La 'generaci¨®n x, y, z'
"Este Juan Carlos que ahora tenemos es muy saludador y en cuanto puede se va a esquiar a Candanch¨²" : Zen¨®n el de la guitarra, De Madrid al cielo, Ismael Grasa.De creer a Leticia Gil de Biedma, en la corte del rey Juan Carlos hay rockers, hijos de Priestley y Marlon Brando rom¨¢nticos y -machistas; ciberhippies, fruto de una bifurcaci¨®n de cibern¨¦tica y new age estilo de vestuario space adictos al cosmos y a las ferias de biocultura; siniestros, oriundos de los punkis enlutados, aman el rol y los cementerios; skinheads cabezas rapadas, sean fascistas o rojeras seg¨²n les d¨¦ por el racismo o por la solidaridad con los perdedores de la vida y de la historia punkis ¨¢cratas convencidos de que no hay futuro, ocupas y seguidores de conjuntos como La Polla Records o los Sex Pistols; bikers nacidos con la Harley Davidson adoran esta motocicleta como los soci¨®logos posmodemos adoran la olla a presi¨®n; escuchan country, juegan al billar, beben cerveza y les gustan las muchachas rotundas; los heavies vienen del rock duro machistas, fogosos, les gustan los Iron Maiden entre lo for¨¢neo y la Soziedad Alcoh¨®lica, entre lo nuestro; los ciberpunkis quieren dinamitar la sociedad jer¨¢rquica mediante la informaci¨®n digital, asisten a ciberparties, fiestas multimedia- donde se consumen bebidas inteligentes compuestas de vitaminas y amino¨¢cidos; los j¨®venes flamencos mezclan el jondo, el jazz el rock, el blues y la salsa son hedonistas y pintureros; los skaters ven Madrid a la velocidad de sus patines, mente sana en cuerpo sano, ni?ez prolongada, seg¨²n Leticia, y les chifla el hardcore y el rap; los bakalaos vienen de la m¨²sica electr¨®nica y van hacia el estado catat¨®nico los fines de semana, drogas de dise?o, visten como ni?os; los mods se hibernaron en los felices sesenta traje de cuatro botones, Vespas llenas de espejos para verse y para vernos, zapatos Deesert Boots; a los b-boys les va el rap, odian la droga, siguen la m¨²sica de Public Enemy y de Madrid Rap, pelo afro, anillos, perillas, ellos los es adoran el rock duro y a Kurt Cobian un g¨²ru musical de culto, que se suicid¨® en 1994 les encanta la tele visten moda basura, toman drogas; finalmente los pijos consumen marcas y disfrutan de la vid leen Hola, hacen deporte, toman alcohol y drogas de dise?o hablan con las vocales relajadas como si estuvieran cansados de apoyar consonantes. Estas son las tribus urbanas de Madrid que act¨²an como referentes m¨¢s o menos, mejor o peor seguidos por la llamada generaci¨®n x a punto de ser x, y, y z. Sus pasiones son musicales, su curiosidad es egoc¨¦ntrica, pueden llegar a militar pol¨ªtica, religiosa, ¨¦tnicamente en el Real Madrid o en el Atl¨¦tico y generalmente no votan o votan al PP. La mayor¨ªa adopta algunos de los trazos de su modelo tribal para sentirse identificados e interpretar un personaje que les d¨¦ mismidad ante la sospecha de que ni siquiera han heredado la identidad social de sus padres:, b¨ªpedos reproductores consumistas en la era del pleno empleo, del pluriempleo y del crecimiento continuo de las deudas y del esp¨ªritu.
