Un problema de todos
La proliferaci¨®n de determinados episodios violentos en la comunidad aut¨®noma vasca y Navarra en los ¨²ltimos tiempos ha dado lugar a muchos comentarios sobre el denominado "problema vasco", que se mueve entre dos extremos contrapuestos: el que defienden quienes propugnan una salida exclusivamente policial y el que postulan los estrategas del MLNV, que abogan por una negociaci¨®n pol¨ªtica entre la banda terrorista ETA y el Estado espa?ol.Sin embargo, echo de menos lecturas m¨¢s profundas, m¨¢s abiertas a una observaci¨®n m¨¢s rica y matizada de una realidad tan compleja como la que aqu¨ª vivimos. Estas dos posturas extremas pecan del mismo defecto: dejan la resoluci¨®n de este problema en manos de terceros, de otros.
Es obvio que la pervivencia en Euskadi del fen¨®meno violento tiene su origen en el cultivo de una subcultura que ha arraigado en una parte del tejido social. Sus miembros viven con otras normas, de espaldas al resto de los ciudadanos. Los intelectuales del MLNV efect¨²an todos los d¨ªas una interpretaci¨®n de la realidad, para transmitirla hacia su ¨¢mbito de influencia y justificar la extorsi¨®n, el tiro en la nuca o el secuestro en base al repudiable "ojo por ojo", aunque la agresi¨®n que reciban sea la detenci¨®n de un asesino con 10 cad¨¢veres a sus espaldas o repudiar un secuestro. La m¨¢xima responsabilidad sobre lo que ocurre debemos endos¨¢rsela, en consecuencia, a quienes realizan y difunden estos an¨¢lisis y valores a base de calumnias y mentiras y con plena impunidad.
La mejor terapia contra esta enfermedad es practicar el principio de que son los m¨¦todos, porque las ideas siempre son leg¨ªtimas, la frontera que separa a los violentos de los que no lo somos. La primera obligaci¨®n de la democracia es demostrar a los que se sit¨²an fuera de sus reglas que en nuestro sistema existen cauces para trabajar pac¨ªficamente por la autodeterminaci¨®n, la independiencia de Euskadi o la unidad de Espa?a. Y eso, que es verdad y parece simple de entender, no siempre es aceptado deportivamente por muchos rancios portavoces del nacionalismo espa?ol que han hecho del insulto al nacionalismo democr¨¢tico vasco y de la manipulaci¨®n vergonzosa de su resuelto rechazo a los m¨¦todos violentos uno de los deportes oficiales del Reino.
Reconocimiento grupal
Por la misma raz¨®n, es muy. importante que contin¨²e y se consolide la actuaci¨®n jurisdiccional sobre todo tipo de corruptelas que han minado la credibilidad del Estado de derecho. El esclarecimiento de estas tramas no da alas a los violentos, como muchos sostienen. Los argumentos los dieron quienes burlaron la ley y utilizaron procedimientos delictivos para enfrentar el terrorismo.La segunda constataci¨®n que debemos hacer es que en la sociedad vasca existen distintos niveles de penetraci¨®n de la subcultura de la violencia. Los m¨¢s peligrosos, por su relaci¨®n directa con la comisi¨®n de delitos muy graves, son los que practican los m¨¢s pr¨®ximos al n¨²cleo de estrategas de KAS. Los habitantes de ETA, miembros de comandos Y, cabecillas de las hordas de Jarra?, etc¨¦tera, configuran la ¨¦lite y la infanter¨ªa al servicio de los principios fascistas que nutren su escu¨¢lido ideario. Para este segmento de activistas la quiebra social es un terreno abonado para el proselitismo. Muchos j¨®venes con problemas ciertos de integraci¨®n en el sistema encuentran en estas brigadas algo que conservar. En este ambiente les ofrecen reconocimiento grupal, compensaciones afectivas, un hedonismo que s¨®lo se supedita a la colaboraci¨®n en una movida determinada y cierta garant¨ªa de impunidad.
Los estrategas de KAS han elaborado, adem¨¢s, una t¨¢ctica de intervenci¨®n social que extiende este culto a los m¨¦todos violentos y trata de alinear en ese eje causas y reivindicaciones con su objetivo principal: la desestabilizaci¨®n, la agitaci¨®n y la alarma social. Los militantes de KAS que tratan de influir e intervenir en cualquier conflicto tienen por misi¨®n hacer visual la disidencia, alejarla de cauces racionales de soluci¨®n, enfocarla hacia la violencia y alinearla con su praxis pol¨ªtica. Aqu¨ª tenemos otro gran territorio para entrenar la sensibilidad, para saber escuchar y ofrecer v¨ªas de participaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s din¨¢micas y flexibles.
.La convivencia con el terror y la muerte ha creado tambi¨¦n un cierto grado de fatalismo que convive con los problemas de estructuraci¨®n social que afectan a todas las sociedades industrializadas en este fin de siglo: cierto grado de anomia propiciado por la crisis de la familia tradicional, la convivencia con poderosos medios de difusi¨®n que tienen una influencia determinante en la instalaci¨®n de determinados valores, etc¨¦tera.
Implicaci¨®n
Todos ¨¦stos son los par¨¢metros a analizar y sobre todos ellos debemos intervenir. Por eso la palabra clave que manejamos para buscar salidas a esta situaci¨®n es "implicar". ?ste es un problema de todos. Requiere, sobre las regiones delictivas que genera el problema, una actuaci¨®n policial resuelta escrupulosamente, democr¨¢tica, transparente y eficaz. Esa es nuestra responsabilidad, es importante, no la esquivamos y no pensamos abandonarla. Pero adem¨¢s necesitamos tolerancia social y pol¨ªtica, imaginaci¨®n, un profundo trabajo del reinstalaci¨®n de valores en la sociedad, higiene democr¨¢tica, implicaci¨®n y movilizaci¨®n social, reinserci¨®n de quienes cometieron el error de abrazar estas pr¨¢cticas, erradicaci¨®n del odio y, en suma, una respuesta pluridisciplinar que abarca desde las pol¨ªticas de empleo a las educativas. Un problema que es de todos, como ¨¦ste, supera con mucho las posibilidades de la polic¨ªa y las capacidades negociadoras de ETA. Y en este trabajo todos tenemos una tarea.
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