Avestruz y tinto de El Cabo
Los miles de kil¨®metros que separan Sur¨¢frica de los Balcanes no son demasiado problema en estos tiempos del transporte a¨¦reo y la comunicaci¨®n por sat¨¦lite. Lo que de veras aleja ahora a estos dos rincones del mundo son los diferentes caminos que han emprendido. Mientras Sur¨¢frica intenta construir la democr¨¢tica y multirracial Naci¨®n del Arco Iris, los Balcanes son el escenario de brutales operaciones de purificaci¨®n ¨¦tnica. Sur¨¢frica dice adi¨®s al apartheid y opta porque negros, blancos, indios y mestizos vivan juntos y, por qu¨¦ no, revueltos. En cambio, los serbios y los croatas s¨®lo quieren serbios y croatas en sus respectivos territorios. Los dem¨¢s tienen que coger la carretera.Es toda la diferencia que separa a Nelson Mandela -que, al lado de Gandhi, Kennedy, Palme y algunos m¨¢s, pasar¨¢ a los libros de historia como uno de los personajes pol¨ªticos positivos del siglo- de los serbios Milosevic, Karadzic y MIadic, que figurar¨¢n en la lista de malvados junto con Hitler, Mussolini y Stalin, e incluso, visto lo de Krajina, del croata Tujdman. Mandela cree que todos los seres humanos son iguales en lo esencial y que sus secundarias diferencias son portadoras de fecundidad para todos. La convivencia en un mismo territorio de razas, lenguas, religiones y culturas diferentes no s¨®lo es justa sino necesaria. El viejo sabio africano se sit¨²a as¨ª en un porvenir que, por mucho que les pese a los Le Pen o MIadic, es ineluctable.
Lo maravilloso de este final de milenio es que, tras haberse zampado un filete de avestruz regado con Cabernet Sauvignon del Cabo de Buena Esperanza, uno puede estar escribiendo esta columna en la habitaci¨®n de un hotel de Johanesburgo con la televisi¨®n encendida pero sin voz en el canal que da las noticias internacionales de CNN mientras escucha en un cacharro japon¨¦s la m¨²sica coral africana de Lady smith black mambazo. As¨ª que cualquier propuesta de regreso a la aburrida patria monocolor le parece un aut¨¦ntico atraso. El futuro es un zoco abigarrado y pluralista en el que cada cual escoge sus propios men¨²s mestizos. En lo tecnol¨®gico, en lo cultural y en lo humano.
Uno convers¨® con Mandela en la ma?ana del pasado lunes en una villa de Houghton, al norte de Johanesburgo. Le proteg¨ªan guardaespaldas blancos y negros y le atend¨ªan secretarias blancas y negras. Todos distintos, cada cual hijo de su padre y de su madre, pero todos iguales en lo que importa: la profesionalidad. Al d¨ªa siguiente, Mandela se fue a visitar a Betsie Verwoerd, la viuda del ultraderechista Hendrick Verwoerd, que fue el arquitecto del apartheid y bajo cuyo gobierno el hoy presidente de Sur¨¢frica fue condenado a cadena perpetua. Se desplaz¨® hasta Orania, una aldea donde 460 blancos pretenden mantener el fuego sagrado de la pureza racial. Nadie le hab¨ªa invitado; al contrario, Betsie Verwoerd y los vecinos de Orania hab¨ªan manifestado su deseo de que no fuera. Pero fue, le dieron una acogida cort¨¦s, se tom¨® un t¨¦ y no pas¨® nada. "La mejor arma", dijo Mandela al abandonar Orania, "es sentarse y hablar".
Dios nos libre de decir que Sur¨¢frica es el para¨ªso terrenal. Este pa¨ªs tiene muchos problemas: una delincuencia com¨²n exagerada, la necesidad de apertura de una econom¨ªa que ha funcionado seg¨²n el modelo aut¨¢rquico, las extraordinarias diferencias sociales y econ¨®micas que siguen existiendo entre blancos y negros... Y tampoco todo el mundo est¨¢ aqu¨ª de acuerdo con el modelo de juntos y revueltos, Los afrikaners extremistas como los de Orania de sear¨ªan la creaci¨®n de un volkstaat, un hogar nacional para los descendientes de los colonos holandeses que inventaron el apartheid. Y entre los negros, muchos zul¨²es sue?an con un territorio exclusivamente para ellos, un shakaland ¨¦tnicamente puro. Pero Mandela no est¨¢ por la labor. Vale que se respeten los derechos pol¨ªticos y culturales de las minor¨ªas. Vale que se conceda amplia autonom¨ªa a los municipios, las regiones y las nacionalidades. Pero que nadie pretenda que su territorio sea la reserva de una sola raza o una sola tribu. Si la gente lleva en ese territorio mucho tiempo, que se quede por diferente que sea de la mayor¨ªa. Y si llega de nuevas, bienvenida sea, siempre que lo haga en paz y dispuesta aceptar las reglas de la convivencia democr¨¢tica. Mandela quiere muchos colores en la paleta con la que pinta la nueva Sur¨¢frica.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.