Cuando se ha querido caracterizar a la llamada generaci¨®n x se la ha historificado como la primera promoci¨®n biol¨®gica de espa?oles rigurosamente posfranquistas. Su memoria l¨®gica se forma con la muerte de Franco, o incluso despu¨¦s, y ni siquiera ha sido suya la expectativa de la transici¨®n, la urdidumbre de la democracia y la movida madrile?a como juerga cat¨¢rtica que recuperaba el Madrid liberal tras el Madrid de las adhesiones inquebrantables al franquismo en la plaza de Oriente. Esas han sido guerras que no les pertenecen y han crecido bajo el pesimismo de l?a Ley de Creci miento Cero decretada por el Club de Roma a la par que las crisis energ¨¦ticas, el catastrofismo ecol¨®gico y la demolici¨®n del optimismo burgu¨¦s del marxista basados en que el trabajo otorga al hombre su identidad y el control de la finalidad hist¨®rica. Al contrario han comprobado malos tiempos para la ¨¦pica y han exteriorizado su mal de siglo a trav¨¦s de la l¨ªrica rupturista -del rock. S¨®lo se sienten due?os del territorio comprendido entre las cuatro esquinas orinadas en noches de excesos, pongamos que ese territorio sea Madrid la capital donde se ubica la corte del rey Juan Carlos aunque hay tribus hasta en pueblos donde no queda nadie. Pero es que Madrid, adem¨¢s ha sublimado una literatura, posterior al sue?o de la movida, que voluntaria o involuntariamente testimonia sobre ese malestar fin de milenio sea cual sea el disfraz tribal que asumen los miembros de 1a generaci¨®n x. Por eso cuando algunos escritores seniores de gran calidad y cualidad en ocasiones, se dejan llevar por un ataque de arterioesclerosis, y a?oran aquella literatura espa?ola que reflejaba la edad real, demuestran que han dejado de leer a los dem¨¢s hace muchos a?os.
Est¨¢ claro que escritores de ¨¦xito inmediatamente por debajo o por encima de los 40 a?os -y pongo los ejemplos de Mu?oz Molina, Llamazares Almudena Grandes, Juan Madrid, Juan Jos¨¦ Mill¨¢s o Rafael Chirves cromo c¨®digos est¨¦ticos variados no para hacer selecciones nacionales s¨¦niores tienen memoria directa o indirecta muy viva y literaturizada de lo que fue el franquismo y el antifranquismo. Tambi¨¦n est¨¢ claro que una promoci¨®n m¨¢s joven, de la que citar¨¦ tambi¨¦n a t¨ªtulo de simples referencias a Ana Santos, Luis Mangriny¨¢ o Bel¨¦n Lopegui, se mueven en pos de estrategias personales y literarias no expl¨ªcitamente sociologistas aunque Adorno ya dejara bien claro que el tiempo se mete por las rendijas de las obras m¨¢s expresamente herm¨¦ticas. No son herm¨¦ticos los escritores que este polaco visitante de Madrid vincula al retrato moral de una generaci¨®n enigma, aunque tampoco manifiesten la voluntad socialrealista de denunciar que en su d¨ªa tuvieron o tuvimos escritores nacidos entre guerras, entre que guerras no importa, sino de constatar la insoportable levedad del ser y el estar en la corte del rey Juan Carlos. Se ha dicho que la sentimentalidad y la consciencia de la generaci¨®n x est¨¢n marcadas por el narcisismo la afirmaci¨®n del yo frente al nosotros y el hedonismo como finalidad o como frustraci¨®n. Ese redescubrimiento del yo, conflictivo con el nosotros, arranca del esp¨ªritu del 68, escindido entre el mandato colectivista de Marat y el hedonismo ultimista de Sade, seg¨²n la met¨¢fora de Peter Weiss y una escritora madrile?a como Mercedes Soriano, que ten¨ªa m¨¢s o menos 20 a?os en 1968 ha dedicado libros casi enteros a la mala con ciencia por sentir la pulsi¨®n del yo frente a la comuni¨®n de los santos del nosotros. Ah¨ª est¨¢ Historia de no, que incluye una reflexi¨®n sobre a evoluci¨®n pendiente impl¨ªcita en el nosotros, frente a los intereses personales escondidos en el yo, o la sarc¨¢stica diatriba con que se inicia la segunda parte, titulada Nadie, de Contra vosotros: "... lo ¨²nico que verdaderamente tiene sentido es olvidar ese yo, era m¨¢quina de producir y padecer, para dejar paso a la insospechada conciencia de que yace en el letargo".
