La revoluci¨®n hipermedia
Han pasado 10 a?os desde que, en estas mismas p¨¢ginas, hac¨ªa unas reflexiones sobre el desaf¨ªo de la revoluci¨®n informativa afirmando que los avances exponenciales en la tecnolog¨ªa de las comunicaciones y el cambio en el modelo de demanda de los consumidores cuestionaban el marco institucional del futuro. Desde entonces, hemos contemplado en todo el mundo la generalizaci¨®n del fin del monopolio p¨²blico y el surgimiento de nuevas posibilidades que yo ya dejaba apuntadas en 1985. Una d¨¦cada despu¨¦s, las omnipresentes y equ¨ªvocas autopistas de la informaci¨®n (llenas de sentido para el vicepresidente Al Gore; su padre impuls¨® la introducci¨®n del sistema de autopistas interestatales) marcan el umbral de una nueva era de transmudaci¨®n de lo anal¨®gico a lo digital y de los monomedia a la hipermedia interactiva, lo que se corresponde con la convergencia de tres industrias: la telef¨®nica, el ordenador y los medios (audio, datos, fax, imagen y v¨ªdeo).No me gusta seguir las modas, prefiero adelantarme a ellas. Adem¨¢s de estar de moda, el t¨¦rmino autopistas de la informaci¨®n, al rememorar una v¨ªa principal o troncal, confunde y distorsiona la naturaleza esencial de la revoluci¨®n hipermedia que consiste, precisamente, en sus posibilidades no troncales de comunicaci¨®n, en forma de red, de todos con todos, al margen de una v¨ªa principal. Lo que se quiere dar a entender por autopistas de la informaci¨®n es cualquier cosa menos una autopista, que, por definici¨®n, es est¨¢tica y planificada. El t¨¦rmino, por tanto, deber¨ªa limitarse al soporte f¨ªsico, a las redes de banda ancha, que es el cauce por el que ha de discurrir el fen¨®meno que nos ocupa.
Nicholas Negroponte, director del Media Lab del MIT (Instituto Tecnol¨®gico de Massachusetts), nos recuerda la diferencia entre ¨¢tomos y bits. El Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) se ocupa del intercambio de ¨¢tomos. Cuando se cruza una frontera se declaran los ¨¢tomos, pero no los bits. El componente de informaci¨®n de numerosos bienes y servicios fluir¨¢ tan libremente por las redes de comunicaci¨®n que la regulaci¨®n efectiva a escala nacional llegar¨¢ a ser imposible. En esto consiste, precisamente, la nueva posibilidad: el movimiento global de ingr¨¢vidos bits a la velocidad de la luz. Una aut¨¦ntica revoluci¨®n que se nos viene encima de forma exponencial y que supondr¨¢ que tambi¨¦n nosotros, los usuarios,. tendremos que acostumbramos a saltar las fronteras tradicionales entre el tel¨¦fono, la radio, la televisi¨®n, los libros y los peri¨®dicos. Con los bits escribimos no s¨®lo textos y conceptos, sino tambi¨¦n im¨¢genes y sonidos. Es un tipo de escritura, la digital, que a trav¨¦s del hipertexto hace realidad el sue?o de Leibnitz cuando, en una carta escrita al duque de Hannover, en 1679, para interesarle en la financiaci¨®n de su proyecto, le hablaba de un sistema de escritura que "pintase los pensamientos".
Cambio exponencial. ?Pero a partir de cu¨¢ndo? En el tratamiento de temas complejos como el que nos ocupa, algunos pol¨ªticos y empresarios (especies ambas con muy poco tiempo para el estudio y la reflexi¨®n y, habitualmente, con escasos conocimientos t¨¦cnicos) corren el riesgo de caer en la banalidad. Un buen ejemplo es el equ¨ªvoco uso del concepto autopistas de la inrfomaci¨®n y su inminencia al sugerir una evoluci¨®n ordenada y planificada, cuando lo cierto es que se trata de un proceso gradual en el que -desde el punto de vista empresarial- se cometer¨¢n muchas equivocaciones. El ¨¦xito empresarial no estar¨¢ en adelantarse a ofertar las posibilidades de la nueva tecnolog¨ªa, sino en hacerlo en el momento en que la demanda de los nuevos servicios comience a decantarse. Frente a la. hip¨®tesis generalizada de un crecimiento exponencial del mercado -desde ya-, otras estimaciones m¨¢s realistas prev¨¦n una curva de evoluci¨®n diferente con un incremento gradual a lo largo de la pr¨®xima d¨¦cada, con despegue exponencial a partir de ah¨ª.
