La segunda guerra del agua
El reparto del trasvase enfrenta en Murcia a viejos y nuevos regantes
El agua va llegando, lenta, a la cuenca del Segura y a su paso van creciendo las disputas motivadas por su reparto. El pol¨¦mico trasvase del Tajo est¨¢ destinado a calmar la angustia de los agricultores que ven, impotentes, c¨®mo mueren de sed sus frutales.Pero en la huerta de Murcia, no s¨®lo no ha conseguido su prop¨®sito, sino que est¨¢ a punto de provocar otra guerra del agua, esta vez entre vecinos, entre regantes tradicionales y nuevos. Y es que, como dicen los murcianos, "el agua se sube a la cabeza m¨¢s que el vino".
"Prefiero que se me sequen los ¨¢rboles antes de que los nuevos nos quiten un s¨®lo litro de agua". Esta frase se repite una y otra vez entre los regantes tradicionales de la vega media del Segura. Los hacendados, due?os de las huertas puestas en marcha por los ¨¢rabes hace casi mil a?os, han decidido almacenar la parte de agua del trasvase que les ha correspondido (12 hect¨®metros c¨²bicos) y no regar hasta pasado septiembre, para evitar que los regantes nuevos se lleven parte de un agua que consideran suya.
La tensi¨®n se palpa en el ambiente y nadie sabe lo que puede ocurrir cuando esta semana, tras numerosos retrasos, la Confederacion d¨¦ el permiso para comenzar a regar y unos quieran hacerlo y otros impedirlo.
Lo que se discute en realidad es una cantidad nimia de agua -apenas un 4% de lo que les ha tocado, que ir¨¢ a parar a 200 hect¨¢reas de regad¨ªo nuevo en Sangonera la Seca, de las que dependen m¨¢s de 1.200 familias. Pero no es el huevo sino el fuero. Los hacendados temen que se cree un precedente en un sistema que en muchos casos se regula por normas no escritas provenientes del siglo XII.
Muchos se?alan con el dedo a Alfonso G¨¢lvez, el presidente de la Junta de Hacendados de la huerta de Murcia, como el inventor de la disputa. Consideran que todo se debe a un empecinamiento, suyo. "Ha echado un ¨®rdago a lo grande y ya no se puede echar para atr¨¢s", aseguran. En cualquier caso, G¨¢lvez tiene el apoyo de los casi 40.000 huertanos a los que representa. No piensa permitir que se riegue, "y mucho cuidadito con tocar el agua", amenaz¨® el jueves.
El gerente de la Comunidad de Regantes de Sangonera la Seca, Francisco Carrasco, prefiere quitar hierro al asunto: "No queremos disputas, s¨®lo lo que nos ha correspondido. Para octubre el agua ya no nos har¨¢ falta porque no tendremos nada que regar , pues los ¨¢rboles no saben de historia".
El entramado legal que regula el uso del agua en la huerta murciana es complej¨ªsimo. Los de la cabeza de cada vega, los regad¨ªos que llegaron primero, tienen preferencia para regar sobre los de la cola, que en muchos casos ni la ven llegar.
Esto provoca verdaderas peleas entre los huertanos, porque "siempre acaban regando los mismos", asegura Pepe, al que el a?o pasado no le lleg¨® el l¨ªquido. A los regantes tradicionales (todos los anteriores a 1933) hay que unir los nuevos (los posteriores a 1958) y unos terceros, los ¨²ltimos en llegar (los que crecieron a la sombra del trasvase Tajo-Segura). Una misma huerta puede tener tomas de agua de tres sitios diferentes, y cada toma se regula y se paga distinto.
Las diputas entre los regantes no son nuevas en Murcia. "La historia de la vega es la historia de la pugna por el agua", asegura Francisco Cabezas, comisario de Aguas, como lo fue su padre. En los archivos judiciales del siglo XIX y principios del XX los delitos de sangre motivados por discusiones sobre el reparto del agua son innumerables. En pocos sitios el preciado l¨ªquido levanta tantas pasiones. En todos los pueblos, cuando se habla del agua, se?alan al cementerio y aseguran que all¨ª hay m¨¢s de uno por su culpa.
Esto lo sabe bien Pedro Z¨¢pata, procurador de la acequia de El Llano de la Bruja, un regante tradicional de la vega media. Su dificil misi¨®n consiste en decidir cu¨¢nta agua corresponde a cada vecino. El guarda las llaves del pozo y de las acequias.
"En m¨¢s de una ocasi¨®n me he encontrado con el candado roto, porque alg¨²n huertano, harto de contemplar c¨®mo se secan sus melocotoneros, ha venido por la noche para robar agua", afirma. Por si acaso, ha pedido que una pareja de guardias civiles vigile el reparto en su zona. "Si no acceden yo dimito", asegura tajante, "porque este a?o el agua viene caliente".
La venta del agua es un secreto a voces. Se pagan unas 5.000 pesetas por una hora de riego de media tah¨²lla (poco m¨¢s de 500 metros). "Siempre hay alg¨²n desaprensivo que saca provecho de la penuria", dice Juan, due?o de un pozo, pero "muchos no quieren gastarse el dinero en su contrucci¨®n y luego se lamentan".
El pesimismo en la huerta de Murcia es agobiante. All¨ª nadie da un duro por su futuro. "Y lo peor es que no es una cuesti¨®n coyuntural", dice el comisario del Agua, "esto va a ir a peor, aunque vengan las lluvias".
Las expectativas de 1.000 hect¨®metros c¨²bicos de agua de trasvase anual para regar las f¨¦rtiles tierras de Murcia hicieron crecer los regad¨ªos por todos lados. La poblaci¨®n se multiplic¨®. Bancos de toda Espa?a abrieron sucursales ante las perspectivas de crecimiento. Los huertanos se endeudaron y ahora no pueden pagar sus cr¨¦ditos. En el bar de Archena, una zona especialmente afectada por la sequ¨ªa, m¨¢s de uno habla de emigrar. Lo har¨ªa si pudiera vender sus tierras, pero nadie las compra.
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