Los embaucados
DOS CIUDADANOS espa?oles, Javier Bengoechea y Julio Oroz, han sido condenados a tres a?os de c¨¢rcel por traficar, con plutonio -un material radiactivo -extremadamente peligroso requerido para la f¨¢bricaci¨®n y de armamento nuclear- entre Ruisia y Alemania. Para un s¨²bdito colombiano, Justiniano Torres, el principal protagonista de la operaci¨®n, la pena ha sido mayor: casi cinco a?os. L as penas pueden parecer leves si se confrontan con los riesgos de este comercio ilegal y el potencial da?o qu¨¦ habr¨ªa producido este material de haber llegado a manos de ciertos compradores con menos escr¨²pulos incluso que, los implicados en el contrabando.Sin embargo, el caso es m¨¢s complicado. Los servicios de informaci¨®n federales de Alemania -y la polic¨ªa de Baviera- son, seg¨²n se ha comprobado, los aut¨¦nticos inductores de esta trama, en la que los ciudadanos espa?oles han sido meros t¨ªteres -no inocentes- Hay mucha l¨®gica en. que los servicios de informaci¨®n de Alemania intenten pulsar y controlar los movimientos en un mercado de material radiactivo que se nutre sobre todo de laboratorios e instalaciones de la extinta URSS, incontrolados y dirigidos hoy por gentes sometidas a todo tipo de tentaciones econ¨®micas dada su penosa situaci¨®n. Para eso est¨¢n los servicios de informaci¨®n. Pero una cosa es montar una operaci¨®n para averiguar la fragilidad de los sistemas de seguridad en las instalaciones nucleares rusas, otra embaucar a contrabandistas sin escr¨²pulos para cometer un delito que sin su intervenci¨®n no se hubiera producido.
La intervenci¨®n delictiva de los servicios secretos alemanes ha actuado como atenuante para los tres traficantes condenados, al considerarse probado que los dos espa?oles y el colombiano condenados nunca hubiesen incurrido en semejante delito, al menos en su aspecto m¨¢s grave -el traslado del plutonio a Alemania-, si los agentes alemanes no hubieran intervenido primero para captarles y despu¨¦s para garantizarles un supuesto comprador en territorio alem¨¢n. Por eso, aunque sea moralmente detestable la disposici¨®n de los condenados a traficar con un material altamente peligroso, es un hecho que la inducci¨®n al delito procede, ¨²nica y exclusivamente, de agentes al servicio del Estado alem¨¢n, cuyo poder judicial ha atenuado la condena a los traficantes extranjeros, pero ni siquiera se ha planteado la posibilidad de juzgar a los inductores del delito. Los aut¨¦nticos responsables de esta rocambolesca historia est¨¢n en Alemania y no han sido juzgados. Relulta por lo menos il¨®gico considerar que s¨®lo merece ser castigado el ¨²ltimo eslab¨®n de la cadena.
La necesidad. de un espacio policial europeo (no s¨®lo para casos de este tipo, sino para otros sumamente activos, como el narcotr¨¢fico) reviste una urgencia indiscutible. Este caso demuestra la facilidad con que los inmensos intereses que se mueven tras el comercio de armas y materiales estrat¨¦gicos puede captar a personas en principio dedicada! a otros negocios. Sorprende tambi¨¦n el escaso esfuerzo que las autoridades alemanas han dedicado, a averiguar la identidad. de quienes vendieron en Rusia el plutonio descubierto luego en M¨²nich y la protecci¨®n que ha dado la justicia alemana a los agentes implicados. Alemania, cerca de, m¨²ltiples focos de conflicto, protege el car¨¢cter secreto de sus servicios de informaci¨®n, incluso si para ello tiene que hacer dif¨ªciles encajes con la legalidad.
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