Yo bebo y t¨² no duermes
La vida nocturna de los veraneantes crea incidentes y no deja descansar
Cae la noche en la sierra de Guadarrama. El sol se acuesta detr¨¢s de la cruz del Valle de los Ca¨ªdos. Enfrente, la luna nace amarilla por encima de los Siete Picos. Las familias que han salido a pasear por la tarde regresan a casa mientras que otros, la mayor¨ªa j¨®venes, toman la calle y llenan los bares de moda. La noche culta los rostros, hace de la gente una masa an¨®nima. Muchos lo aprovechan para vencer el miedo a lo prohibido. La calle suena con estr¨¦pito: peleas, gritos, cristales rotos, papeleras arrancadas, atascos... La diversi¨®n de unos perjudica a otros. As¨ª, los vecinos que hacen frontera con las zonas de bares denuncian el esc¨¢ndalo callejero. La violencia irracional.El cruce de las calles de Carlos Mart¨ªnez y de San Macario, en Guadarrama y el edificio Europa de Collado Villalba constituyen la zona de copas m¨¢s concurrida este verano. S¨®lo en ese cruce hay cinco disco-bares que se reparten e intercambian el p¨²blico. En esta zona se produjeron dos incidentes graves durante las fiestas del pueblo del 9 al 15 de agosto.
Una mujer conduc¨ªa a trav¨¦s del gent¨ªo en la calle de San Macario el d¨ªa 15 pasada la medianoche. De pronto se vio rodeada por un grupo que cort¨® su paso. "Yo ven¨ªa de trabajar y me dirig¨ªa a casa. Ten¨ªa que cruzar por esa calle. De repente, unos 25 ¨® 30 muchachos, todos ataviados con chalecos amarillos, se alinearon frente a m¨ª. Cre¨ªa que, como otras pe?as, me iban a decir eso de 'si no pitas, no pasas', pero no fue as¨ª. Se acercaron y rodearon mi coche. Empec¨¦ a temerme lo peor. Unos por un lado y otros por otro, comenzaron a zarandear mi veh¨ªculo de tal forma que dejaban las ruedas en el aire en cada vaiv¨¦n. A la vez apaleaban el techo y el maletero del coche; llegaron a arrancar el espejo retrovisor de un palazo. Met¨ª primera e intent¨¦ salir de ese infierno. Mi primer instinto fue pegar un aceler¨®n y atropellar a alguno de ellos, pero me contuve. Despacio, fui avanzando y logr¨¦ escapar del grupo. Me detuve a unos metros de ellos y sal¨ª del coche para increpar a esos cobardes. Me siguieron amenazando me insultaron como salvajes luego fui a la Guardia Civil y denunci¨¦ los hechos" ?sta fue la pesadilla vivida por A. Serrano, de 36 a?os"-Me dio tal ataque de nervios que no pude dormir un minuto en toda la noche", a?adi¨® la v¨ªctima.
Los agresores eran componentes de la pe?a Los Clarines, de entre 16 y 22 a?os, que vest¨ªan un chaleco amarillo. "Eso no es diversi¨®n, es salvajismo puro. Disfrutan meti¨¦ndose con la gente", concluy¨® Serrano.
Otro incidente violento ocurri¨® en el mismo sitio dos noches despu¨¦s. El conductor de un Jaguar con matr¨ªcula holandesa atropell¨® a un peat¨®n en la puerta de un bar. Circulaba borracho entre la multitud. El peat¨®n se lesion¨® el dedo de una mano al intentar sujetarse al veh¨ªculo que lo embisti¨®. El Ayuntamiento de Guadarrama reconoce que la situaci¨®n se le fue de las manos en las fiestas: "Tenemos 12 agentes de Polic¨ªa Local. Dos de ellos est¨¢n de baja permanente. De los 10 restantes s¨®lo dos patrullaban esa noche", explic¨® Jos¨¦ Antonio Garrido, primer teniente de alcalde de Guadarrama
En la calle de San Macario, pegados pared con pared, hay una residencia de ancianos y un bar de copas. Los ancianos no pegan ojo por el ruido que llega de la calle. "No me quejar¨ªa si el ruido durara hasta las dos de la madrugda, pero es que no acaba hasta las seis o las seis y media. Se escuchan gritos, broncas, viene la polic¨ªa... Yo comprendo que los j¨®venes necesiten divertirse, pero deber¨ªan hacerlo de una forma m¨¢s civilizada", lamentaba Laudelino Pi?uela, de 75 a?os. Aurelia Jim¨¦nez, invidente de 56 a?os, explic¨® con iron¨ªa: 'Contaba ovejitas, pero no me pod¨ªa dormir. Estaba nerviosa por todo el jaleo que hab¨ªa en la calle". Cabe decir que la residencia se construy¨® despu¨¦s que el bar.
Juan Antonio Herrero es vecino de Guadarrama y profesor en la Universidad Estatal de California, en Los ?ngeles. Siempre regresa al pueblo en vacaciones. "Cada vez que vuelvo me sorprendo m¨¢s de c¨®mo se divierten los j¨®venes, pero esta vez ha sido ya el colmo. El jaleo nocturno, que se agudiza los fines de semana, es escandaloso y perjudica la salud de los m¨¢s d¨¦biles frente a los m¨¢s fuertes: de los ancianos frente a los j¨®venes. Les podr¨ªa conducir hasta la muerte por infarto". Herrero tampoco concibe c¨®mo el Ayuntamiento tolera la suelta de vaquillas en la plaza de toros a las tres y media de la madrugada: "En especial la vaquilla de la sangr¨ªa". Esta fiesta consiste en sortear al animal en el ruedo para poder beber sangr¨ªa hasta emborracharse. Una vaquilla le rompi¨® la clav¨ªcula a un adolescente ebrio en el encierro del d¨ªa 14 en Guadarrama. El primer teniente de alcalde asegura que "son las pe?as las que pagan las vaquillas y quien permite este tipo de celebraci¨®n es la Delegaci¨®n de Gobierno". Garrido se equivoca: quien da los permisos es el Gobierno regional.
En Galapagar tambi¨¦n hay quejas por el ruido nocturno en las terrazas de los bares. Las calles Soberan¨ªa, La Frutera y El Escorial forman la zona de marcha en el pueblo. El alcalde, Eugenio de Pablo, del PP, comenta ante las quejas de los vecinos: "Es muy dif¨ªcil compaginar el derecho de divertirse de unos con el de descansar de otros". Collado Villalba pretende sacar todos los bares de copas del edificio Europa y sus alrededores fuera del casco urbano, en un pol¨ªgono industrial. Las quejas de los vecinos presionan al Ayuntamiento. Las licencias de los bares apenas tienen dos a?os.
En San Lorenzo de El Escorial las terrazas se llenan todas las noches. Al ser un pueblo de calles estrechas, los noct¨¢mbulos sufren problemas de aparcamiento. Aparcan sus coches de cualquier forma; impiden el paso a los camiones, de basura. Para evitarlo, el Ayuntamiento invirti¨® el horario de recogida de por la noche a por la ma?ana. La experiencia funciona.
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