Francia y Greenpeace velan armas ante los inminentes ensayos nucleares en el Pac¨ªfico
Todo est¨¢ a punto. El ensayo nuclear m¨¢s p¨²blico y notorio de la historia ser¨¢, en los pr¨®ximos d¨ªas, el centro de un formidable enfrentamiento entre el dispositivo Nautilus II de la Marina francesa y la flotilla de la paz encabezada por el Rainbow Warrior, de Greenpeace. Llamar a esto guerra del Pacifico sur, como hacen algunos ecologistas, resulta una exageraci¨®n rayana en la indecencia. Dej¨¦moslo en competici¨®n n¨¢utica, con toda la deportividad, dificultad y gasto que ello implica. Las apuestas, sin embargo, son muy serias. El presidente Jacques Chirac y Greenpeace arriesgan su credibilidad y su prestigio internacional. Los polinesios arriesgan a¨²n m¨¢s: en el mejor de los casos, su orgullo; en el peor, su salud y la de sus hijos. Las pruebas de Mururoa se han convertido en s¨ªmbolo del peligro nuclear.
"Este a?o, este momento, constituyen una oportunidad hist¨®rica para acabar con la era nuclear. Si vencemos, si impedimos las explosiones, habr¨¢n terminado cincuenta a?os sombr¨ªos", afirm¨® ayer Stephanie Mills, la portavoz del Rainbow Warrior, durante la escala del buque en el puerto tahitiano de Papeete. "Se equivocan de a?o. El final ser¨¢ en 1996, cuando la comunidad internacional firme el tratado de prohibici¨®n de estos ensayos", dijo, casi al mismo tiempo y a menos de un kil¨®metro de distancia, un portavoz de la Marina francesa.Los militares franceses parecen haber aprendido la lecci¨®n de 1985, cuando hundieron el primer Rainbow Warrior y asesinaron a uno de sus tripulantes. No quieren ni o¨ªr hablar de violencia. Tampoco desean repetir la experiencia del pasado 10 de julio, cuando abordaron al actual Rainbow Warrior y gasearon a sus tripulantes (con un obispo entre ellos) ante las c¨¢maras de televisi¨®n. Por las maneras de sus portavoces, se dir¨ªa que est¨¢n siempre a punto de abrir la nevera y sacar el champa?a para un brindis por la concordia universal. "Aqu¨ª todos trabajamos por la paz", dijo un capit¨¢n.
El primero de los ocho artefactos nucleares de esta fase final (el subsuelo de Mururoa almacena ya la radiactividad de m¨¢s de cien explosiones) que deben estallar en el atol¨®n entre el 1 de septiembre y el 31 de mayo pr¨®ximo ya est¨¢ listo para ser introducido en el pozo. Greenpeace, que espera contar con 27 naves y un helic¨®ptero en torno al atol¨®n para mediados de la semana pr¨®xima, se propone penetrar en la zona de explosi¨®n (12 millas n¨¢uticas en torno al pozo) y sentar a un activista sobre la mism¨ªsima bomba. "El objetivo es impedir la explosi¨®n, sea como sea. Punto", proclam¨® Stephanie Mills, una jovencita que puede acabar llev¨¢ndose bien con Chirac porque, desde que recibe cartas y llamadas conciliadoras desde el palacio del El¨ªseo, declama con la grandilocuencia del difunto general De Gaulle.
En el bando de la grandeur gaullista, el objetivo es "mantener a todo el mundo en seguridad y alejado de las aguas territoriales mientras se desarrolla la prueba cient¨ªfica". Para proteger la intimidad de la prueba cient¨ªfica, la Marina francesa cuenta con dos fragatas provistas de helic¨®pteros, cuatro patrulleras, siete remolcadores, un comando de 50 hombres con lanchas zodiac y la guarnici¨®n habitual de Mururoa, m¨¢s una red de cables en tomo al atol¨®n. Adicionalmente, y con una misi¨®n no especificada, un centenar de gendarmes han sido desplazados desde la metr¨®poli a Tahit¨ª. Los gendarmes ocupan toda una planta del Hyatt Regency, uno de los hoteles m¨¢s lujosos de la isla, y est¨¢n encantados con la prueba cient¨ªfica. Ser¨¢ por el jet lag (la diferencia horaria con Europa es de 12 horas), pero a los gendarmes se les ve especialmente activos por la noche, cuando se visten de paisano y confraternizan con la poblaci¨®n local.
Entre soldados, gendarmes, ecologistas, periodistas, turistas japoneses y maduras parejitas norteamericanas en su en¨¦sima luna de miel, los polinesios apenas logran hacerse o¨ªr. "Greenpeace lo ha organizado todo a su modo, sin preguntarnos nada. Hay un imperialismo nuclear, pero tambi¨¦n un imperialismo ecologista", se quej¨® Jean, un joven independentista maor¨ª, mientras comparaba con un punto de desolaci¨®n las coloridas camisetas antinucleares de la gente de Greenpeace con la que vest¨ªa ¨¦l, regalada por Nestl¨¦ con cada cuatro paquetes de cereales para el desayuno.
La manifestaci¨®n antinuclear prevista para ma?ana ser¨¢ el primer gran acto aut¨®ctono. La convoca de forma ecum¨¦nica, para todas las religiones y partidos, la Iglesia evang¨¦lica, mayoritaria en las islas. El lema es La bomba va contra la ley de Dios, pero ni siquiera una consigna tan contundente concita la unanimidad. Mormones y Testigos de Jehov¨¢ se desmarcan, irritados por la "prepotencia de los evang¨¦licos". "Son unos sectarios", les responde Jacques lhorai, un bondadoso gigant¨®n maor¨ª, presidente de la Iglesia evang¨¦lica. El debate religioso en torno a las explosiones nucleares ha cobrado una rara complejidad teol¨®gica, especialmente desde que dos obispos evang¨¦licos, militantes gaullistas, plantearon la semana pasada ante el S¨ªnodo la siguiente cuesti¨®n: "?Dice el presidente Ihorai que el general De Gaulle, que inici¨® los ensayos nucleares y trajo la prosperidad a estas islas, se opon¨ªa a la ley de Dios?". El delicado asunto qued¨® aparcado.
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