La clave del futuro de la televisi¨®n es dejar de pensar en ella como televisi¨®n. Pensemos, de la mano de Negroponte, en t¨¦rminos de bits: una pel¨ªcula no es m¨¢s que un caso particular de emisi¨®n de datos; la solicitaremos escogi¨¦ndola de un men¨² a la carta y no tendremos que, salir de casa para alquilarla en un videoclub. El telediario no s¨®lo podr¨¢ verse a la hora que se quiera, sino editado a gusto del espectador. La televisi¨®n de hoy permite controlar el brillo, el contraste, el volumen o el canal. La de ma?ana permitir¨¢ controlar el nivel de violencia, sexo o inclinaci¨®n pol¨ªtica. El contenido de la programaci¨®n puede ser enviado a un ordenador, por lo que su contenido ser¨¢ accesible aleatoriamente, hojeable, e intercambiable, como un peri¨®dico o un libro, independientemente del d¨ªa y la hora de su env¨ªo.
No se trata de someterse pasi- vamente a la avalancha en el ho gar de 500 canales de televisi¨®n. Los mercados de entretenimiento masivo (la industria de Hollywood y la televisi¨®n, para entenrdemos) dar¨¢n paso a peque?as audiencias segmentadas deman dantes de productos de narrow casting (opuesto a broadcasting). El entretenimiento del futuro no est¨¢ esperando al ancho de ban da, que ya est¨¢ ah¨ª. Est¨¢ esperando la imaginaci¨®n. El eslogan Is the economy, stupid, de la ¨²ltima campa?a presidencial americana, podr¨ªamos utilizarlo ahora como Es el contenido, est¨²pido.
?C¨®mo se hace este peri¨®dico? Su texto se prepara en un ordenador. Las fotograf¨ªas son digitalizadas y enviadas por cable o v¨ªa sat¨¦lite. La confecci¨®n. del peri¨®dico es realizada con sofware de dise?o gr¨¢fico. Toda la realizaci¨®n es digital desde el principio hasta casi el final, que es cuando -contribuyendo a la deforestaci¨®n- la tinta se estampa en un subproducto de ¨¢rboles muertos y los bits se convierten en ¨¢tomos. Pero esto dejar¨¢ de ser as¨ª. Recibiremos los bits en casa, decidiremos si los convertimos en copia impresa o los vemos en una pantalla de 2,5 mil¨ªmetros de grosor, que se puede doblar, waterproof, a todo color, con una alta resoluci¨®n, que se parecer¨¢ y oler¨¢ igual que el papel si es que as¨ª lo preferimos y que, por supuesto, nos permitir¨¢ elegir el tipo y tama?o de letra preferida.
?Ser¨ªa mejor una televisi¨®n m¨¢s parecida a un peri¨®dico? Todos sabemos que las noticias del peri¨®dico son m¨¢s completas que las de la televisi¨®n. Pero la televisi¨®n produce una experiencia sensorial m¨¢s rica que el peri¨®dico. Y de nuevo con Negroponte: La respuesta digital a est¨¢ optimizaci¨®n de la inf¨®rmaci¨®n y el entretenin¨²ento es que el ordenador filtre, seleccione y ordene la informaci¨®n por nosotros. La afirmaci¨®n del arquitecto Mies van der Rohe "Menos es m¨¢s", transmudada de la arquitectura a la informaci¨®n, cobrar¨¢ toda su vigencia. A las ocho de la ma?ana de un d¨ªa laborable, al leer el peri¨®dico estamos filtrando y personalizando un juego com¨²n de bits que tienen como destinatarios a cientos de miles de lectores, muchos de los cuales saltan secciones enteras sin echarles un vistazo (por ejemplo, yo con los deportes), hojean el resto y leen muy poco en detalle. El peri¨®dico ya puede mezclar los titulares con "noticias menos importantes" relacionadas con conocidos, gente que uno tiene que ver ma?ana, sitios a donde se est¨¢ a punto de ir. Esto ya es posible ahora en una forma que ser¨¢ perfeccionada. Personal Journal es el nombre del peri¨®dico digital del Wall Street Journal que pone a primera hora de la ma?ana en el ordenador del suscriptor la selecci¨®n de noticias, el tipo de columnas de opini¨®n y las cotizaciones de un determinado n¨²mero de empresas previamente ordenadas. Coste, 13 d¨®lares al mes, menos que la suscripci¨®n del Wall Street Journal normal.
