Bosnia y nosotros
LA CONFERENCIA de Londres sobre los Balcanes ha servido ante todo para demostrar al mundo y especialmente a Europa que la guerra en Bosnia es ya, adem¨¢s de una inmensa tragedia, un grav¨ªsimo problema pol¨ªtico que no s¨®lo afecta seriamente a la credibilidad y autoridad moral de organizaciones como la ONU, la OTAN o la Uni¨®n Europea, sino a la propia seguridad de todos los pa¨ªses europeos.Es sintom¨¢tico ver que frente a la exclusiva presencia de civiles en pasadas conferencias, y, especialmente en la que se celebr¨® tambi¨¦n en la capital brit¨¢nica en agosto de 1992, el jueves los uniformes eran omnipresentes. Cuatro a?os despu¨¦s del comienzo de la guerra en los Balcanes, la comunidad internacional parece cada vez m¨¢s convencida de que es imposible la soluci¨®n pol¨ªtica a esta guerra si no va reforzada por un apoyo militar y una amenaza cre¨ªble de usar la fuerza.
En Londres se ha impuesto el criterio de que continuar con la actuaci¨®n internacional de los ¨²ltimos a?os -amenazas no cumplidas, ataques simb¨®licos y postraci¨®n de los cascos azules ante la creciente osad¨ªa de las fuerzas serbias de Karadzic- no s¨®lo no soluciona la guerra, sino que causa un da?o dif¨ªcilmente calculable, pero en todo caso grave, a los Estados participantes, las organizaciones internacionales implicadas, la seguridad com¨²n y las relaciones entre los miembros de la Alianza Atl¨¢ntica y del Consejo de Seguridad de la ONU.
En Londres se ha llegado al acuerdo de marcar una l¨ªnea roja y advertir en un mensaje claro a las fuerzas serbias que, en el caso de que violen tambi¨¦n ¨¦sta, no podr¨¢n continuar gozando de la impunidad a la que se han habituado. La respuesta no ser¨¢ ya un bombardeo testimonial a un carro de combate obsoleto como en anteriores ocasiones, sino bombardeos masivos con un alto coste para su maquina ria de guerra. La l¨ªnea roja marcada oficialmente est¨¢ en Gorazde, seg¨²n las resoluciones de la conferencia. Se dice al menos que si las fuerzas serbias siguen atacando este enclave declarado zona protegida por el Consejo de Seguridad de la ONU la represalia ser¨¢ masiva.
Despu¨¦s de lo visto no debe extra?ar a nadie que las fuerzas serbias se hayan dejado impresionar muy poco por este mensaje. ?yer bombardeaban con entusiasmo Zepa, Bihac, Sarajevo y tambi¨¦n Gorazde, cuatro zonas declaradas seguras por la OTAN. El general serbio Ratko MIadic, brazo ejecutor de Karadzic, anunciaba que conquistar¨¢ todos los enclaves, incluida la capital bosnia, y que en seis meses habr¨¢ paz porque ellos habr¨¢n ganado la guerra.
Es imprescindible demostrar a Miadic y a Karadzic, que la paciencia y la tolerancia exhibidas por la comunidad internacional ante sus desmanes han tocado a su fin definitivamente. Y no caer de nuevo en la indecisi¨®n y los recelos entre los aliados que paralizan la operatividad y merman la credibilidad de la Alianza Atl¨¢ntica. El mundo tiene medios sobrados para demostrar a las fuerzas serbias que no pueden violar indefinidamente las leyes internacionales, las reglas m¨ªnimas de convivencia y las de la mera decencia.
Habr¨¢ que esperar acontecimientos en los pr¨®ximos d¨ªas. Karadzic ha sido siempre un maestro en manejar los tiempos e intercalar momentos de buen comportamiento para fomentar las divisiones entre partidarios y adversarios de una intervenci¨®n. Estos ¨²ltimos son menos hoy debido a la creciente convicci¨®n de que sin medios coercitivos serios y contundentes no habr¨¢ forma de sentar en una mesa de negociaci¨®n a los contendientes.
Proteger los enclaves que siguen en poder de las fuerzas bosnias, abrir las rutas para el abastecimiento de Sarajevo y advertir a Karadzic que su negativa a aceptar el plan de paz del Grupo de Contacto aprobado por todos los dem¨¢s contendientes s¨®lo puede empeorar su situaci¨®n deben ser los claros mensajes de Londres a Pale. El general MIadic debe ser advertido con seriedad de que si vuelve a jugar la carta de capturar como rehenes y escudos humanos a los cascos azules sufrir¨¢ un ataque militar en toda regla por parte de la comunidad internacional.
La probabilidad de una intervenci¨®n armada cada vez mayor obliga a reagrupar a los cascos azules. Ya no vigilan puestos de concentraci¨®n de armas ni tienen pr¨¢cticamente puestos de observaci¨®n en territorio ocupado por las fuerzas serbias. Deben ser concentrados para reducir al m¨ªnimo la posibilidad de que sean objeto de represalias por posibles bombardeos. Muy posiblemente ¨¦stos sean el pr¨®logo de la retirada total de las tropas internacionales. Una opci¨®n que nadie desea, pero que quiz¨¢ la guerra termine por imponer. En todo caso, la actitud de la comunidad internacional frente a la guerra en Bosnia ha llegado a un punto de inflexi¨®n. No hay opciones buenas. S¨®lo malas y peores. Pero la peor de todas ser¨ªa admitir que no hay nada que hacer sobre al terreno salvo dejar que los serbios impongan la raz¨®n de las armas. Eso equivaldr¨ªa a refrendar el genocidio del pueblo bosnio.
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