Harnoncourt llena de emoci¨®n Salzburgo con su versi¨®n de "Las bodas de F¨ªgaro"
El maestro berlin¨¦s, vetado por Karajan, fue aclamado sin reservas
ENVIADO ESPECIALCada nueva producci¨®n de una ¨®pera de Mozart se convierte en Salzburgo en una operaci¨®n de alto riesgo. La memoria de las comparaciones es inevitable: todo se con lupa. Gerard Mortier, director festival, es consciente y dosifica con extremo cuidado sus bazas en los ¨²ltimos a?os. Este vez su apuesta ha estado en las siempre complicadas Bodas de F¨ªgaro, de la mano de dos artistas en la cresta de la ola, Harnoncourt y Luc Bondy, y con algunos de los cantantes m¨¢s interesantes del momento que actuaron el domingo.
La apuesta parec¨ªa tener posibilidades de ¨¦xito, y as¨ª fue, gracias sobre todo a una noche m¨¢gica de Harnoncourt, director vetado en los tiempos de Karajan y ahora aclamado sin reservas. La aproximaci¨®n del maestro berlin¨¦s a Las bodas de F¨ªgaro no tiene mucho que ver con la tradicional belleza vienesa de un Mozart optimista y evasivo. Todo lo contrario. Harnoncourt utiliza unos tiempos de enorme serenidad, salpic¨¢ndolos con unos contrastes din¨¢micos y expresivos llenos de fuerza, como si, en la calma aparente de la historia de Beaumarchais y Da Ponte en que se basa el libreto, estuviera latente y a punto de explotar en cada momento el drama. La tensi¨®n que plantea Harnoncourt convierte a la m¨²sica en motor narrativo de la loca jornada, y su capacidad de resaltar la melod¨ªa posibilita un discurso paralelo tan excitante como clarificador. Es un Mozart algo triste, desde luego, o tal vez melanc¨®lico. Hay demasiados conflictos en juego para que la m¨²sica se permita un respiro. No se lo permitieron Harnoncourt y sus c¨®mplices m¨²sicos de la Chamber Orchestra of Europe. El resultado fue innovador y apasionante.Jean Starobinski ha escrito a prop¨®sito de Las bodas... que "la m¨²sica de Mozart, al conferir a la intriga una dimensi¨®n que Beaumarchais sin duda no hab¨ªa llegado a sospechar, representa admirablemente la confusi¨®n y el desorden en el que se pierden los rangos sociales, donde se mezclan la amargura, el placer, la ilusi¨®n de los disfrazados, la culpa y el perd¨®n. Bajo los pinos de un gran jard¨ªn, la persecuci¨®n amorosa encuentra el orden de las condiciones y sentimientos a trav¨¦s del redoblamiento del desorden y del enga?o". El director de escena Luc Bondy y el escen¨®grafo Richard Peduzzi han tenido en cuenta este car¨¢cter nocturno de confusi¨®n y b¨²squeda. La escenografia, geom¨¦trica y racionalista, deja amplios espacios libres donde se mueven los personajes al ritmo de sus pasiones y sentimientos: al fin y al cabo, lo ¨²nico que importa. La luz es lateral, subrayando el claroscuro, algo muy dieciochesco. Se crea un clima po¨¦tico conforme avanza la acci¨®n, insisti¨¦ndose en el retrato de un tiempo de cambio. La madera, c¨¢lida, domina como material. Cuando, al final de la ¨®pera, la escena intensifica su iluminaci¨®n y se abre al exterior, los cielos est¨¢n cargados de amenazadoras nubes, presagiando que los pactos son fr¨¢giles o que la vida contin¨²a con la misma carga de inestabilidad y temor. El final feliz queda totalmente pulverizado. La felicidad es cosa instant¨¢nea.
El bajo-bar¨ªtono Bryn Terfel hizo un F¨ªgaro colosal, otorgando al personaje las matizaciones que Mozart le propone, pero mirando de reojo tambi¨¦n a Beaumarchais en su simbolismo revolucionario. El bar¨ªtono Hvorostovsky fue un Conde elegante y lleno de nobleza vocal. En la primera media hora de representaci¨®n, el p¨²blico ya hab¨ªa premiado las intervenciones en solitario de los dos. La tensi¨®n de la sala parec¨ªa haberse relajado: una m¨¢s de las apariencias. Tras la cavatina Porgi amor con que la Condesa (Kringelborn) comienza el segundo acto, se hizo un silencio sepulcral. Los bravos reaparecieron con fuerza poco despu¨¦s, en la arietta de Cherubino (Susan Graham), Voi che sapete. Inmediatamente, la Condesa contin¨²a un recitativo dirigi¨¦ndose a Cherubino con la frase "Bravo, che bella voce ". El p¨²blico se ri¨® y aplaudi¨®. Paradojas de los p¨²blicos exquisitos, estas crueldades refinadas. Kringelborn se sobrepuso, no obstante, al pavor esc¨¦nico, ofreciendo en conjunto una actuaci¨®n m¨¢s que solvente, como tambi¨¦n lo fue la de D. Roskhmann como Susanna, tal vez a falta de un punto de picard¨ªa. Las bodas... es una ¨®pera de mujeres: son ellas las que deciden. Por ello hay que exigirles que est¨¦n en la representaci¨®n a la altura de sus personajes. Lo estuvo, evidentemente, la norteamericana Susan Graham como Cherubino, convirti¨¦ndose en otra de las grandes triunfadoras de la noche.
Una ¨²ltima observaci¨®n. El magn¨ªfico programa de mano se abre con un cuadro de F. Guardi (1712-1793) conservado en Berl¨ªn, en que un grupo de personas contempla desde la Giudecca de Venecia un artefacto volador, y se cierra con una cita de Francisco de Goya sobre los disfraces, como una doble alegor¨ªa de la ilusi¨®n del progreso y del espejo de las motivaciones humanas. Hasta esto encaja con la representaci¨®n. El p¨²blico comprendi¨® y acept¨® mayoritariamente un concepto que tanto desde la escena como desde la orquesta y las voces incid¨ªa en el lado menos convencional, pero, por otra parte, m¨¢s profundo e imperecedero de Las bodas de F¨ªgaro. El Festival de Salzburgo empieza, pues, con buen pie su a?o femenino (La Traviata, Lul¨² ... ). El brujo Mortier, una vez m¨¢s, sab¨ªa cu¨¢l era la mirada m¨¢s necesaria y sugestiva que requer¨ªa hoy una ¨®pera tan turbadora e inconmensurable en todos sus aspectos. Con espect¨¢culos as¨ª, se explica por qu¨¦ Salzburgo contin¨²a siendo el festival m¨¢s importante del mundo.
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