?Que les pasaba a los toros, oiga?
Esta es una pregunta que se dirige a la autoridad competente con el debido respeto y subordinaci¨®n: ?Qu¨¦ les pasaba a los toros, oiga? El ciudadano que suscribe espera la respuesta, porque despu¨¦s de haber pasado dos horas y cuarto en la famosa plaza de Vista Alegre, y regresar al hotel, y sumirse en meditaci¨®n profunda, a¨²n no ha logrado entender c¨®mo era posible que aquellos animales despitorrados llamados toros se pusieran a bailar el twist nada m¨¢s saltar al redondel.?Qu¨¦ les pasaba a los toros, se puede saber? La pregunta no es balad¨ª, ni va mal dirigida; al fin y al cabo, fue la autoridad competente la que los aprob¨®, se supone que, despu¨¦s de haber o¨ªdo el informe de los veterinarios. Claro que el informe de los veterinarios no tiene valor alguno desde que el inolvidable ministro Corcuera (no se le olvidar¨¢ nunca, en efecto: la historia lo recordar¨¢ como el verdugo de la fiesta) aprob¨® un reglamento seg¨²n el cual los veterinarios ya pueden decir misa, si al presidente le da la gana de aprobar los toros que rechazan.
Buend¨ªa / Espartaco Rinc¨®n, Joselito
Toros de Joaqu¨ªn Buend¨ªa, desiguales de presencia, sospechosos d pitones, inv¨¢lidos y amodorrados. 3?, descoordinado, devuelto. Sobrero de Antonio Ord¨®?ez, con trap¨ªo, baldado.Espartaco: pinchazo tirando la muleta, estocada corta tendida, rueda de peones, tres descabellos -aviso con retraso y dos descabellos (silencio); seis pinchazos bajos -aviso con retraso- y dos descabe los (pitos). C¨¦sar Rinc¨®n: pinchazo, otro tirando la muleta, estocada baja y rueda de peones (ovaci¨®n y saludos); pinchazo, rueda de peones, media tendida, rueda de peones y dos descabellos (pitos). Joselito: dos pinchazos y bajonazo (protestas); pinchazo, metisaca bajo, pinchazo -aviso con casi cuatro minutos de retraso-, pinchazo y bajonazo (ovaci¨®n). Plaza de Vista Alegre, 21 de agosto. 3? corrida de feria. M¨¢s de tres cuartos de entrada.
No hay constancia de que los veterinarios rechazaran nada esta tarde de autos, desde luego; s¨ª de que saltaron al negro redondel bilba¨ªno unos animales gordos que daban traspi¨¦s, pegaban volteretas, a veces se quedaban pasmados miranda a una de Algorta, alternativamente a la et¨¦rea infinitud, de los espacios siderales, y parec¨ªa que la hab¨ªan cogido de an¨ªs.
No de an¨ªs copa a copa en el transcurso de una sesuda disquisici¨®n acerca de la obra filos¨®fica de Kieerkegaard -que es como se acaban cogiendo las cogorzas de an¨ªs- sino botellas enteras, acaso cubas; venga abrevar, refocil¨¢ndose en la pastosa quemaz¨®n del licor. Al tercero s¨®lo le falt¨® cantar la Entrada de Juan, de Los Gavilanes y lo devolvieron. Al sobrero, hierro Antonio Ord¨®?ez, ni eso le faltaba, ya que la cant¨®, haciendo alderones. Y, verlo, Joselito le dio dos pasadas y le peg¨® tres mandobles, dej¨¢ndolo convertido en butifarra.
Joselito, por cierto, estuvo a punto de alcanzar un triunfo de proporciones apote¨®sicas. No es que explayara nada especial; por el contrario, al sexto, ¨²nico que aguant¨® de pie, lo tore¨® alivi¨¢ndose con el pico, sin ligar ni un muletazo. Pero el p¨²blico estaba frustrado por el desastre en tarde que hab¨ªa augurado felic¨ªsima, y ya todo le parec¨ªa suficiente para sacar rentabilidad al tiempo perdido. Pinchaba Joselito ech¨¢ndose fuera y segu¨ªa ovacion¨¢ndole con calor. El presidente, mientras tanto, que deb¨ªa pertenecer a la cuadrilla, se resist¨ªa a ordenar avisos, y finalmente dej¨® en uno lo que debieron haber sido tres.
No s¨®lo les pasaba algo a los toros; tambi¨¦n a los toreros. Novilleros malos no lo habr¨ªan hecho peor. Hubo all¨ª un Espartaco vulgar y temeroso, que a la de matar perd¨ªa los papeles. Hubo all¨ª un Rinc¨®n que se aliviaba pegando tironazos en otros pagos llamados reban¨¢s.
El p¨²blico aplaud¨ªa con ocasi¨®n de los pases de pecho. La relaci¨®n de causa a efecto entre un pase de pecho y una ovaci¨®n a¨²n no ha sido estudiada por la ciencia, mas un servidor ya tiene una cierta impresi¨®n barruntativa. El pase de pecho -fin de una tanda- equivale al "He dicho " de los oradores. Y a los oradores se les aplaude siempre en cuanto pronuncian el preceptivo "He dicho ", poco importa que su discurso haya sumido al sufrido auditorio en los brazos de Morfeo. Pues lo mismo ocurre con el pase de pecho. La diferencia es que aquellos suelen empezar diciendo "Yo no soy orador", Y el p¨²blico les agradece la sinceridad. Si estas figuras empezaran sus faenas confesando "Yo no soy torero, ni eso de ah¨ª es toro ", nos ahorrar¨ªamos las preguntas y nadie se llamar¨ªa a enga?o.
Babelia
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