Fundaci¨®n Carter
?Lo que nos faltaba! El Gobierno no hace sino achicar, en p¨¢nico, agua envenenada. El presidente est¨¢ ausente. Pujol harto. La derecha, pendiente de las ondas hertzianas, obediente a sus inflamados consejeros a¨²licos. Los comunistas, creyentes. La Polic¨ªa enfadada con la Guardia Civil. Los manchegos con los andaluces. Y la Liga de F¨²tbol Profesional se presenta en televisi¨®n como la cuadrilla triunfal de los hombres de Atapuerca. Tenemos sed, calor y los bosques arden. Y ahora, se?ores, se anuncia la llegada de la Fundaci¨®n Carter para resolvernos lo que llaman el "problema vasco". Como dicen los habitantes de Sarajevo, "anuncian un alto el fuego, ?corran todos al refugio!".?Que bonito es moverse por el mundo con la buena intenci¨®n de desfacer entuertos! Norteamericanos tan vinculados a la fe de Carter como el presidente Woodrow Wilson ya nos quisieron hacer felices a los europeos imponi¨¦ndonos un orden tan piadoso que no hab¨ªa cumplido ¨¦ste aun quince a?os y ya hab¨ªa hecho germinar la peste parda y allanado el camino hacia la guerra que cost¨® 50 millones de muertos. Ahora otros bienintencionados como aquel nefasto predicador, andan puerta a puerta por Euskadi intentando convencernos de que nos debemos llevar bien todos. Son la Fundaci¨®n Carter. Su lema: "lo que necesitas es amor". La iniciativa parte al parecer de Elkarri, otra secci¨®n de la internacional de la buena gente, dispuesta siempre a tirar por la borda los principios que resulten molestos para una empresa tan cristiana como la de transportarnos al reino de la armon¨ªa. Equiparaci¨®n entre verdugo y v¨ªctima. Amistad con el asesino, tolerancia con el crimen, felicidad y adi¨®s problemas.
Reconozco mi falta de simpat¨ªa por ciertos pacifismos, bienintencionados y filantr¨®picos, religiosos, corruptos o todo a la vez. Tiene mucho que ver con aquellos hombres de la paz que se manifestaban en Londres en 1938 por la amistad entre Inglaterra y Alemania y sus reg¨ªmenes enfrentados. Algunos pasaban despu¨¦s por la embajada alemana a recoger el sobre de remuneraci¨®n de sus desvelos, financiados con las sobras de los preparativos militares alemanes para arrasar Europa. Despu¨¦s llegaron aquellos que tachaban de criminales las armas nucleares que la OTAN quer¨ªa desplegar para compensar el sistem¨¢tico rearme sovi¨¦tico. Y se reun¨ªan en Praga en viajes pagados -?qu¨¦ excelentes comidas, qu¨¦ coches oficiales para los bienintencionados, qu¨¦ agasajos all¨¢ en 1982 en aquel Congreso Mundial por la Paz!- y se entusiasmaban con la convivencia que propugnaba la URSS mientras en la calle la polic¨ªa deten¨ªa a aquellos molestos disidentes que quer¨ªan recordar Afganistan y a las v¨ªctimas del comunismo.
Muchos a?os m¨¢s tarde hemos podido comprobar como algunos pacifistas, unos honrados, otros sobrecogedores, nos han intentado convencer de que en los Balcanes todos son iguales y hay que conseguir la paz a toda costa, ayudando a ganar al verdugo y persuadiendo a la v¨ªctima de la irreversibilidad de su derrota. Cuanto antes mejor. Paz y armon¨ªa para todos y los bosnios con Al¨¢.
Y ahora, la Fundaci¨®n Carter y Elkarri -reforzada y agraciada por juegos de azar- nos quieren convencer de que nos tenemos que reconciliar con ETA y sus c¨®mplices. En realidad, nuestra necesidad de tal reconciliaci¨®n viene a ser la misma que la de los norteamericanos con quienes pusieron la bomba en Oklahoma. Aqu¨ª solo hay que cumplir una regla -no matar, no secuestrar, no extorsionar y todos estaremos muy pronto reconciliados por muy diversas que sean nuestras opiniones que, dicho sea de paso, espero lo sigan siendo, porque demuestra que estamos vivos. A¨²n m¨¢s, me atrevo a vaticinar que esta sociedad ser¨¢ lo suficientemente magn¨¢nima como para acoger en su seno a quienes se arrepientan de su pasado criminal. Cuando se hayan reconciliado con la idea de no asesinar al vecino y hacer suyos los principios de la sociedad democr¨¢tica. Pero intentar convencernos de la necesidad de armon¨ªa con los asesinos en activo es un insulto. Y adem¨¢s un insulto in¨²til, porque no nos convencer¨¢ nadie. Ni Carter.
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