Pues bien, escritores como Ismael Grasa ,Jos¨¦ ?ngel Ma?as, Ray Loriga y Benjam¨ªn Prado entre los 24 a?os de Ma?as y los 34 de Prado han ubicado en Madrid el acta de los desastres del yo concebido como una "...pest¨ªfera m¨¢quina de producir y padecer" sobre todo de padecer la insoportable levedad total de lo que se sabe y de lo que se puede hacer. Ismael Grasa ha publicado De Madrid al cielo escrito en Madrid en dos cuadernos de hoja cuadriculada, de 0 5 cent¨ªmetros, desde el punto de vista de un p¨ªcaro posmoderno un marginado que ha vivido las luchas finales del tardofranquismo Y que se llama Zen¨®n de Madrid. Ex comunista, republicano, guitarrista, buscavidas en su furgoneta de se gunda mano y sin gasolina Zenon de Madrid emite sentencias dignas de Zen¨®n de Alejandr¨ªa: "La consciencia nace de la cultura y de la representaci¨®n de los actos que son las costumbres, aunque el hombre culto no es mas consciente de los dem¨¢s". O bien: "El hombre culto es un bichito que se ha empachado y casi no puede arrastrarse". El personaje enmascara al autor, Grasa, licenciado en Filolog¨ªa y, por tanto, consciente de la mala relaci¨®n que a veces tienen la cultura y la vida. A pesar de que Grasa ha nacido en el inevitable 1968, el a?o de aquella revoluci¨®n sin revolucionarios, obliga a su personaje a sancionar el aburguesamiento de viejos camaradas del 68, la batalla de Bronete o la involuci¨®n econ¨®mica en Esfga?a, perceptible por el hecho de que hasta el hotel Palace lo han rebaJjado a cuatro estrellas. Zen¨®n Grasa asume ir¨®nicamente la historia que no ha vivido y adopta ante la que le envuelve una mirada ¨¢crata rousseauniana m¨¢s que marxista, barojiana en la percepci¨®n de los cielos de Madrid o de la polic¨ªa: "El cielo de Madrid no se orienta por las iglesias como otras urbes... El cielo de Madrid es un cielo republicano donde los haya... Los polic¨ªas espa?oles andan un poco desorientados con el lenguaje: tan pronto hablan en call¨® como te sueltan frases de Roberto Alc¨¢zar... ". Aunque por la edad no sea "cosa suya", Grasa historifica las vivencias de Zen¨®n en el origen y en el instante hist¨®rico en el que el superviviente se busca la vida dando vueltas a la simb¨®lica estatua de P¨ªo Baroja, comprobando que ni la vida ni la historia han sido como las esperaba.
Cuando Juan Carlos I fue proclamado rey de todos los espa?oles, Benjam¨ªn Prado ten¨ªa 14 a?os y 29 al publicar su primer libro de versos, El coraz¨®n azul del alumbrado. Recientemente su novela Rap es uno de esos pocos casos en los que el redactor de la contraportada ha acertado de pleno en el diagn¨®stico de la obra: "Diez novelas distintas Y una sola canci¨®n". La acci¨®n transcurre en un territorio geof¨ªsico convencionalmente espa?ol, pero sobre todo en el territorio m¨ªtico de los llamados h¨¦roes del rock, al decir de Pau Riba, los ¨²nicos h¨¦roes posibles de nuestro tiempo. El equ¨ªvoco del territorio narrativo es constante: "... fuimos a Hollywood a tomar hamburguesas", se refiere al local, pero desde la misma ambig¨¹edad con la que sus amigos se llaman Lenon o Bowie o ensue?a a Dylan y homenajea, mit¨®mano, a trav¨¦s de personajes que se llaman Tess o Laura. Un primer cap¨ªtulo espl¨¦ndido marca el origen de un viaje de huida por el interior de una balada caracterizada por el propio autor: "Todas las canciones terminan por ser tristes, por ser la banda sonora de algo que has perdido". Si Grasa, el m¨¢sJoven, satiriza el retrato de un medio tan concreto como el Madrid de la involuci¨®n econ¨®mica, pol¨ªtica y l¨²dica Prado, el mayor de los cuatro documentalistas, con perd¨®n, escogidos, autorretrata el yo cargado por el malheur fin de