La ciudad futura es femenina
La ciudad del deseo (Antolini), Los cuerpos (o la carne, flesh en ingl¨¦s) en la ciudad (Sennetc), Civilizaci¨®n urbana o barbarie (Castro), La ciudad sostenible (Alberti, El amor de las, ciudades (Fortier)... son t¨ªtulos recientes que el azar de las lecturas veraniegas ha puesto en mis manos. T¨ªtulos de procedencia diversa (Francia, Estados Unidos, Italia) y de autores de disciplinas e ideolog¨ªas bastante alejadas entre s¨ª. Pero que coinciden en unir la visi¨®n cr¨ªtica de la ciudad a una propuesta amorosa. Reivindican la afectividad como m¨¦todo de conocimiento, la sensibilidad como pol¨ªtica y el sue?o de la ciudad cordial como proyecto. Podemos hacer suyo el lema que proclam¨® un viejo amigo, el arquitecto chileno Alfredo Rodr¨ªguez, en una conferencia interna cional: "Solamente los enamora dos de la ciudad deber¨ªan intervenir sobre ella".La pregunta no es ?c¨®mo hacerlo?, sino ?qui¨¦nes pueden hacerlo?
Nuestros autores son m¨¢s pesimistas en la cr¨ªtica que optimistas en la voluntad. Hace falta algo m¨¢s. Proclamar la crisis de la ciudad ("La ville partout, partout en crise". Le Monde Diplomatique) o definirla como el infierno ("Hell is an american city". The Economist) no lleva muy lejos.
Otra historia del verano me hizo pensar en una posible respuesta. El Instituto de la Mujer y la Universidad de Santander organizaron un curso sobre tiempo y espacio urbanos en la vida de las mujeres. Las tres conferenciantes que me precedieron, una ge¨®grafa madrile?a, una soci¨®loga de Vigo y una universitaria italiana, hicieron unas exposiciones que no ten¨ªan nada que ver con las de la mayor¨ªa de expertos masculinos. No part¨ªan de la disciplina acad¨¦mica o de la "especialidad" sectorial (la vivienda, el empleo, la seguridad, etc¨¦tera). Ni de teor¨ªas o normas fr¨ªas, asexuadas o generalistas. Su pr¨¢ctica no proced¨ªa de la organiza ci¨®n compartimentada y separada de la gente. Cuando plantea ban propuestas, desde la posici¨®n de las mujeres, sobre accesibilidad habitalbilidad, autonom¨ªa de las personas y sociabilidad, la vida palpitaba y la ciudad viv¨ªble parec¨ªa posible.
?Por qu¨¦? Porque su punto de partida era la singularidad de las personas y la realidad integral de los entornos. Precisamente este reconocimiento de lo concreto y lo inmediato, de lo vivido y de lo "diferente, de lo interrelacionado que est¨¢ todo en lo cotidiano, hac¨ªa cre¨ªble sus propuestas de, ciudad para todos".
La visi¨®n dominante sobre la ciudad y en general sobre el mutido es masculina y su racionalidad es la del poder. El discurso del poder va de arriba abajo, homogeneiza y divide, pero la ciudad es un todo y la gente la vive a la vez en todas sus dimensiones. No hay pol¨ªtica urbana v¨¢lida que no asuma, que no integre, todos los. problemas y todas las necesidades. La ciudad var¨ªa en cada lugar y en cada instante. Nadie es id¨¦ntico a nadie. No hay servicio p¨²blico o colectivo eficaz s¨ª no puede adaptarse a cada situaci¨®n y a cada persona.
Una vez las hube escuchado, la conferencia que hab¨ªa preparado sobre las desigualdades y las exclusiones en los tiempos y espacios urbanos me parecido obsoleta. La cr¨ªtica a¨²n radical y la denuncia quiz¨¢s pertinente son frustantes si no son ¨²nicamente el primer pelda?o de una escalera que lleve, o esperemos que as¨ª sea, a la felicidad. Por ejemplo, en aquel contexto parec¨ªa innecesario denunciar el "fascisino urbano" que subyace en propuestas como las de prohibir a los j¨®venes la ciudad nocturna, o la violencia excluyente de las pol¨ªticas que multiplican las v¨ªas r¨¢pidas urbanas. Tampoco parec¨ªa imprescindible hacer la cr¨ªtica de la absurda paradoja de tanta gente desocupada y tantas necesidades sociales cotidianas insatisfechas o la cr¨ªtica arquitect¨®nica de la inadecuaci¨®n de muchos espacios p¨²blicos a los ritmos de la vida cotidiana. Todo esto ya lo sab¨ªan. La cuesti¨®n era formular respuestas, desde la cultura de las mujeres, a los problemas de la vida urbana de todos. Por esta raz¨®n de conferenciante me convert¨ª en demandante.
Necesitamos propuestas que vengan de otra parte,,, de otros valores y de otras vivencias. Ejemplos. Nuestras ciudades generan parados que devienen marginales. Pero los empleos de proximidad, de servicios de persona a persona, o el mantenimiento urbano, el cuidado de espacios, y equipamientos colectivos en las unidades residenciales, ofrecen posibilidades infinitas. La l¨®gica de la congesti¨®n y de la contaminaci¨®n derivadas de la circulaci¨®n es infernal. No s¨®lo es necesario m¨¢s transporte p¨²blico y volver a caminar, sino tambi¨¦n menos prisa (si el coche que nos precede va despacio, el hombre airado da por supuesto que es una mujer), menos agresividad, ir m¨¢s despacio y m¨¢s tranquilos. El mobiliario urbano requiere atenci¨®n delicada, pero tambi¨¦n debe exigirse que sea a la vez hermoso y c¨®modo. Contra lo que creen muchos ingenieros, en la ciudad el camino m¨¢s corto entre dos puntos es el m¨¢s bello y el m¨¢s seguro. La convivencia, el conocernos unos a otros, el hablamos en las calles y plazas, es el mejor remedio a los sentimientos de inseguridad.
La lista de demandas posibles puede alargarse indefinidamente. Demandas a la cultura de las mujeres. No tienen el monopolio de las respuestas. Tampoco se trata de recuperar "el eterno femenino", que probablemente nunca ha existido. Simplemente apostamos por la mayor capacidad de razonar a partir de la sensibilidad. En la ¨¦poca "global", de. la ciudad-mundo, necesitamos la ciudad-casa. No nos sirve una ciudad muy competitiva, seg¨²n la l¨®gica productivista, si no es tambi¨¦n una ciudad-placer. Nos moriremos de aburrimiento en ciudades y barrios todos ¨ªguales, y nos sentiremos bien en lugares con sus distinciones, sus abalorios y sus encantos ¨²nicos, la ciudad bonita y diferente. Las ciudades devienen invisibles, opacas, incomprensibles. A veces por exceso de claridad (el zoning que especializa cada parte), otras por falta de referentes f¨ªsicos y simb¨®licos. Hay que reivindicar la ciudad-lenguaje, la ciudad que hable y que quiera ser, vista. La ciudad ciega y muda es an¨®nima y por. ende an¨¦mica. Y esperamos una ciudad que nos acoja y nos proteja, una ciudad que nos permita ejercer el "derecho a la ternura" (Restrepo) en todas sus dimensiones. Como dice Dahrendorf, el mercado y la democracia son fr¨ªas. La ciudad puede ser caliente.
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