Ensimismamiento y soledad
En un reciente encuentro con la gran escritora Elena Soriano, analiz¨¢bamos los problemas ps¨ªquicos que crea a ciertas personas separarse de amistades de toda la vida y de sus frecuentes relaciones sociales para concentrarse en s¨ª mismos, o acogerse a la soledad afectiva de la familia como ¨²nica compa?¨ªa humana. Atribu¨ªamos el origen de este retiro voluntario al ensimismamiento que presupone una existencia tranquila, pudiendo dar rienda suelta al pensar iluminativo de las vivencias y sentires. Pero cuando el ensimismamiento es en el vac¨ªo, sin materia real sobre la que reflexionar, se cae en, la postraci¨®n, en el aislamiento definitivo, porque "para pensar hay que salir fuera de s¨ª mismo" (Unamuno), vivir en s¨ª, sin nada exterior de que preocuparse, suscita el des¨¢nimo, la fatiga de ver sucederse los d¨ªas sin poder salir de la somnolencia meditativa, ya que no encuentra objeto ni sujetos en que poder reflejarse.Ensimismarse, en principio, no perjudica, porque es eI necesario autodi¨¢logo o mon¨®logo interior, como los llamaban los cl¨¢sicos, origen de la paz ¨ªntima, el ¨¦xtasis apasionado, el vuelo trascendente, las altas esferas del conocimiento. A la vez, opera una s¨ªntesis de los variados pensamientos que dividen para constituir el Yo que nos define. Cuando llegamos a descubrir la unidad viva de uno mismo, se disfruta una serenidad feliz, esa quietud suprema que refleja el pintor holand¨¦s Vermeer en su cuadro La vista de Delft, donde Le petit pan de mur jaune (Proust) simboliza la presencia dulce y eterna del Universo. Para llegar a esta cima, clara conciencia ¨ªntima de la identidad, es preciso recorrer un largo camino de reflexi¨®n tensa, muchas veces dolorosa. Pero cuando el hombre no descubre la verdad propia "queda cabizbajo, no est¨¢ pensativo, est¨¢ ensimismado" (Jos¨¦ Bergam¨ªn), y algunos s¨®lo se adentran para deleitarse en la niebla, de sus vagas enso?aciones. De estos seres que encerrados en su morada interior nacen los hombres-fantasma que dibuja Bergam¨ªn en su obra Variaci¨®n Y fuga de un fantasma, cuyo personaje se define "un hombre-hombre que es s¨®lo sombra, al no existir realmente porque no sale nunca de s¨ª mismo". Y agrega: "Para estar conmigo, me bastan y sobran mis pensamientos. Y a esta soledad con mis soledades voy y vengo, para estar conmigo". El ensimismamiento, aunque puede llevar a la fantasmagor¨ªa, es siempre un esfuerzo de concentraci¨®n y apartamiento del mundo. La paradoja dram¨¢tica de Bergam¨ªn consiste en que quiere pensar sin separarse de los otros, y que sus pensamientos sean convergentes, un Todo universal sin desgarramientos fantasmales.
La experiencia reflexiva ense?a cuan necesario es aislarse para no turbarse ni conturbarse, para no sufrir esa alteraci¨®n que define Ortega como una desaz¨®n que no nos permite descubrir el Yo que somos, y debemos buscar por encima de todos los placeres de la existencia alterada. Para crear una fijeza ¨ªntima, seguridad en que apoyar la propia flaqueza, debemos aceptar la soledad del hombre-fantasma si queremos conocer lo que uno es de verdad. Y hay que pensar mucho para existir, como Descartes, quien, seg¨²n Garc¨ªa Bacca, es el primer fil¨®sofo que se revel¨® contra el Supremo Hacedor, afirmando que el hombre se crea a s¨ª mismo, no es una criatura humilde y sierva. Autoafirmaci¨®n u omnipotencia del Yo posible, mediante el juego del pensamiento que refleja la existencia real y pat¨¦tica del Yo que se entrega. Por ello tem¨ªa Kierkegaard la disoluci¨®n del Yo en la multitud, o en la convivencia vac¨ªa a la que se recurre para escapar a la soledad.