milenio, esa pest¨ªfera m¨¢quina de padecer, aunque... "Nadie llega a almirante en el barco de otro as¨ª que todo el mundo necesita su sue?o". Los personajes de Prado, como los de Ma?as o Loriga, parecen venir de una galaxia cultural en la que no existe la literatura ni la cultura espa?ola: "Estoy dispuesto a aceptar cualquier cosa que me haga un poco m¨¢s Carver y un poco menos yo", y aporto como prueba el inventario casi sistem¨¢tico de sus referencias culturales, sean musicales o literarias: Joyce, Beckett, Wilde, Mac Neice, Police, Red Hot Chili Peppers, Satellite of Love, Bob Dylan en Desire, Sam Shepard, Bowie, Jerry Lee Lewis, la madre de Antony Perkins, George Foreman, Kurt Cobain, Smells Like Teen Spirit, Laura y Gene Tierney, Jim Morrison, Matt Dillon Y Rumble Fish, la pel¨ªcula de Coppola. Bueno, s¨ª hay una brizna de cultura espa?ola: el protagonista es raro, pero es del Real Madrid. No me meto en cuestiones de estilo o de estructura de lla novela, pero la imaginer¨ªa po¨¦tica de Prado deja observaciones memorizables, a manera de sentencias del rock po¨¦tico, pauta que tambi¨¦n se encuentra en Grasa o en Ray Loriga: "La gente no hace amigos, coge rehenes" o "En realidad, Dios era de Liverpool y ten¨ªa cuatro cabezas" o "Una canci¨®n es siempre m¨¢s triste que el silencio", mientras algunos personajes consiguen niveles l¨²dicos a lo Hotel de New Hamspshire, como el padre peque?o fil¨®sofo venido a menos por el paro, pero capaz de reparar dinosaurios y sancionar cabalmente la clasificaci¨®n de la novela policiaca: "Puede discutirse si el n¨²mero uno es Chandler o Hammett, pero el que diga que Ross Mac Donald no es el n¨²mero dos es porque no sabe lo que s¨¦ dice". El protagonista despeja su propia x cuando dice: "Un hombre puede imaginar un r¨ªo, pero no una manera de cruzarlo".
De Jos¨¦ ?ngel Ma?as he podido leer una ¨®pera prima, in¨¦dita, Soy un escritor frustrado, muy reveladora de la trastienda intelectual de este licenciado en Historia Contempor¨¢nea e 24 a?os de edad, responsable de una novela tan emblem¨¢tica como Historias de Kronen. Los aros del cr¨ªtico de prestigio que quiere ser escritor Y no lo consigue, ?qu¨¦ tienen que ver con la alocada carrera de Carlos el personaje de Kronen que s¨®lo soporto la lectura de American Psyco, es decir, de Americansaico, seg¨²n la transcripci¨®n fon¨¦tica de las gentes de Kronen. Evidentemente, Ma?as distancia la materia de su novela: los j¨®venes marginados de la burgues¨ªa madrile?a que hablan mediante 40 Palabras de argots mezclados y buscan el flagrante delire de un Peter Pan ahito de drogas y dispuesto a instrumentarlizar hasta el desprecio y la destrucci¨®n a todos los que le rodean. Si en Prados o Loriga hay una apropiaci¨®n plena del retrato malditista, creo que Ma?as quiere tener en
tre las manos un personaje y un universo lleno de seres humanos x, y y z que, tal vez sin conocerla, hacen suyo el esp¨ªritu del verso de la canci¨®n de los The Giant que cierra el libro: "... soy un extranjero de mi mismo...", un extranjero aplastado por su propio derrumbe. El personaje central forma parte de la ¨¦stirpe de El conformista o de Los indiferentes, de Moravia, pero con drogas y sin correlato fascista, y la descripci¨®n de un estamento biosocial podr¨ªa relacionarse con El Jarama, de S¨¢nchez Ferlosio, y soy consciente de lo aventurado de la relaci¨®n. Pero la po¨¦tica bebaviorista de El Jarama reaparece en Historias de Kronen como ¨²nica manera de hacer el retrato detallista no subjetivo del aquelarre humano en torno a la fiesta cat¨¢rtica, el pobre Jarama preconsumista de hace 40 a?os y ese Punto de definitivo desencuentro de la generaci¨®n x: Kronen.
