Madrid del mundo mundial
Un sainete de Arniches es el postre para casi un millar de comensales
Un martes cualquiera, casi 500 comensales sentados en 150 mesas del patio de La Corrala se tiran a los calamares rebozados, las tortillas y los minis de cerveza, todo servido en riguroso pl¨¢stico, entre las nueve y las diez y cuarto. Los m¨¢s finos se comen un entrec¨® a 1.500 pesetas, el platillo m¨¢s caro de la carta. O se entretienen tomando una ca?a (250 pesetas) en la barra, un chotolate con churros si no hace calor, o retrat¨¢ndose ataviados de ¨¦poca por 800 pesetas, tras re¨ªrse probablemente con una instant¨¢nea, al lado de la inevitable familia japonesa, en la que tres sen?res -bigotes incluidos- se han colocado el traje de chulapa para inmortalizarse.Entre el p¨²blico -funcionarios maduros venidos de Mirasierra o del barrio de Salamanca totalmente entregados despu¨¦s al sainete, ingenieros treinta?eros de Arg¨¹elles, profesoras de espa?ol exiliadas en Ginebra, azafatas de vuelo, vascos de tan generosa barriga como expansivo ¨¢nimo, pandillas de j¨®venes de coleta con la parpusa -gorra castiza de cuadros- reci¨¦n comprada y encaramada en la cabeza, actores j¨®venes cr¨ªticos con la funci¨®n...-, si, pululando entre sillas y mesas de madera un joven barquillero, la cuarta eneraci¨®n, ataviado de castizo; es la viva estampa del Madrid de 1916, ¨¦poca en la que est¨¢ ambientado el sainete Seraf¨ªn El Pinturero, de Carlos Arniches- que se representa seis veces por semana hasta dentro de un mes.
Cuando las luces se apagan: los 22 m¨²sicos atacan los compases de la obra de Foglietti y Roig, puede que se levante una diminuta y arrugada anciana e, cabello blanco con una bolsa de pl¨¢stico en la mano que nunca bandona: es Carmen L¨®pz Azores, de 84 a?os, quien, apoyada en su bast¨®n, baila y lanza piropos a los actores.
Carmen y su hija
Carmen es una celebridad en el barrio y entra gratis todos los d¨ªas a la funci¨®n. En la sobada bolsa lleva varias fotos de una hija que en 1936 tuvo que mete en un barco y que a¨²n no ha podido encontrar: "Es que en la guerra a los hijos de los rojos lo met¨ªan en un barco para que no los mataran", aclara Carmen. Las se?oritas uniformadas que colocan al p¨²blico -l¨¦ase azafatas- y les regalan a las se?ora un clavel ayudan a la anciana Los espectadores no son menos. Carmen pregunt¨® a la periodista: ?Esto qu¨¦ es". Y alarg¨® un billete de 2.000 pesetas que un treinta?ero le hab¨ªa dado. La mujer no ve muy bien. Va transcurriendo la funci¨®n, sustentada por ochenta personas -entre ellas, 38 actores-, y pronto un personaje se lleva el gato al agua: es Silvino, farolero del barrio, pel¨ªn borracho, algo desali?ado y gracioso a reventar. Lo encarna el actor Pedro Pe?a. Las carcajadas resguardaban sus di¨¢logos. Seraf¨ªn El Pinturero soltaba una amplia muestra del lenguaje m¨¢s chulap¨®n: adjetivos como fotot¨ªpico o atufante. Una bella mujer, la cabaretera, Patro (Estrella Blanco), es, en sus palabras, un abuso c¨¢rnico Y no falta alg¨²n mundo munndial.
En el intermedio, convenientemente avisados los espectadores de que el bar sigue funcionando, que hay chocolate con churros y vestimenta castiza para comparar, hay opiniones para todo: dos matrimonios maduros, uno de Salamanca y otro de Mirasierra, esta tan felices: pnmero cena, tortilla, croquetas y ensalada -"muy buena y bien de precio", dec¨ªan -, y luego el sainete: "Nos est¨¢ encantando". Sin, embargo, dos muchachos y una chica, actores ellos dos, decian: "Falta mucha gracia, entrega y pasi¨®n". "Y pon que Rosa Valenty- (Jesusa) nos horroriza" afi?adieron. Su personaje favorito era el farolero. Una ni?a de 12 o 13 a?os con cara de aburrimiento era besada por su padre en la barra del bar. El matrimonio va todos los a?os a La Corrala y se empe?o en llevar a la hija.