Muchas veces el pensamiento fracasa en su tentativa de crear un Yo s¨®lido. Entonces vemos el pensamiento mano en la mejilla oteando el horizonte, pero sigue obstinado en descubrirse. Nada. sabe de cierto, sobre. s¨ª mismo, es incapaz de tomar decisiones, y contin¨²a perplejo. Si la perplejidad es un camino abierto al conocimiento, cuando perdura "es pesadilla y hasta maldici¨®n" (Javier Muguerza). Este pensativo perplejo sufre la conciencia desgarrada, pues sus reflexiones son un informe tumulto de campanas y no logra un concepto unitario. "Tiene pensamientos que se piensan a si mismos, separados de los afectos, de las inclinaciones y necesidades subjetivas" (Vigostky). Dividido entre la clausura del pensamiento l¨²dico y el sentimiento oscuro, cae en una melancol¨ªa voluptuosa, aferrado a su pat¨¦tica e irresuelta definici¨®n personal.
Otras veces, ensimismarse origina un movimiento interior hacia un m¨¢s all¨¢ de s¨ª mismo, que no sabe d¨®nde puede llevarle. Esta posibilidad de ser crea la angustia del tiempo, al no saber cu¨¢nto necesitar¨¢ para orientarse. En su desesperaci¨®n, este ensimismado descubre que todav¨ªa no es nada, y se desvive por saber lo que ser¨¢ en el futuro. "El tiempo es el espacio de la realizaci¨®n del hombre", afirma Marx, en La sagrada familia, Y de aqu¨ª nace la necesidad del ensimismado de ir hacia los otros para configurarse, conocerse, lo que no ha podido lograr en pura soledad. Ya dec¨ªa Mounier: "No existe el Yo sin el Otro". Al diferenciarse de los hombres y asociarse con ellos fraternalmente, el ensimismado encontrar¨¢ su verdad fuera de s¨ª mismo, en el trabajo, el di¨¢logo abierto, en la unidad humana. Es el Yo universal postulado por Hegel, pues saliendo del soliloquio al coloquio es uno mismo el que se reserva.
El aislamiento del Yo crea angustia, que s¨®lo desaparece cuando encontramos en otro Yo el todo que buscamos. Por ello, el amor, o sea, la trascendencia del propio Yo, es tambi¨¦n una b¨²squeda. angustiosa, porque no se puede, abrazar el .Otro de s¨ª mismo , la verdad objetivada, la presencia total. As¨ª, se sue?a el amor y se busca durante toda una vida, aunque no lo encontremos nunca. "El principio rom¨¢ntico", descrito l¨²dicamente por Manuel Ballesteros, obstaculiza salir de la soledad ensimismada y aproximarnos aut¨¦ntica y realmente a los otros, pues cada Yo tiene sue?os propios, ideas, y concibe proyectos que aspira realizar en el mundo e imponer a los de m¨¢s. As¨ª nace lo que denomina Fichte la lucha entre el Yo y el No-Yo, es decir, contra todo lo que es ajeno y extra?o, haciendo complejamente dram¨¢tica la comunidad humana. Fichte intenta resolverlo, aunando en una finalidad com¨²n las intenciones y proyectos de los Yoes, lo que es tan s¨®lo un sue?o pro yectivo del idealismo alem¨¢n. En realidad, la coexistencia de diferentes y opuestos seres, implica una ardua tarea para que ¨¦sta sea arm¨®nica. El temor a los conflictos y asperezas de la convivencia lleva al ensimisma miento solitario, y arropados en los propios sue?os evitar el estallido de odios lacerantes, de antagonismos dolorosos.
Las relaciones humanas son todav¨ªa tan duras y dif¨ªciles que es f¨¢cil caer en la solitaria paz vac¨ªa, una indiferencia por cuanto pasa en el mundo, siti¨¦ndose ajeno a los otros, y la Historia, lo que aleja de los amigos y encierra en un silencio ¨ªntimo, renunciando a desarrollar el Yo en la plenitud rica del Nosotros.
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