?Qui¨¦n le teme a Mickey Mouse?
La muy publicitada. absorci¨®n de la cadena televisiva norteamericana ABC por el conglomerado de Walt Disney es un negocio motivado por la ganancia o, si ustedes lo prefieren, por la codicia. Como negocio, puede reclamar neutralidad. Pero por ser el tipo de. negocio que es, no puede reclamar inocencia.Cuando un gigante de la diversi¨®n adquiere a un gigante de la informaci¨®n, pueden ustedes apostar las orejas de Mickey Mouse que el primero dominar¨¢ al segundo. La informaci¨®n sufrir¨¢, la diversi¨®n ganar¨¢. El cr¨ªtico social Neil Posterman titul¨® uno de sus libros Divirti¨¦ndonos a morir. El negocio Disney-ABC es un gigantesco paso adelante en la marcha hacia la muerte con sonrisa actuada por robots alegres que, poco a poco, son privados de su derecho a escoger, discriminar, criticar lo que reciben y la manera como lo reciben.
La diversi¨®n en s¨ª no tiene nada de malo. El peligro surge cuando la diversi¨®n suplanta a la informaci¨®n. Estamos viviendo ya una realidad, acaso, irreversible: los medios audiovisuales le ofrecen al p¨²blico una cantidad tal de informaci¨®n que el p¨²blico acaba por convencerse de que est¨¢ bien informado, perdiendo la capacidad para inquirir acerca de las zonas de informaci¨®n deliberadamente aisladas, abandonadas a la oscuridad en medio de la lluvia de estrellas con la que unos cuantos conglomerados nos iluminan. Por desgracia, en todo el mundo, la mayor¨ªa de las audiencias creen que est¨¢n bien informadas porque est¨¢n informadas en abundancia, aunque no en calidad.
Esta situaci¨®n pospone la verdadera, la deseable relaci¨®n entre los medios audiovisuales y sus p¨²blicos. La palabra impresa, desde sus albores, en literatura, prensa o pol¨ªtica, desarroll¨® una cr¨ªtica de s¨ª misma. La impunidad de los medios verbales, ha sido tradicionalmente limitada por la cr¨ªtica verbal, es decir, la cr¨ªtica id¨®nea del medio por el medio, la palabra impresa.
Este factor de equilibrio es, precisamente, lo que le hace falta al universo audiovisual. Los medios electr¨®nicos viven de la impunidad porque no son criticados por los propios medios electr¨®nicos.
El periodismo por televisi¨®n responsable es un resultado del periodismo impreso responsable. Para limitarme a Estados Unidos, sus mejores periodistas televisivos, como Walter Conkrite, Peter Jennings y Ted Koppel, son descendientes de los grandes periodistas impresos, como Walter Lipmann, James Reston y Edward Murrow. ?Pueden los Koppel y los Jennings sobrevivir el asalto de la Industria del Entretenimiento?
Desde antes de la fusi¨®n con Disney, muchos notables periodistas de la cadena ABC se hab¨ªan ido a otra parte, convencidos de que la discusi¨®n seria, cr¨ªtica y abierta de los problemas y su tratamiento documental hab¨ªan sido sacrificados a favor del espect¨¢culo, los juegos seudomasoquistas, el chisme y la confesi¨®n en p¨²blico.
Hoy, las formas por venir pueden adivinarse en pol¨ªticas como la del tycoon australiano Rupert Murdoch, quien se autocensura alegremente para halagar a Gobiernos autoritarios y conservar sus mercados internacionales, sobre todo en Asia. O como el propio Michael Eisner, el presidente de Disney, quien pr¨¢cticamente le ha prometido al Gobierno de Pek¨ªn que si un reportaje pol¨ªtico lo incomoda, Disney puede darle una pel¨ªcula de Donald Duck en su lugar. Ni quien se entere.
Hace un par de a?os, un grupo de escritores y personalidades de la cultura impidieron que Eisner construyera un parque lleno de Tribilines y Blanca Nieves en el campo de batalla de Manassas, sitio de dos grandes batallas de la Guerra de Secesi¨®n norteamericana. Pero la forma del porvenir pudo verse este mismo mes cuando Charles Gibson, conductor del programa matutino de noticias de ABC, le pregunt¨® a sus nuevos jefes, Eisner y Thomas Murphy, si el periodismo y el entretenimiento eran compatibles. Murphy le contest¨® con una pregunta inapelable: "?No te sientes orgulloso de pertenecer a la familia Disney?".
En otras palabras: -?No te sientes orgulloso de pertenecer al Tercer Reich?
"Se?ora", dice un personaje de La loca de Chaillot, de Jean Giraudoux. "Nosotros somos la prensa. Usted conoce nuestro poder. Nosotros definimos todos los valores. Nosotros dictamos todas las reglas. Su futuro depende totalmente de nosotros".
Esta declaraci¨®n suena candorosa en el mundo de los Eisner, Murdoch y Azc¨¢rraga, y debe emparejarse con otra del infame industrialista Undershaft en la Major Barbara de Bernard Shaw: "Yo soy un Millonario. ?sa es mi Religi¨®n". Verdad de verdades: En un mundo rasgado por los fundamentalismos religiosos, ¨¦tnicos, nacionalistas y tribales, debemos darle el lugar de honor al fundamentalismo econ¨®mico, la convicci¨®n religiosa de que, dejadas a su propia din¨¢mica, las fuerzas del mercado resolver¨¢n todos nuestros problemas.
Esta fe en la Mano Divina tiene sus propios Ayatollahs. Su iglesia es el neoliberalismo; su hostia, el lucro; su oraci¨®n, el monopolio, y su aureola, desde ahora, las orejas de Mickey Mouse.
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