Evocadoras melod¨ªas
Diez grupos participan en el II Certamen de Dulzaineros
Una treintena de dulzaineros hicieron sonar ayer sus instrumentos en ¨¦l aire nocturno y festivo de San Sebasti¨¢n de los Reyes (57.000 habitantes). El parque de San Sebasti¨¢n, pr¨®ximo a la plaza de toros, no present¨® ayer la mejor de sus caras para acojer a la decena de grupos que desinteresadamente participaron en el II Certamen de Dulzaineros: hab¨ªa muy poca luz. Adem¨¢s, la organizaci¨®n fall¨® no hubo presentaciones, ni micr¨®fonos, ni tarimas.Procedentes de diversos puntos de Segovia y de escuelas de la sierra norte de Madrid, los dulzaineros deleitaron al escaso p¨²blico que se congreg¨® para verlos y escucharlos. Con la dulzaina, la caja y el tambor lograron que las manos y pies de los espectadores se movieran al ritmo del cancionero del maestro Agapito Marazuela.
Juan Jos¨¦ Cid, segoviano, el profesor seg¨²n sus compa?eros, y su hijo Juan Alberto, fiel seguidor de la tradici¨®n, compusieron uno de los d¨²os m¨¢s vitoreados. Adem¨¢s de la tradicional jota segoviana, se marcaron un pasodoble, que fue muy aplaudido.
El grupo de Manuel L¨®pez, compuesto por cuatro j¨®venes, quiso traspasar el charco para hacer sonar una habanera. Manuel fabrica dulzainas y asegura con orgullo que la cantera de chavales viene empujando con ganas.
Cuenta Manuel que el origen de la dulzaina se pierde en el tiempo. Se remonta a los pastores, que "seguramente coger¨ªan un palo, lo tallar¨ªan y empezar¨ªan, a silbar con ¨¦l". Ahora la t¨¦cnica ha mejorado mucho.
Y si no, que se lo pregunten a Sonia y a Gema, segovianas y de las pocas mujeres que se interesaron por la dulzaina hace siete a?os, "porque era un instrumento de la tierra ah¨ª siguen sac¨¢ndole dulces melod¨ªas.
Rodrigo de Frutos, a sus 12 a?os, negaba ayer con desparpajo lo que uno de sus mayores comentaba sobre el trabajo que le costaba ya soplar la ca?a de la dulzaina. Para ¨¦l, que llegaba con su grupo desde Ortigosa del Monte, todo es sencillo, y lo que le gusta es soplar y arrancar notas melodiosas.
Pedro y Mar¨ªa Jos¨¦ deb¨ªan pensar lo mismo, porque no pararon de bailar, al igual que Mar¨ªa Teresa, de la asociaci¨®n cultural Arrabel, que defend¨ªa que "en Madrid hay muy buenos dulzaineros", pero como todos se mostraba un poco enfadada porque "muy pocos protegen y apoyan esta m¨²sica tradicional"
Y gusta, porque cuando los dulzaineros decidieron salir de la penumbra del parque y tomar las calles por donde de ma?ana se celebran los encierros lograron hacer olvidar a las charangas y los sones de chunda chunda
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