El lado salvaje
Un vocero de Expoanimalia advierte sobre el gran peligro que corre el adiestrador al introducirse en el estanque con los tiburones. La gran pecera es como una pantalla virtual. El p¨²blico de m¨¢s edad se mantiene adecuadamente asombrado, mientras el valiente se cuelga de las aletas de los temibles escualos como si fueran delfines juguetones. Pero, pasado un minuto sin dentelladas, la mayor¨ªa de los ni?os dan la espalda al espect¨¢culo. Uno de ellos pregunta: "Oye, pa. ?Los tiburones son comestibles?".Veo a un chaval que escupe a una llama y otro que gru?e a una vieja tortuga. Por los altavoces convocan ahora a 10 voluntarios que se atrevan a acariciar a un rottweiler, ese tremendo perro de mand¨ªbulas de acero. Una turba de 100 v¨¢stagos de Terminator, alimentados con yogures, siete cereales y glucorato de zinc, se abalanza hacia el lugar. Cuando la turba se retira, el fiero boyero alem¨¢n parece el peque?o de los 101 d¨¢lmatas.
Hay un contacto f¨ªsico muy pedag¨®gico. Se rompen las distancias. Dos angelotes, bajo la tierna mirada de sus pap¨¢s, comprueban a tirones si son postizos los cuernos del cabrito. Pero lo mejor est¨¢ por llegar. Se organiza una larga cola. Los chavales parecen excitados de verdad. Es el turno de los reptiles.
Una de mis pesadillas infantiles era la de la boa que primero me estrujaba y luego me devoraba como rosbif. Una ni?a maneja ahora esa pesadilla a la manera de un fular. Se ajusta la serpiente al cuello y sonr¨ªe al fot¨®grafo con coqueter¨ªa de princesa cyberpunk.
Afuera, una familia de gatos vagabundos hurga en un contenedor de basura. La madre vigila en el asfalto caliente con la bizarr¨ªa de una leona en la sabana. Los consumidores de fauna se apartan con asco y temor de ese lado salvaje. El honor de la naturaleza est¨¢ a salvo.
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