La herencia y la voluntad
Serbia y Croacia, naciones de herencia, est¨¢n descuartizando a Bosnia, naci¨®n de voluntad. Visto lo cual, o se escoge Bosnia o se va a imponer una herencia: esa herencia es musulmana del mismo modo que se supone que la de Serbia es ortodoxa, y la de Croacia, cat¨®lica.A finales del pasado siglo, dos grandes historiadores se enfrentaban por lo que cada uno de ellos consideraba que era la naci¨®n.
Para el primero, el franc¨¦s Ernest Renan, la naci¨®n es ante todo una voluntad. Evidentemente es otra cosa, pero necesita de una voluntad: la expresada por sus ciudadanos de vivir juntos con un proyecto com¨²n.
Para el segundo, el alem¨¢n Theodor Mommsen, la naci¨®n es ante todo una herencia. Tambi¨¦n para ¨¦l es otra cosa, pero es indispensable que sus miembros se sientan investidos de la misi¨®n de asegurar una continuidad ¨¦tnica, ling¨¹¨ªstica, hist¨®rica.
Recientemente he publicado un libro (Voyage au bout de la nation, Editions du Seuil) para demostrar c¨®mo en el curso de la historia reciente este debate se ha encarnado en el conflicto entre las naciones y el nacionalismo. Y no de otra cosa se trata lo que en estos momentos pasa en el territorio de la ex Yugoslavia.
Hace dos a?os en Nueva York, varios diplom¨¢ticos musulmanes y ¨¢rabes me afirmaban que Bosnia-Herzegovina no ten¨ªa legitimidad hist¨®rica; que nos hab¨ªamos equivocado al reconocerla como naci¨®n, que el ¨²nico motor de Itzebegovic, presidente del Estado bosnio, era el islam; Y que, a fin de cuentas, como los otros pa¨ªses de la ex Yugoslavia estaban persuadidos de ello, rechazar¨ªan la existencia en medio de ellos de un Estado musulm¨¢n, para perpetuar el recuerdo del imperio otomano ya eran suficientes las fronteras con la peque?a Albania y la gran Turqu¨ªa.
Todos los elementos de informaci¨®n de que entonces dispon¨ªamos me permitieron oponerme a esos diplom¨¢ticos (muy poco solidarios, en verdad, con la posibilidad de un islam bosnio) argumentando que la disputa acerca de la "legitimidad hist¨®rica" estaba netamente superada. Que est¨¢bamos obligados a constatar la intensidad del deseo bosnio de ampliar a todas las regiones, especialmente las rurales, el car¨¢cter laico de ciudades como Sarajevo, as¨ª como la voluntad de crear una naci¨®n que integre y trascienda las cuatro religiones presentes en Bosnia y Herzegovina.
Como respuesta s¨®lo recib¨ª escepticismo. Y sin embargo, est¨¢bamos en los momentos m¨¢s duros del conflicto entre serbios y croatas. Uno de mis interlocutores pretend¨ªa poder apostar ya a que los enemigos de entonces llegar¨ªan a entenderse a costa de los bosnios, a los que ya entonces llamaba musulmanes. Es evidente, a?ad¨ªa, que en un tr¨ªo las alianzas pueden permutarse: se puede cambiar de aliado frente al tercero, pero lo que dominar¨ªa ser¨ªa el miedo a un Estado musulm¨¢n, ya fuera este miedo una realidad para os croatas o un pretexto para los fan¨¢ticos de la Gran Serbia.
Ten¨ªa raz¨®n el diplom¨¢tico, no yo. Dio m¨¢s cr¨¦dito a la herencia que a la voluntad. Sab¨ªa que en este fin de siglo, cada vez que un imperio retrocede, avanza el chovinismo.Sin embargo, cuando Estados Unidos present¨® como una victoria de su diplomacia el acuerdo entre croatas y bosnios de crear una federaci¨®n, cre¨ªmos, no sin candor, que algo hab¨ªa cambiado. M¨¢s recientemente todav¨ªa, hace apenas unos d¨ªas, cuando los bosnios celebraron la reconquista por los croatas de la Krajina ocupada por los serbios, pensamos que aquel acuerdo bendecido por Estados Unidos daba sus frutos. Pero r¨¢pidamente nos hemos dado cuenta de que Milosevic, en contra de la opini¨®n del presidente Karadzic, hab¨ªa pedido al general MIadic que dejara entrar a los croatas en Krajina. De este modo, no s¨®lo desautorizaba al rebelde de Pale, sino que pon¨ªa a disposici¨®n de los soldados serbios de Sarajevo, bien armados pero poco numerosos, los treinta mil soldados serbios de Krajina. Ahora sabemos, como precisa Bernardo Valli en La Repubblica, que ha comenzado la divisi¨®n de Bosnia.No se ha hecho la guerra a los serbios. Dudo que se la haga a los croatas. Nada incita al optimismo. Y, desde luego, no la dimisi¨®n de Haris Silajdiz, primer ministro bosnio, laico y liberal, que puede dejar su puesto a cualquiera de los representantes de un nuevo cesarismo musulm¨¢n. El famoso C¨ªrculo 99 (poetas, pintores, directores de cine, periodistas, ingenieros), que expresa y mantiene la tradici¨®n ecumenista de la "vieja Sarajevo", lucha contra los serbo-croatas y contra el islamismo. Esos dos frentes son los nuestros. Esos dos frentes deber¨ªan de ser los de Europa.
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