El aforo total es 1.000 personas. Adem¨¢s del patio de mesas donde se cena, hay un gallinero donde los espectadores se sientan en unas gradas. Es la zona de los bocatas envueltos en papel de aluminio. Mar¨ªa Jes¨²s Tabasco y su amiga Paquita Guerra, muy enjoyadas, all¨ª estaban con la hija de Paquita, Silvia, de 23 anos, para que la joven se sumergiera en el ambiente de Madrid, m¨¢s que para ver la obra que les parec¨ªa, "sencillita, flojita". Un chico de unos 25 a?os que parec¨ªa divertirse mucho durante la representaci¨®n manifest¨® su opini¨®n de la obra diciendo entre risas: "I don't speak spanish".Alberto Carrasco Garc¨ªa, un vasco de 65 a?os y rutilante barriga, que acud¨ªa por primera vez a La Corrala, se vio sorprendido cuando La Patro, la cabaretera de la obra, baj¨® hacia las mesas y le pidi¨® que le mojara su jard¨ªn con una regaderita al uso que ella llevaba.
?Hija!
Alberto le dio tres achuchones a la actriz al grito de "?Hijaaaaa ni¨ª¨ª¨ª¨ªaaaa!". Ella respond¨ªa: "?Paaadreeee!". Y as¨ª tres veces, entre carcajadas. La Patro, agradecida, le reg¨® generosamente. Alberto coment¨® al final: "No la he apretado m¨¢s porque me lo imped¨ªan sus pechugas". Tambi¨¦n intent¨® mojar La Patro a un ingeniero de 30 a?os, delgadito, llamado ?lvaro, que estaba en primera fila con su novia, Silvia, azafata, quien fue convenientemente expulsada de su sitio por la vedette, que al final no consigui¨® el objetivo de empapar al hermoso var¨®n. "Me retir¨¦ en el ¨²ltimo momento", revel¨® ?lvaro al final de la funci¨®n. ?lvaro y Silvia est¨¢n con otra pareja y la hermana de ella, que es profesora de espa?ol en Ginebra. Se les ve en la cara que han disfrutado.
Seraf¨ªn El Pinturero. La Corrala. Mes¨®n de Paredes, 65, con plaza de Agust¨ªn Lara. Metro Lavapi¨¦s. Todos los d¨ªas menos los lunes a las 22.1 S. Apertura W'Ias 2 1.00.
En el corredor de casa
Los vecinos del 13 de la calle de Sombrerete y los del 12 de la calle de Tribulete, las dos corralas en cuyo frente se desarrolla la funci¨®n, ya se saben el sainete Serafin el pinturero. Ya est¨¢n acostumbrados. A?os atr¨¢s, en las casas se ataviaban Alfredo Kraus o Carmen Sevilla antes de actuar. A cambio, les regalaban una bombilla de colores. Pero es la primera vez, las puertas de las viviendas de los actores se confund¨ªan con las de los vecinos. El decorado se ha extendido y tapado el primer piso. Una anciana que vive con su televisor no tiene ventanas posteriores y est¨¢ molesta. Pero la presidenta de la comunidad de Tribulete, 40 a?os m¨¢s joven, responde que las casas son del Ayuntamiento y que pueden hacer lo les venga en gana. "Luego puede que la compa?¨ªa nos d¨¦ una gratificaci¨®n, que es para los gastos de comunidad. Ser¨ªa la primera vez. que o h¨ªcieran" aseguraba el martes.
Manuela Moreno Serra-no, de 85 a?os, ha vivido desde los 15 en la corrala de Sombrerete; ahora, tras la restauraci¨®n de hace cuatro a?os vive en la de Tribulete. Manuela y su vecina Juana Esteban Aragon¨¦s, de 80 a?os, las dos con sus batitas ligeras, se sientan cada noche en el corredor, abanico en mano, para ver la representaci¨®n. Aunque dicen que a ellas les gusta m¨¢s la zarzuela y que Seraf¨ªn no les hace gracia: "Antonio Molina y Rafael Farina s¨ª que eran buenos artistas", dicen convencidas, a?orando los a?os en que bailaban frente a su casa. Ellas eran mozas.
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