El 'kamikaze' que vivi¨® para contarlo
Kiichi Matsuura ha arrastrado durante a?os la verg¨¹enza de no ha haber logrado morir
Kiichi Matsuura, de 72 a?os, regenta una tienda en el centro de Tokio y tiene un aspecto comedido. Parece el tipo de hombre que conduce un coche poco ostentoso y que frena en cuanto el sem¨¢foro se pone en ¨¢mbar. Pero hace 50 a?os, durante la Il Guerra Mundial, Matsuura form¨® parte del grupo de pilotos japoneses cuyo nombre es ahora sin¨®nimo de suicida y fan¨¢tico: fue un kamikaze. Estos pilotos -todos ellos voluntarios- se lanzaban contra barcos o aviones enemigos cargados de explosivos, que hac¨ªan detonar en el ¨²ltimo momento. Y durante a?os Matsuura sufri¨® la verg¨¹enza de no haber muerto junto con los 2.519 kamikaes que consiguieron llevar a cabo su misi¨®n.Jap¨®n organiz¨® en octubre de 1944 el programa de ataques a¨¦reos suicidas, al que las autoridades denominaron Viento Divino o con el eufemismo de tokkotai (unidad especial de ataque). La primera vez que Matsuura oy¨® hablar de este programa fue en diciembre de 1944, cuando se encontraba destinado en el monte Fuji. Algunos meses depu¨¦s, todos los pilotos de la base recibieron un formulario que ped¨ªa voluntarios para las nuevas unidades. Hab¨ªa tres respuestas posibles: "Deseo firmemente unirme a los tokkotai"; "espero poder unirme a los tokkotai" y "no quiero unirme a los tokkotai".
Matsuura puso una cruz junto a la segunda de estas opciones. "No estaba completamente seguro. Me preguntaba si, una vez llegado el momento, ser¨ªa capaz de llevar a cabo la misi¨®n", explica. "Cualquier ser humano -brit¨¢nico, norteamericano, cualquiera- desea proteger a los que ama y, en algunas circunstancias, puede llegar ofrecer su vida por ellos", a?ade.
El 6 de junio de 1945, el destacamento de Matsuura recibi¨® la orden de atacar. "Ha llegado el momento", pens¨® entonces curiosidad. "El paciente al que le dicen que va a morir de c¨¢ncer piensa en la muerte como el fin, pero para un tokkotai la muerte significaba disfrutar de su m¨¢ximo objetivo", explica Matsuura. Pero ¨¦l tuvo mala suerte. Se despert¨® a las cuatro de la ma?ana junto a sus compa?eros, pero su avi¨®n estaba estropeado y tuvo que ver c¨®mo los otros pilotos part¨ªan mientras el se quedaba en tierra.
Su segunda misi¨®n, unos d¨ªas m¨¢s tarde, tampoco fue demasiado afortunada. Uno de los aviones de la formaci¨®n en la que volaba Matsuura se estrell¨® contra el mar por un fallo mec¨¢nico. El comandante orden¨® el regreso a la base de todos los aviones, para evitar m¨¢s accidentes. Y la tercera misi¨®n nunca lleg¨® a producirse: dos d¨ªas antes de la rendici¨®n de Jap¨®n, los norteamericanos bombardearon la base de Matsuura y destruyeron su avi¨®n.
"Fue horroroso. En mi coraz¨®n hab¨ªa hecho un juramento a mis compa?eros: 'Os seguir¨¦ pronto'. Pero ellos murieron y yo sobreviv¨ª. Hab¨ªa sido un tokkotai y ya no lo era", recuerda Matsuura, casi 50 a?os despu¨¦s. Y la rendici¨®n de su pa¨ªs hizo imposible que pudiera cumplir su promesa, por lo que "una profunda verg¨¹enza" se instal¨® dentro de su alma. Y todo porque la muerte hab¨ªa esquivado a este hombre, que tambi¨¦n consigui¨® escapar a la bomba at¨®mica lanzada sobre su ciudad natal, Nagasaki.
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