La Liga
Los partidos pol¨ªticos se quedan sin militantes, los sindicatos pierden afiliados pero los clubes de f¨²tbol ganan un 15% de socios este a?o. La pol¨ªtica, la partitocracia, el sindicalismo activo se han condensado en los estadios. Las manifestaciones no llenan las avenidas, sino las gradas y sus aleda?os. Los choques entre facciones no evocan la lucha de clases, sino la clasificaci¨®n. Su objetivo no tiene que ver con ganar el poder, basta con ganar el juego. La ambici¨®n no es remover el sistema, sino sacudir el tedio. La esperanza ha pasado del futuro hist¨®rico al futuro del marcador.
En cada encuentro deportivo, a mediados de los noventa, se aglomeran los subproductos de las ideolog¨ªas podridas. En cada colectivo de ultra sur se agitan los residuos de las revoluciones fracasadas de la derecha o de la izquierda y sus banderas se recosen con los colores del club. Las tribus urbanas son un correlato de esta escombrera ideol¨®gica al concluir el siglo. Los skin-heads son llamados neonazis, pero s¨®lo guardan del nacionalsocialismo sus harapos Los punkis se autodenominan anarquistas, comunistas, anticristos, y son enemigos de aqu¨¦llos, pero cuanto enarbolan son espasmos sin articulaci¨®n: clavos, drogas, m¨²sicas, camisetas. Lo que les enfrenta no es una ideolog¨ªa, sino una patolog¨ªa. Hay violencia en el f¨²tbol, hay violencia en las calles. Violencias improductivas que reproducen su improductividad. Desde los seguidores del Celta hasta los hinchas del Sevilla se han movilizado en estas v¨ªsperas con la ¨¦pica formal de las altas conquistas. Al fin su proeza es proporcional a la banalidad de su trofeo. Pero eso es casi todo a estas alturas. No parece existir nada por lo que combatir que no acabe derrotando la dignidad de la pelea. Y la pelea se excita en los fondos urbanos, en los fondos sur, en los fondos sin fondo, enloqueciendo a la caza de sentido.
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