El hijo del predicador
Edwards, plusmarquista de triple salto, fuera de la ¨¦lite varios a?os porque su religi¨®n le imped¨ªa competir en domingo
La primera mirada a Jonathan Edwards, desbarata todas las ideas preconcebidas sobre los grandes atletas, De estatura mediana (1,80 metros), ligero de peso (70 kilos), la piel blanca, con, una transparencia muy inglesa, y un fichero personal que vale m¨¢s para un profesor o para un oficinista que para un plusmarquista mundial de atletismo. Es callado; juicioso y devoto. En realidad es el buen hijo de un predicador de Devon. Incluso su aspecto le delata: su leve flequillo nos dice que es un hombre distra¨ªdo de las modas, de las cosas casi se dir¨ªa que de su profesi¨®n. Un d¨ªa le coment¨® a su mujer que, su trabajo era una tonter¨ªa. "Dar tres brincos y caer en un foso de arenal, ?qu¨¦ te parece?". Eso le dijo.En esta ¨¦poca de atletas exuberantes y un poco bocazas, Jonathan Edwards ha sido un especialista que ha dado muy poco que hablar. Alguna vez se escucharon los lamentos de los federativos brit¨¢nicos, que se encontraban con un grave problema. El triplista Edwards se ganaba regularmente la plaza para disputar los grandes campeonatos de atletismo, pero el hombre se negaba a participar si el concurso se produc¨ªa en domingo. Se lo imped¨ªa su estricta fe baptista. Y habitualmente ocurr¨ªa que las pruebas d¨¦ triple salto se celebraban en domingo, como sucedi¨® en los Juegos de 1988 y en los Campeonatos del Mundo de 1991. Edwards se neg¨® a participar en las dos ocasiones.
Los seleccionadores brit¨¢nicos ten¨ªan un problema y Edwards otro. Su carrera deportiva se estaba haciendo demasiado lateral, al margen de los focos que iluminan a las grandes estrellas. Ten¨ªa talento -con 23 a?os salt¨® 17,28 metros-, pero su nombre resultaba casi an¨®nimo.
Las cosas han cambiado en los dos ¨²ltimos a?os. En todos los sentidos. Sigue siendo un cristiano estricto, pero desde 1993 tambi¨¦n compite en domingo. Tambi¨¦n han cambiado sus m¨¦todos de entrenamiento y sus asesores. En los ¨²ltimos meses se ha puesto bajo la direcci¨®n de Dennis Noble, entrenador de la Universidad de Florida, y de Peter Stanley, un especialista en saltos que ha pulido varios de los defectos t¨¦cnicos de Edwards.
Pero todos estos cambios habr¨ªan pasado, desapercibidos si Edwards no se hubiera convertido en la gran atracci¨®n de la temporada. Curiosamente, o no tanto, porque el destino tiene estos gui?os, todo comenz¨® un domingo de junio en Lille (Francia).
Ante el asombro general., Jonathan Edwards realiz¨® dos marcas descomunales, las dos mayores de la historia en triple: 18,43 y 18,39 metros, casi medio metro por encima del r¨¦cord mundial (17,97) que ten¨ªa el estadounidense Willie Banks desde 1985. Las marcas fueron invalidadas por exceso de viento favorable, pero el mundo del atletismo puso sus ojos en el t¨ªmido y deslavado triplista ingl¨¦s.
El salto de Salamanca
Edwards pas¨® de una posici¨®n semian¨®nima a convertirse en el plusmarquista in pectore de triple salto. Cada una de sus apariciones era un anuncio de r¨¦cord mundial. Su ¨²nico adversario era el viento, que invariablemente anulaba sus espectaculares marcas. Pero el martes pasado, en Salamanca, se encontr¨® con la indulgencia del viento y bati¨® la marca de Banks por un cent¨ªmetro (17,98 metros). El ejercicio, que el propio Edwards considera t¨¦cnicamente imperfecto, llev¨® el nuevo sello de un atleta que ha modificado varios detalles que han resultado decisivos en.su progresi¨®n.
Sin tener una gran velocidad (corre los 100 metros en 10.60), su capacidad de aprovechamiento de la aceleraci¨®n en el despegue es maxima. Lo mismo, ocurre en las otras partes del salto. Su utilizaci¨®n de los brazos en los impulsos la ha aprendido en gran medida del estadounidense Mike Conley, campe¨®n ol¨ªmpico en Barcelona. Su segundo salto se caracteriza por una baja trayectoria y por un gran repliegue de la pierna libre. Pero su mayor avance se ha producido en el tercer salto, donde se aprovecha del en¨¦rgico movimiento de los dos brazos para adelantar su tronco y rentabilizar la fuerza que producen sus piernas.
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