En Holanda, una hispanista me invit¨® a un geneever y me revel¨® el descubrimiento del ¨²ltimo escritor espa?ol que le hab¨ªa interesado: Ray Loriga. Le he le¨ªdo por orden de aparici¨®n. Lo peor de todo, H¨¦roes y Ca¨ªdos del cielo. As¨ª como de los otros tres s¨®lo presento una novela como prueba, Loriga ofrece una l¨ªnea coherente con tres paradas. Lo peor de todo fue un manifiesto ¨¦tico y literario, saludado por su editor como: "Una novela sobre una juventud que no es la del 68. Ya era hora". Loriga, como los otros tres, asume un personaje escritor out sider y recurre a personajes
literarios que no necesariamente son sus alter ego. El protagonista de Lo peor de todo es un posnormal o prenormal, jam¨¢s le llamar¨ªa subnormal como se califica a si mismo que de ni?o estudi¨® en colegios con jard¨ªn y piscina particular y en el espacio-tiempo de la novela trata de encontrar sentido a su trabajo en una hamburgueser¨ªa: "Mi padre y mi madre me ten¨ªan que haber visto. Tanto dinero gastado en colegios para ministros y lo m¨¢s que consigo es apilar cajas". Como el personaje de Eliot, s¨®lo conoce un mont¨®n de im¨¢genes rotas sobre las que se pone el sol y vive su peterpanismo desde una militancia desganada. La infancia cercana es su territorio, a la vez ¨¦pico, catre y truculento, y ¨¦l es un personaje tierno, pero receloso ante lo arbitrario de la ternura: un polluelo reci¨¦n nacido, colocado junto a una bombona de butano, llega a creer que la bombona es su madre. Hay una linea l¨®gica entre este "extra?o" expulsado de la infancia y el "extra?o" de H¨¦roes que se niega a salir de su habitaci¨®n, como 30 a?os antes se enclaustrara el antih¨¦roe de Juan Mars¨¦ en Encerrados con un solo juguete. El de Loriga contempla el imaginario de su futuro con una mujer y un ni?o corriendo por la casa: "?Qui¨¦n voy a ser entonces? ?Qu¨¦ cosas podr¨¦ coger con las manos y cu¨¢les no? Medir¨¦ lo mismo y consigue una muy v¨¢lida met¨¢fora del sentido de la vida: "Me siento como un negocio que va cambiando de due?o". Si la desgana de crecer Y salir de la placenta, no magnificada, de la infancia da sentido a las dos primeras novelas, en Ca¨ªdos del cielo el antih¨¦roe se lanza a una huida hacia adelante hacia la muerte tr¨¢gica extramuros de la corte del rey Juan Carlos. La fuga se vive en directo, mediante un joven fugitivo asesino gratuito y una muchacha, su adicto reh¨¦n; tambi¨¦n a trav¨¦s de las observaciones de un hermano menor que se convierte en h¨¦roe de televisi¨®n, junto a su madre, a causa de los cr¨ªmenes Y.la busca Y caPtaza del hermano. Si el fugitivo estaPa de la infancia para encontrar la muerte, su hermano se parece much¨ªsimo a los sujetos narrativos de las dos novelas anteriores, aportando un punto de vista de contenido sarcasmo: "Los de la televisi¨®n se creen que como no matan a nadie son la hostia. Te juro que yo no he visto a nadie tan mezquino como a esos t¨ªos". O bien: "Hay muchas maneras de acabar con un buen chico, algunas se ven y otras no hay manera de verlas" o bien: "En el informativo semanal nos dedicaron casi media hora. Mam¨¢ estaba estraoperada, parec¨ªa una actriz de cine", o bien: "Insistan mucho en que yo tuviera aspecto de delincuente juvenil. En la sala de maquillaje me despeinaron un poco... ". La huida del hermano les mete en el star system de los nuevos marginados, cuando por su nivel de vida ni los personajes de Loriga, ni los de Benjam¨ªn Prado o los de Ma?as son lumpenproletarios. Al contrario, son hijos de familias con un bienestar suficiente como para financiar el Paterpanismo de sus hijos, sus noches de rock y drogas. Padres y madres apacecen como monstruos tolerables y necesarios, pero adictos a unos c¨®digos que en nada solucionan los nuevos temores. Frente al miedo, recursos defensivos: iron¨ªa, lirismo nostalgia de la nostalgia Y definiciones categ¨®rficas sobre el origen del mundo: "Antes de Hendrix no hab¨ªa nada" o un contundente nihilismo: "Estaba harto. Harto de o¨ªr hablar de todo. Harto de explicaciones. Harto de que las cosas fueran inexplicables. Harto de que nada pudiera ser de otra manera" o bien: "?Qu¨¦ har¨ªas? Nada. ?Y eso que tiene de bueno? no tiene nada de malo", o bien: "?Qu¨¦ le pide a la urda? Nada de nada de nada de nada de nada de nada de nada".
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