'De consolatione philosophiae'
Dicen que Albert Camus s¨®lo escrib¨ªa a gusto cuando estaba de mal humor o desnudo en alta mar. (Atenci¨®n: me lo acabo de inventar para demostrar, que la mayor¨ªa de la gente, en su candidez, suele dar por buena cualquier afirmaci¨®n, que no est¨¦ en su mano comprobar). Y m¨¢s a¨²n si aparece escrita. Pero sirva esta peque?a gansada como excusa para penetrar en los entresijos de una vieja farsa, la filosof¨ªa, cuya existencia como disciplina acad¨¦mica ha pervivido a trav¨¦s de los siglos por arte de birlibirloque.En nuestro globo terr¨¢queo, sabido es, hay sujetos con aficiones inveros¨ªmiles: personas que lo saben todo sobre una pelota de golf, expertos en t¨¦cnicas trashumantes del siglo XVIII, tipos que se comen 60 huevos duros seguidos, individuos capaces de distinguir el octanaje de una gasolina empleando exclusivamente el olfato, hurones de biblioteca que dedican su vida entera a descifrar un c¨®dice medieval; admiradores, incluso, de Jos¨¦ V¨¦lez. Sin embargo, que yo sepa, nadie ha trabajado nunca con el objetivo de desenmascarar a la filosof¨ªa. Alguna, raz¨®n oculta habr¨¢ para ello, sin duda, pero como yo no la conozco (y siempre con el ¨¢nimo de purificar el sistema), voy a dar el primer paso. A ver qu¨¦ pasa.
El pasado 26 de junio, 12.000 estudiantes se presentaron en la Universidad Aut¨®noma de Madrid para someterse a la prueba de selectividad. La mayor¨ªa volvieron a casa escaldados, deprimidos y jurando entre dientes, y algunos, probablemente, maquinando juegos de rol en los que las v¨ªctimas (profesores y autoridades universitarias) habr¨ªan de sufrir incontables vejaciones. Horas antes, en el examen de filosof¨ªa (com¨²n para alumnos de Ciencias y Letras) les hab¨ªa tocado en suerte hablar de Descartes y Leibniz, o bien, como alternativa, de Wingenstein y Ayer. Fil¨®sofos, ejem, los cuatro. A m¨ª me hacen eso, desde luego, y sin m¨¢s tr¨¢mites rompo mi DNI, me desempadrono y me echo al monte dando por concluida toda relaci¨®n amable con el resto del mundo. Adem¨¢s, mi asesor en asuntos humanistas, F. V. G., alias El Peluche, o Peluch¨®n, me ha pasado unas notas al respecto y resulta que tres de estos pollos (en concreto, el Leibniz, el Wingenstein y el Ayer) estaban hechos polvo. Primero dec¨ªan una cosa, luego se la rebat¨ªan a s¨ª mismos, buscaban subterfugios, publicaban sus conclusiones, volv¨ªan a dudar y finalmente acababan convirtiendo en espejismos las propias teor¨ªas que a?os antes hab¨ªan dado sentido a sus vidas; por explicarlo a lo bestia. Aunque tampoco importa mucho si opinaban esto o lo otro. Si cre¨ªan o no en la autoridad de un enunciado. Si se contradec¨ªan o manten¨ªan en vigor las l¨ªneas que marcaba su escuela de pensamiento. Lo importante, es que sus reflexiones, como las de cualquiera, no ten¨ªan capacidad de alivio (de hecho, la filosof¨ªa no es un ejercicio que aporte soluciones),.y desde este punto de vista, sus juicios resultaban tan valiosos o intrascendentes como los de un pastor de ovejas. A m¨ª, por ejemplo, el amigo Kant siempre me pareci¨® un simplista de tomo y lomo. Y no es que tenga nada contra ¨¦l, pero tambi¨¦n era simple Gracita Morales y nadie le ofreci¨® una c¨¢tedra.
La filosof¨ªa, sin m¨¢s, es pensamiento de alquiler. Un modo de navegar en mar extra?o y de aferrarse al sentir ajeno para ahuyentar la propia insuficiencia; tal y como hacen los mediocres con un himno o una bandera. ?Es que conocer a los racionalistas, a los escol¨¢sticos o a los sofistas hace a la gente pensar mejor? ?M¨¢s? ?Con mayor profundidad? ?No ser¨¢ la filosof¨ªa, por el contrario, un subterfugio, un robo, un medio de acaparar la opini¨®n de otros y de recoger lo que m¨¢s conviene a la mente del que la practica?
En fin, que no es por sembrar ciza?a, pero yo no tragar¨ªa. Al contrario; fundar¨ªa una oficina que atendiese las quejas de todos los "damnificados por la filosof¨ªa" y tratar¨ªa de defender con u?as y dientes mis intereses. Colapsar¨ªa con denuncias el Supremo, el Constitucional, Estrasburgo, incluso; pero me negar¨ªa a admitir la situaci¨®n. Porque carece a todo punto de sentido que un aspirante a bi¨®logo est¨¦ obligado a conocer los delirios y devaneos de unos sujetos en formol. Propongo, pues, cerrar el tenderete (esto es, la Facultad de Filosof¨ªa), convocar a las autoridades responsables y concertar con ellos una cita para el pr¨®ximo mes de enero en el punto m¨¢s fr¨ªo de los Pirineos. Para hablar en camiseta, por ejemplo, de la melancol¨ªa. Ah¨ª quiero ver yo a los cartesianos.
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