Pero si lo que estamos leyen- do es el peri¨®dico dominical, preferiremos enterarnos de co sas en las que normalmente no estamos interesados, hacer un crucigrama o ver el hor¨®scopo. No nos gustar¨ªa que el peri¨®di co nos privara de un contenido menos personalizado. Y esta posibilidad no ser¨¢ blanco o ne gro. Dependiendo del tiempo disponible, del d¨ªa de la semana o del humor, querremos un ma yor o menor grado de persona lizaci¨®n. Un mando como el del volumen de una radio graduar¨¢ m¨¢s o menos personalizaci¨®n, otro modular¨¢ la ideolog¨ªa po l¨ªtica subyacente en algunas no ticias. El ancho de banda del espectro herciano es finito, al fin y al, cabo la naturaleza ya no puede fabricar m¨¢s; ya lo ha hecho una vez, como nos recuerda Negroponte. Por eso, la tendencia ahora es que la informaci¨®n enviada por cable y la emitida a trav¨¦s de las ondas permuten sus respectivos medios de transmisi¨®n. Se va hacia la reserva del ¨¦ter para las comunicaciones entre puntos m¨®viles, como un avi¨®n, barco, coche, cartera o reloj. La televisi¨®n adoptar¨¢ el cable, la fibra ¨®ptica, que ofrece un elevado ancho de banda, sin que debamos olvidar el viejo par telef¨®nico de cobre que, con las nuevas t¨¦cnicas de compresi¨®n digital, pasar¨¢ a ofrecemos insospechadas nuevas capacidades en la transmisi¨®n de se?ales de v¨ªdeo, lo que pondr¨¢ en peligro algunos soportes actuales como el videocasete o el CD-ROM, que ya se considera como el Beta de los noventa (el est¨¢ndar de v¨ªdeo de la Sony sucumbido ante el VHS). La Enciclopedia Brit¨¢nica, que ya ha sucumbido al CD-ROM, tendr¨¢ que dar su pr¨®xima batalla on-line.
?Qu¨¦ perspectivas socio-econ¨®micas se nos presentan en el horizonte cercano? Ante esta avalancha tecnol¨®gica, los empresarios que saben que tienen que subirse a ese carro se mueven inquietos en el desconcierto del c¨®mo y el cu¨¢ndo. La secretaria general de Comunicaciones anunciaba el 4 de julio que, a la vista de la pugna con Converg¨¦ncia i Uni¨®, la ley del cable ser¨ªa una ley de m¨ªnimos, una ley de hace 20 a?os en la que no se contemplan otros aspectos de las telecomunicaciones actuales. Se confirma, con Paul Val¨¦ry, que "la pol¨ªtica es el arte de impedir que la gente tome parte en los asuntos que le concierne". Acabaremos logrando que el enorme acervo cultural e informativo espa?ol lo veamos en ingl¨¦s, con software americano, en ordenadores / TV fabricados en Taiwan.
. Al margen de la industria de la informaci¨®n y el entretenimiento, y, por tanto, a salvo de CiU, el resto de las empresas, grandes y peque?as, ver¨¢n mejorada su productividad con el empleo generalizado de las redes de comunicaci¨®n hipermedia, lo que plantea su efecto en el empleo, que se ver¨¢ reducido a corto plazo. A medio y largo plazo se crear¨¢n nuevos empleos en sectores distintos a los que los pierdan. Como The Economist recuerda, hace 25 a?os no exist¨ªan empleos que hoy vemos solicitados en los peri¨®dicos: profesores de aerobic, ingenieros de software, especialistas en derivados financieros. Pero con la iron¨ªa que caracteriza al semanario ingl¨¦s, puntualiza: no todos los obreros de la industria del acero despedidos en Escocia ser¨¢n capaces de trabajar como profesores de aerobic en Londres. No siempre los trabajadores menos cualificados se ver¨¢n desplazados por la tecnolog¨ªa de la informaci¨®n, pero cuando lo sean, ser¨¢n los que tengan m¨¢s dificultades para encontrar un nuevo empleo.
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