn e instrument¨® doble raci¨®n de los mismo, a los mozos de las pe?as, a la afici¨®n conspicua y al p¨²blico orejista ya se le ca¨ªan los p¨¢rpados.
Despu¨¦s de Jesul¨ªn, Pedrito de Portugal intentaba restablecer el orden t¨¢urico poniendo un poco de sentido lidiador a su toreo, pero no consegu¨ªa encelar, ni templar1a aborregada y tardona embestida de su toro. De manera que sin aliciente de ning¨²n tipo en el ruedo, se generaLiz¨® la siesta y por primera vez en la historia de las famosas fiestas de San Ferm¨ªn, en la plaza de Pamplona s¨®lo se o¨ªa roncar. Hasta que la charanga tuvo un brote de inspiraci¨®n, hizo as¨ª y toc¨® La chica ye-ye.
Oirlo los mozos y las mozas de las pe?as -diez mil gargantas bien templadas-, saltaron de sus asientos y atacaron a grito pelado la copla: "?No te quieres enterar ye-ye / que te quiero de verdad ye-ye, ye-ye!". No s¨®lo los mozos y las mozas de las pe?as: el gent¨ªo de sombra tambi¨¦n entonaba La chica ye-ye con el pelo alborotado y las medias de color. De repente, a todo el mundo se le hab¨ªa puesto el cuerpo de jota, y qui¨¦n meneaba las caderas, qui¨¦n agitaba los brazos, qui¨¦n la anatom¨ªa entera, y si se lo imped¨ªa la artrosis o la pr¨®stata o la tos de fumador, se echaba al coleto un trago del vinete de la Ribera, cuanto diera de s¨ª la respiraci¨®n.
Toros, toreros y toreo no val¨ªan un duro, mas no iba a decaer la fiesta por eso. Y la plaza se puso a merendar las magras y los ajoarrieros con el deleite y la aplicaci¨®n propia de estos casos, sin importarle un ardite lo que pudiera salir de los chiqueros o acontecer en el redondel.
Comparec¨ªa el cuarto Sep¨²lveda, exhibiendo unos cuernos que eran la mitad de lo correspondiente a su envergadura y los peones de Manzanares se encargaron de que perdiera otro pedazo por el expeditivo procedimiento de azuzarlo contra el burladero. Al quinto le hicieron lo mismo, se rompi¨® el cuerno por la cepa y hubieron de sustituirlo por el sobrero.
Y pues Manzanares y Jesul¨ªn volv¨ªan a pegar derechazos corriendo por all¨¢, los mozos de las pe?as reemprendieron sus c¨¢nticos con renovados br¨ªos. La chica ye-ye se la reservaban, estaba claro. Y eran ahora el Vals de Astr¨¢in, y Adi¨®s, Jaime, adi¨®s, una letrilla cuya maliciosa intenci¨®n s¨®lo conocen los iniciados en pol¨ªtica municipal, y Paquito el chocolatero, que es pieza b¨¢sica en el moderno repertorio sanferminero. Y ya puestos a promover la m¨²sica de vanguardia, cantaron Clavelitos, con gran vaiv¨¦n de las masas que abarrotaban el grader¨ªo.
De la andanada colgaba una mu?eca hinchable, ya convertida en manoseado pingajo a aquellas horas de la atardecida; sobre la puerta grande hab¨ªan tendido un cordel donde colgaba la colada de prendas diversas, calcetines, bragas y calzoncillos. Pedrito de Portugal intentaba torear con seriedad al sexto toro, en realidad el rey del muladar, sin conseguir sacarle partido por mucho que prolongaba la faena.
Llegado el momento de matarlo, no se le cuadraba, o se tapaba las agujas levantando la cabeza. Cobrado un pinchazo, el mulo-rey intent¨® saltar al callej¨®n, siguieron m¨¢s pinchazos, sonaron los tres avisos, y fue devuelto al corral; pero a¨²n tard¨® en irse, seguramente porque no se fiaba de los cabestros. A Pedrito de Portugal, por desagraviar su infortunio, le despidieron con grandes aplausos; a Manzanares y Jesul¨ªn, con un roci¨®n de almohadillas.
Muy soliviantados estaban la afici¨®n y el mocer¨ªo. Hasta que la charanga volvi¨® a atacar La chica ye-ye.
Y se marcharon todos meneando el esqueleto, m¨¢s contentos que unas pascuas, sin acordarse para nada de los toros, ni de los toreros, ni del C¨²chares, ni de la madre que pari¨® este vidrioso asunto.
Babelia
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